Pocos directores han sabido captar tan bien la esencia de nuestro país que Luis García Berlanga. Tanto, que su propio apellido se convirtió en un adjetivo con el que definir aquello esperpéntico y casi surrealista sin perder su toque cañí. Lo 'berlanguiano' como algo intrínsecamente español. Un adjetivo que hasta la RAE ha tenido que aceptar en su último diccionario.
Lo ha hecho en el año en que se cumplen diez años de la muerte del autor de obras maestras como Plácido o El verdugo, y a pocos meses de que entremos en 'el año Berlanga' en el que se conmemoran los cien años de su nacimiento. Para celebrarlo también se reedita el libro El último austrohúngaro: conversaciones con Berlanga (Alianza Editorial). Una serie de charlas que los periodistas Manuel Hidalgo y Juan Hernández Les tuvieron con el director y donde desgrana su vida y su obra.
Hidalgo ha vuelto a aquellas conversaciones -y ha añadido nuevos pasajes- para darse cuenta de que lo 'berlanguiano' es más actual que nunca. Y que la miserabilización de la sociedad que plasmó el director valenciano es tan nuestra como el jamón ibérico. Un libro imprescindible para conocer a un cineasta que forma parte del ADN de nuestro país.
¿Cómo ha sido volver a este libro y a esas conversaciones con Berlanga?
El cine de Berlanga lo veo y lo vuelvo a ver, y siempre lo tengo muy presente, pero al volver al libro me ha venido a la mente la persona. El recuerdo de aquellas mañanas y tardes, que fueron muchas por necesidades de trabajo. Lo que más me ha llamado la atención es que visto con el tiempo, Berlanga, a lo tonto, o usando una expresión suya ‘haciéndose el tonto’, es un creador que ha ido más allá de la comedia. Ha demostrado que con la comedia se puede ir a todas partes, y en estas conversaciones, que yo creo que son amenas, donde hay anécdotas divertidas, me ha llamado la atención ver que tenía una visión muy acabada sobre el ser humano. Un gran conocimiento del hombre y de la sociedad española. Él iba de anti intelectual, pero era muy capaz de exponer ideas pertinentes y penetrantes y que te hacen pensar.
Es curioso como él quería alejarse de esa intelectualidad, de la ‘intelligentsia’ del cine, como decía con sorna. No temía en reconocer que no había leído a Valle-Inclán a pesar de que la influencia del esperpento parecía clara. Una extraña humildad para un cineasta.
Ojo, que él reconocía que por hacerse el humilde o el distraído le decían que era un soberbio inverso. Que en vez de presumir presumía de no presumir. Que se sabía inteligente, creativo, y nadie se creía esa humildad. Quién sabe. Puede que no hubiera leído a Arniches, o a Valle-Inclán, pero eso se impregna. Por no hablar de la picaresca. Eso está en el aire y penetra por ósmosis. Lo vemos en la vida. Está en la vida. Lo reconocemos en la calle. Eso es un factor que explica también la enorme pervivencia del cine de Berlanga, porque mira que han cambiado las circunstancias culturales y económicas de la sociedad española. España no es la de Bienvenido Míster Marshall, ha cambiado, pero hay algo que pervive, y por eso su cine pervive y se retroalimenta.
Él negaba la grandeza del alma. El ser humano no podía estar a la altura de sus ideales, así que les miserabilizaba. Decía, tú irás en silla de ruedas, pero puedes ser un cabrito
La RAE acaba de añadir Berlanguiano en el diccionario.
Lo vi ayer y entré a ver cómo lo definían, pero dice algo como ‘relativo a la obra y la vida de Berlanga’.
¿Y usted cómo define ese 'relativo a la obra y vida de Berlanga'?
No es tan fácil... a ver si me sale. Habría que distinguir entre la mirada berlanguiana y el contenido de lo berlanguiano, porque no es exactamente lo mismo. Lo berlanguiano en la mirada es situar al individuo y a la sociedad de un modo que resultan ridículos, cómicos, pero también patéticos y dignos de comprensión. Por encima o por debajo de la risa hay un patetismo y una comprensión humanista del individuo. La intención de la RAE es que ante una situación digamos que esto es ‘berlanguiano’, y esa situación creo que apelaría a lo que Berlanga reconoce, eso que viene de una tradición española que distorsiona el realismo y que viene del sainete, del astracán o del esperpento.
En los últimos años, sobre todo al ver el contexto político actual, hemos escuchado mucho eso de ‘Berlanga aquí haría una obra maestra’.
La gente que se refiere a lo berlanguiano en la política creo que, sobre todo, tiene en mente la que ha sido su película más popular que es La escopeta nacional y también Todos a la cárcel, y entonces tienen en mente la trapisonda, la corrupción, el tráfico de influencias, y eso en el escenario político vemos que sigue perviviendo también.
La primer edición del libro es de 1981, en estos casi 40 años, ¿el cine de Berlanga sigue siendo tan actual y moderno?
El cine de Berlanga, formalmente, tiene una personalidad enorme. Pensemos en esto tan manoseado de los famosos planos secuencia de larga duración donde se mueven muchos actores a la vez, en diferentes planos, ejemplificando el caos de la vida, el barullo de vivir o el bullir de los grupos. Eso es magistral. Es un sello de identidad muy potente. Eso nos lleva a dos apuntes más. La coralidad. El protagonista es inseparable de los secundarios. Compiten en protagonismo, porque uno de los grandes temas, que es de actualidad total, es la tensión entre el individuo y el grupo. El segundo es ese magnífico plantel de secundarios. Cada uno es un trozo de vida, eso es un legado.
Destaca en el libro la amargura de sus películas. ¿De dónde venía esa amargura, de su vida, del momento en dónde nacen esas películas en pleno franquismo?
Quizás para empezar, de él mismo. No era un amargado, contundentemente, pero tenía el sentimiento amargo ante lo que es vivir. Y es que vivir puede que signifique no conseguir lo que quieres, ser derrotado por las circunstancias. Él tenía una pulsión libertaria muy grande y buscaba la soledad. Quería que le dejaran en paz y hacer lo que quisiera. Y si uno está ahí, en esa pulsión, pues vivir deja un saldo amargo, porque ni puede estar solo ni hacer lo que le dé la gana.
Si Berlanga hiciera cine en la actualidad los productores sí que le darían toque. Le dirían que eso es muy bestia, que es muy burro… le pondrían alguna objeción a los guiones
En su cine el rico y el pobre eran igual de miserables, algo que no contentaba a todos.
Esto es crucial, pero hay que tener cuidado con las palabras. Él no es que viera a todos miserables. No es que les viera miserables en un sentido moral, lo que hacia es que aplicaba la 'miserabilización'. Rebajar la altura ideal de unos y de otros y ver en todos sus bajas pasiones. Ya fuera el rico, el poderoso, el de alta alcurnia... los miserabilizaba a todos, lo dejaba al ras del suelo. Aunque fuera un pobre, un tullido, o alguien objetivamente desgraciado, lo que llevaría normalmente a la complicidad, pero él, sin negar eso, le daba a ese personaje algún detalle de pasión rastrera, de interés espurio. Él negaba la grandeza del alma. El ser humano no podía estar a la altura de sus ideales, así que les miserabilizaba, les daba un tirón para abajo. Decía, tú irás en silla de ruedas, pero puedes ser un cabrito.
El cine de Berlanga en época del ‘buenismo’ no sé cómo hubiera sentado.
Es que está muy bien traído eso. Berlanga en su cine para nada contemplaba el ‘buenismo’. Ese término entonces no estaba ni en circulación. Si hiciera cine y le expusieran el concepto... él es lo menos buenista que existe, y esto nos lleva a un concepto relativamente emparentado que es lo políticamente correcto, y Berlanga es lo menos políticamente correcto que existe, y eso se percibe con toda claridad en su cine.
¿Podría hacer esas películas actualmente y siendo tan incorrecto?
No lo sé muy bien… esto es un futurible, una especulación. Yo sí creo que podría hacer su cine, pero creo que los productores sí que le darían toque. Le dirían que si está seguro, que eso es muy bestia, que es muy burro… le pondrían alguna objeción a los guiones… Y todo esto es especulación, pero en cuanto a la autocensura, yo creo que no lo haría. Le darían toques para que fuera 'buenista' o se autocensurara, pero me atrevo a decir que él no lo haría. No cedería en esa libertad para repartir sopapos a todos que se ve en Todos a la cárcel, o en la trilogía Nacional, que reparte estopa por igual a progres, izquierdistas, lesbianas aragonesas, presos, ecologistas...
Él hizo cine burlando la censura franquista, pero en las conversaciones con usted cuenta cómo los círculos cercanos al Partido Comunista tampoco querían que hiciera cine.
A él esto le divertía muchísimo. Siempre mencionaba que una de las cosas que más le divertía era meterse con los suyos. Me refiero a amigos conservadores, un poco fachas… y eso que él no lo era en absoluto. Pero tenía amigos ricachos, y le gustaba meterse con los conservadores. Eso le traía disgustos. Se le cabreaba una marquesa, un banquero… Y con la izquierda lo hizo, pero hablamos más de la última etapa. La película que mejor ejemplificaba esto es La vaquilla, donde están los fachas y los rojos y reparte por igual, y también comprende la pasión de cada cual. Esto se criticó mucho, dijeron que parecía que ponía al mismo nivel a unos que a otros, y no es que les ponga o les deje de poner, es que él busca las pulsiones humanas y las pulsiones a veces son grotescas, a veces vienen del hambre o de la entrepierna, y eso es igual en todos.
Con el tiempo se ha sabido que él perteneció a la división azul, ¿es algo que ha pesado en la imagen que ha quedado de él?
Eso fue saliendo poco a poco. Este tema biográfico de la división azul ha salido muy recientemente y no creo que haya impregnado, porque es que la explicación está muy clara. Él se alistó voluntariamente para ayudar a su padre que estaba en la cárcel y era político republicano, y había sido condenado a muerte. Se alistó para hacer méritos y al padre le indultaron y amnistiaron después. Luego él, un jovencísimo Berlanga en Valencia, y por poco tiempo, fue un joven falangista. Pero como ocurrió con otros, fue por unos ideales de ruptura, y también por tocarle las pelotas a su padre que era republicano. Coquetea con la falange antiburguesa, y ahí está el germen de su antiburguesismo, pero a la larga todo esto no tiene relevancia. Lo que creo que tiene, sobre todo, es esa pulsión anárquica y libertaria. Era un anarcoide y tenía esa pasión por la libertad y por todo lo que tenga que ver con su libertad en el sexo, en vivir, en comer lo que quiera… eso es su ideario. Y va contra el que se oponga, contra quienes quieran domesticar su libertad e imponer una visión totalitaria de las reglas.
Berlanga lo que tiene, sobre todo, es esa pulsión anárquica y libertaria. Era un anarcoide y tenía esa pasión por lo que tenga que ver con su libertad en el sexo o en comer lo que quiera
El libro ha añadido nuevas partes, información sobre las películas que entonces no se habían hecho… ¿qué hay nuevo?
Hay una cosa muy clara, y es que el libro se reedita, como es lógico, por las conversaciones. Son el valor esencial e incomparable. Y yo dije que no desaprovecháramos la oportunidad de completarlo con algo, con lo necesario para hacer un libro ‘total’ y global. Y aunque las conversaciones se convierten en una actividad crítica mediante el diálogo. He elaborado un estudio que alcanza hasta el final, con todas las películas no incluidas en las conversaciones, también una cronobiografía muy detallada, 100 imágenes que, además, están en su sitio correcto... Yo creo que esto hace de este libro un libro global. Yo tengo que decir, y no me equivoco, que Alianza ha hecho una gran edición y nos lo hemos trabajado muchísimo
Berlanga decía que se negaba a morir, no sé si podemos decir que su cine le ha hecho inmortal.
Esa es otra cosa que nunca se sabrá... en qué va a acabar el cine. Él hablaba de dos cosas que tenían que ver con dios y que le gustaría tener. Él quería estar en todas partes, quería ser omnipresente, decía que quería poder estar en Nueva York con una tía buena y aquí con vosotros charlando. Otra era la inmortalidad. Yo creo que a día de hoy está garantizada la pervivencia de su memoria y de su cine durante mucho tiempo, y eso no se puede decir de muchos creadores. Hay recuerdo y memoria de Berlanga para rato.