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Existen monstruos que se ven, y otros que se esconden tan bien que nadie les presta atención. Uno de ellos se llama ‘hambre crónica’, y es una de las peores pesadillas de 149 millones de niños en todo el mundo. Por ellos, y para concienciar a una sociedad que mira para otro lado o lo soluciona todo con un poco de caridad, los hermanos Javier y Guillermo Fesser han dirigido El monstruo invisible, un cortometraje sobre la desnutrición crónica en colaboración con Acción contra el hambre.

En este trabajo, que se puede ver en Movistar+, no renuncian a su optimiso y al humor, tan propio de los trabajos de Javier Fesser, como Campeones, con la que ganó el Goya a la Mejor película. Un corto que se basa en las vivencias de ambos después de visitar en 2019 la isla de Mindano, Filipinas, una de las zonas del mundo más golpeadas por la crisis climática, con más de cinco décadas de conflicto.

El monstruo invisible cuenta la historia es la de Aminodin, “el mejor recogedor de basura” del vertedero de Papandayan, donde vive con su familia. Una historia dura pero con todas las constantes de la obra de los Fesser. Con Javier hablamos de este trabajo y de la importancia del compromiso de los directores de cine.

Fesser en el rodaje de El monstruo invisible.

¿Cómo surge este trabajo?

Después de la experiencia con Binta y la gran idea -por el que fue nominado al Oscar- y de Bienvenidos, que contaba la llegada de internet en una zona de los Andes, nos apetecía tratar la infancia en otro lugar, en un paisaje más difícil, y hablar del hambre, de sus consecuencias, de lo que se llama el círculo de la pobreza. Nos apetecía mucho el reto de retratarla con la misma mirada optimista y sin prejuicios, y ahí fue cuando Acción contra el hambre nos contó sus proyectos en la isla de Mindano, en Filipinas.

No renunciáis a ese optimismo que os caracteriza, ¿no temes que te acusen de exceso de sentimentalismo?

No hay que negar que el humor lo traemos de fábrica, y en este corto es que no hemos inventado nada, hemos armado un guion que viene de lo que hemos visto escuchado y vivido, y hemos estado tres semanas rodeados de niños donde había ganas de jugar y donde han aflorado esas cosas muy por encima de las circunstancias más dramáticas. Y es de lo que tratan sus vidas diarias, de las risas, el optimismo, y esas ganas de tirar para adelante que prevalecen sobre todo.

El hambre es invisible, y lo es porque es crónica por generaciones. Salir del círculo de la pobreza es muy difícil,

Es un tema duro, en un lugar complicado, un vertedero, no sé si fue un rodaje duro.

Es que el hambre es invisible, y lo es porque es crónica por generaciones. Salir del círculo de la pobreza es muy difícil, para empezar por una circunstancia dramática que es que en los primeros meses de tu vida, si no tienes una nutrición adecuada, no desarrollas una capacidad cognitiva completa, y ya de por sí tienes una limitación que te resta herramientas para salir de ahí. Pero tenemos ese lugar, donde hay un paisaje físico, exótico y alucinante con unos contrastes cinematográficos muy poderosos. Y es el retrato de una comunidad que vive en un vertedero, come del vertedero, se viste allí y todo gira en torno a lo que puedes obtener de lo que los demás tiran. El rodaje fue duro, pero ahora recuerdo la anécdota como un privilegiado.

Sorprende que a pesar de que hemos visto imágenes de pobreza sigamos desperdiciando tanto, y se ha demostrado en esta crisis que necesitamos mucho menos.

Sí, es sorprendente lo que muchos desechan y tiran a la basura. Y de pronto otros encuentran allí sus tesoros y su forma de subsistencia, y esto nos lleva a la convicción de que lo contrario del hambre y de la pobreza no es la riqueza, es la justicia social, y estas personas podríamos ser nosotros o nuestros hijos, porque el planeta es más pequeño de lo que parece. Tenemos que trabajar para que todos estemos a gusto y no concibamos la felicidad si no es la de todos.

Fotograma de El monstruo invisible.

¿Crees que hay que conseguir que cambie el concepto para que la gente vea que la caridad no puede sustituir a la justicia social?

Es que eso es el concepto fundamental que hay que cambiar. Los que tenemos más recursos en el planeta no es porque seamos más listos, es porque nos ha tocado y hemos tenido más oportunidades, porque si yo hubiera nacido allí no hubiera hecho ninguna película, y eso es una injusticia. Así que creo que tengo una responsabilidad de hacer un tipo de cine en el que podemos aportar nuestra experiencia para poner voz a quien no tiene estas oportunidades. Un cine que llegue a esta parte del mundo donde se manejan más recursos, porque nuestros niños serán los adultos del mañana, y ojalá tengan claro y presentes estas miradas de estos niños en el vertedero. Todos vamos en el mismo barco, y unos reman más que otros, pero todos tenemos que trabajar por ello.

Los que tenemos más recursos en el planeta no es porque seamos más listos, es porque nos ha tocado y hemos tenido más oportunidades

Eres optimista y tu cine lo es, ¿crees que esta crisis va a cambiar algo en ese sentido?

Soy optimista, pero no un iluso. Aquí también nos ha atacado un enemigo invisible, que es este virus que no entiende de apellidos ni de clases sociales, y esto viene a decir que ninguno estamos a salvo de nada y que todos nos necesitamos. Es un buen comienzo para ver las cosas de otra manera. La tragedias no siempre son tan lejos.

¿Hace falta más compromiso en el cine?

Creo que el cine tiene mucho compromiso porque en el momento en el que estamos, tenemos la oportunidad de hacer que el espectador se meta en los zapatos de otro, de ver otras vidas que no le corresponden y así entender al prójimo, y eso es un gran compromiso. El cine puede remover conciencias, cambiar conductas, puntos de vista, y a mí la vida y el cine me han dado muchísimo, y estoy súper contento de poder devolverle una parte.

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