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Nos ha enganchado: quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra. The Undoing, la serie de HBO más adictiva -y también más tramposa- nos ha tenido pendientes, de lunes a lunes, a su loca trama llena de giros facilones pero tremendamente efectivos. Esto es comida rápida y nos encanta. Necesitamos estos thrillers epatantes para combatir la desidia de la pandemia. Aquí una serie que sigue el rastro inconfundible de Big Little Lies, tanto que su creador y guionista es el mismo, David E. Kelley, y su actriz y productora vuelve a ser Nicole Kidman.

Recuerden Big Little Lies: un grupo de madres algo histriónicas, llenas de matices y secretos, competitivas con el vecindario y protectoras con sus hijos conviven en una urbanización de lujo frente al mar, donde cada dos por tres se forma la de dios es Cristo por alguna rencilla del colegio o de la alcaldía. Desde el comienzo de la historia el espectador conoce que ha habido un asesinato pero no sabe quién ha sido la víctima: así se instaura el espíritu de la conspiración y de la sospecha durante toda la primera temporada.

Familias ricas y decadentes

En The Undoing es algo distinto: de nuevo, la serie la protagoniza una familia de clase alta. Ella -Nicole Kidman- es una prestigiosa psicóloga y él -un Hugh Grant incapaz de quitarse el aura del gamberrismo y la pequeña culpabilidad por sus tropelías de donjuán- un oncólogo infantil que llevan una vida aparentemente perfecta. Están enamorados, bromean, se besan y cuidan con fervor a su hijo, que acude a un colegio de alto estatus para el que el abuelo del niño dona cantidades millonarias. Un lugar hecho para la élite pero que se cura en salud organizando actividades para los más desfavorecidos, con un paternalismo insoportable, por cierto.

El abuelo también resulta un personaje algo siniestro, casi un mafioso millonario, viudo y feroz cuando alguien se mete con su familia. El niño está obsesionado con la unidad de sus padres. Y, en medio de ese plantel, aparece en el colegio una nueva madre que, con una beca, ha conseguido ingresar ahí a su hijo.

Es bellísima, extrañamente sensual, joven, latina e inquietante. Parece que oculta algo. Las demás madres la miran con sospecha, en parte con cierta envidia por su hermosura y en parte con cierta desconfianza por comportamientos que a ellas les parecen exagerados dentro de su conservadurismo, como dar el pecho a su bebé en mitad de un café o ir con el vestido más escotado y sexy a una colecta del colegio.

Entre Nicole y ella se genera una extraña atracción: se ven desnudas en el vestuario del gimnasio, se intercambian frases sugerentes y llegan a besarse escuetamente en los labios en el ascensor. Al día siguiente, la joven aparece muerta. La han asesinado brutalmente con un martillo hasta desfigurarla. Y, al contrario que en Big Little Lies, aquí sabemos perfectamente que es ella la víctima y los seis capítulos de la primera temporada -de una hora de duración aproximadamente- se centra en descubrir quién es el asesino.

SPOILERS 

Hay propuestas variadas: Hugh Grant -que huye al enterarse de su muerte y se descubre que era no sólo su amante, sino oncólogo de su hijo mayor y ¡padre! del bebé que amamantaba-, su propio marido -¿en un arrebato de celos?-, Nicole Kidman -¿se habría enterado ella de que su amado esposo salía con la hermosa latina?-, el niño -¿lo habría hecho por la unión de sus padres?- o el abuelo -el jeque perverso que odia al personaje de Hugh Grant, que nunca le convenció para su hija y que trata de desmantelarle continuamente-. ¿Será, acaso, algún amante desconocido de la víctima? ¿Y si la asesinada, en realidad, no era ella, dado que no se le pudo reconocer el rostro?

Durante la trama todos los mencionados parecen sospechosos en algún momento, pero el juicio entero se basa en desmontar al principal acusado, Hugh Grant, quien no sólo huyó sino que la noche del asesinato estuvo con ella. Sin embargo, incide continuamente en su inocencia. Y a ratos parece un poco bobalicón. Le creemos. La serie trata de diferenciar la línea entre ser inmoral -ser infiel a su pareja y engañar a su familia- o ser realmente un asesino.

El caso se vuelve mediático, Hugh acude a la televisión a explicarse y cada vez se descubren más cosas de él: algunas, maravillosas, sobre su vida profesional, su vocación de entrega a los otros, su adoración por los niños… y otras, más escabrosas, como que cuando tenía 14 años descuidó a su hermana pequeña y fue atropellada por un coche. Su madre, con quien no se habla, dice que él no vivió ningún trauma. ¿Es un psicópata o un hombre adorable al que simplemente le han podido los instintos sexuales? Su abogada también merece un guiño aparte: toda una leona que le aconseja, paso a paso, qué hacer para convencer a todo el país de su inocencia.

El final decepcionante

The Undoing nos llevó en volandas hasta el último momento: imágenes de Nicole Kidman cerca de la escena del crimen en la noche del asesinato, el arma homicida que aparece en la caja del violín de su hijo, el deje algo violento del marido de la asesinada, las conspiraciones del abuelo… todo para que, al final, el culpable fuese Hugh Grant, quien la última mañana del juicio -el día anterior Nicole Kidman lo había vendido con una declaración sutil pero perniciosa- rapta a su hijo y trata de suicidarse, sin éxito. Todo un bluff.

Después de tantos giros delirantes, los espectadores esperaban un final verdaderamente delirante. Queríamos de verdad que la serie hubiese jugado con nosotros detrás de tanta obviedad y hubiese dejado pistas invisibles en cada capítulo para alcanzar un pelotazo final. No ha sucedido, pero el trayecto, lo reconocemos, ha sido entretenido.

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