El artista que pintó los campos de concentración y sedujo a Frida: la increíble historia de Josep Bartolí
El catalán huyó de Franco y terminó pasando por varios campos hasta que escapó a México. Una película animada recuerda su historia.
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Si alguien escucha el nombre de Josep Bartolí se encogerá de hombros. España olvida a sus héroes, o ni siquiera les llega a recordar. Somos un país que tiene un problema de memoria, especialmente con la histórica. Mientras que en Alemania homenajean a quienes intentaron atentar contra Hitler, aquí miles de personas siguen bajo tierra, en un mapa de cunetas que nadie se atreve a levantar. Poco a poco sus nombres, y sus vidas, salen a la luz. Entran en los libros, en las películas o en las noticias.
La de Josep Bartolí es una de ellas, y si hubiera sido de otra nacionalidad sería un héroe reconocido al que le han dedicado miles de obras. Nació en 1910, en Barcelona, en una familia de artistas, por lo que desde muy temprano comenzó a trabajar en el ‘gremio’. Él como dibujante de prensa. Pronto se implicó con el sindicalismo, lo que hizo que casi al final de la guerra huyera a Francia. Allí, pasó por siete campos de concentración, fue mandado a Dachau, y en todos ellos plasmó el horror de lo que vio con lápiz y papel o cartones que cogía de donde pudiera. Pintó una tragedia de la que escapó hasta huir a México, donde por si fuera poco fue amante de Frida Kahlo, antes de llegar a Nueva York, donde se convirtió en un artista cotizado que realizó decorados para películas de Hollywood y se codeó con artistas como Pollock o Rothko.
Para paliar esa falta han tenido que unirse Francia y España para realizar una película de animación que con el nombre de Josep cuente una vida tan increíble que parece salida de la mente del mejor guionista. El filme dio la campanada el miércoles pasado al estar incluido entre las 56 películas que tendrán el sello Cannes 2020 que acredita que había seleccionado para ser proyectado durante el certamen que este año no tendrá lugar por la crisis del coronavirus.
Su productor, Jordi Oliva, cree que con este filme se hace justicia y se recuerda por fin al artista. “Es una figura poco conocida en España y en Cataluña. La película es un proyecto francés, y cuando descubro el proyecto mi primera reacción fue de envidia y pensé que ojalá se me hubiera ocurrido a mí, pero ellos estaban buscado a un productor español y ahí entré. Es una historia transfronteriza, que ocurre justamente cruzando la frontera entre Francia y España, y creo que había que visibilizarla, para reivindicar su figura”, cuenta Olivas a EL ESPAÑOL.
Además el filme llega “en un momento donde la Memoria Histórica se tiene que reivindicar bastante y hay que revisitar episodios que se han quedado olvidado. Esta historia tiene otra cosa actual, y es que estamos viendo como llegan a la frontera europea millones de refugiados de las guerras en Siria. Se está reviviendo una historia que sufrieron nuestros abuelos.”. Jordi Oliva también cree que esto pasa en otros países, y no sólo en España: “en Francia pasa igual, les ha costado mucho admitir que hacían campos de concentración con los presos españoles”.
Define a Bartlí como “el fotógrafo de Mathaussen, pero con dibujos”, y esos dibujos serán de vital importancia en esta película que no apostará por “la animación tradicional”, “Está dividida en dos tiempos históricos, el presente que sí es animación tradicional y el pasado que está hecho con dibujos que se mueven. El director es Aurel, un dibujante francés, que se enamoró de la historia de Bartoli y quiso hacer la película”, explica a este periódico.
Como productor todavía no se cree lo que ocurrió el pasado miércoles, cuando escuchó el nombre de su filme entre los de directores como Wes Anderson, Steve McQueen o Fernando Trueba. “Es que “para una película como la nuestra, que es pequeña, comparado con el resto de seleccionados, es un subidón”, dice mientras ya planea en qué Festival presentarla con ese reconocimiento en su cártel. Ni siquiera ha asimilado bien que este año no habrá edición física, y que no pisarán la alfombra roja del Palais, pero asegura que eso “es lo de menos, porque el sello de sección oficial es de por vida, para mí como productor y para la película. Al final el objetivo es contar una historia y eso se va a hacer. Es que esto es como un sueño. No hay festival físico, pero para la película… es que nosotros ya hemos ganado en Cannes”.