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Soul llegó el pasado día de Navidad a Disney+ con un inesperado regalo bajo el brazo: una guerra civil en las redes sociales entre aquellos que declaraban su amor ante la enésima obra maestra de Pixar y la decepción de aquellos que creen que los mejores tiempos del estudio quedaron atrás.  

A FAVOR

Javier Zurro: ¡Yo por Pixar MA-TO!

Mira que lo veía venir. Desde que disfruté como un enano de Soul sabía que iban a venir los pejigueros a meterse con la última obra maestra de Pixar. No tenía claro cuál era el argumento que iban a esgrimir, pero estaba claro que algún amargadito iba a salir. Me fascina que se le puedan poner pegas a una genialidad como la que ha dirigido Pete Docter: una joya donde la animación es impoluta, que nunca sabes por donde te va a llevar y que encima da un paso atrás en la manipulación sentimental del estudio.

Sí, amigos, Coco es preciosa pero te mete el dedo en el ojo. Soul es otra cosa, son palabras mayores. Una obra mucho más madura, austera y que te va llevando poco a poco a su destino. Emociona con la verdad de las grandes historias y de los grandes guiones. Bueno, pues ahora resulta que es que no se llora lo suficiente. La lágrima como unidad de medida de la calidad cinematográfica. Espero que en Filmaffinity se pueda votar de 1 a 10 en función de cuánto has llorado con una película, así todo estará más claro.

El otro argumento que muchos utilizan es que Pete Docter se repite, que esto ya lo hizo en Del Revés. Lo que en otros directores se llamarían ‘obsesiones’ o ‘universo propio’ aquí se dice ‘patrón desgastado’. A lo mejor esto tiene que ver porque no terminamos de considerar a los directores de animación como autores, sino como meros artesanos que realizan encargos. Porque para mí lo de Docter es la coherencia y la depuración de sus propias inquietudes hasta crear su obra más madura y compleja.

Ahora resulta que es que no se llora lo suficiente. La lágrima como unidad de medida de la calidad cinematográfica. Espero que en Filmaffinity se pueda votar de 1 a 10 en función de cuánto has llorado con una película, así todo estará más claro.

Mira, yo por Pixar MA TO, como diría Belén Esteban. Que haya gente criticando un estudio que ha sido capaz de crear en 2020 dos peliculones como Onward -a la que, oh, sorpresa, también se atacó sin piedad- y Soul, es para perder la fe en la humanidad y en el cine. Lo único que se le puede reprochar es que nos han privado de verla en una pantalla grande donde flipar con su mezcla de animación que mezcla el boceto más puro con el diseño más innovador y depurado.

Hay otra cosa que hace de Soul una obra mayor, y es que destroza de un plumazo el mensaje sobre la meritocracia y sobre el éxito que nos han vendido siempre en Hollywood. Para un músico la felicidad consistía en ser una estrella, y para eso, por supuesto, había que sacrificar lo demás. Pete Docter acaba con ese discurso y deja claro que el barbero de Harlem es tan importante como la estrella del jazz. El éxito como unidad de medida, igual que la dichosa lágrima, es un invento, y ya era hora de acabar con él.

'Soul' busca el sentido a la vida y la muerte. Disney +

EN CONTRA

Daniel Mantilla: Esta película ya la he visto.. y me gustó más

Difícilmente se podían tener ganas de ver una película que el día que me senté a ver Soul. Estaba ante la nueva película de dos de mis debilidades: Pixar y Pete Docter, un genio que me había conquistado y/o conmovido en Monstruos S. A., Up y Del revés. Para mi sorpresa, una sensación agridulce había invadido mi cuerpo al terminar la película: la idea de que esto ya lo había visto antes… y me había gustado más.

Si las tres primeras películas de Docter habían dado un claro paso adelante en las posibilidades de la animación y la forma de contar historias, Soul se queda en una visualmente espectacular revisitación de una fórmula que empieza a ser familiar. Desde las obsesiones temáticas (darnos una lección sobre cómo hay que vivir la vida) a los trucos resabiados de los magos de Pixar (esos montajes virtuosos con finales impactantes). El problema es que, de un estudio que nos aterró con una secuencia en la que unos juguetes aceptaban que su destino era la muerte y que no pasaba nada porque estaban juntos y ya habían cumplido su cometido, lo último que me esperaba es que empezara a provocar una sensación de ‘deja vu’.

Especialmente sorprendente es su repetitiva creación de mundos: desde un punto visual, el parecido de la mente de Del revés y el más allá de Soul es indudable. En una película que juega tanto y tan bien con los cambios de estilos de animación (lo que hace con los personajes cuánticos es apabullante) y que lleva la apuesta visual del estudio más alto que nunca, eso es un pecado menor… pero imperdonable.

Quizás sea un desagradecido por escribir esto, pero a veces me gustaría que se centran más en volver a hacer grandes películas en lugar de estar tan obsesionados por hacer películas importantes. Parece lo mismo, pero no lo es.

Se agradece que al menos esta vez Docter haya controlado el reciente abuso de Pixar por los momentos lacrimógenos, una costumbre instaurada, precisamente, por el director en el mítico prólogo de Up. Soul es profunda, interesante y audaz, pero se ha dejado atrás el espíritu lúdico, divertido y encantador que caracterizó las películas del estudio desde Toy Story a Toy Story 3. Quizás sea un desagradecido escribir esto, pero a veces me gustaría que se centran más en volver a hacer grandes películas en lugar de estar tan obsesionados por hacer películas importantes. Parece lo mismo, pero no lo es.

Es difícil -y hasta doloroso- ir en contra de Pixar, un estudio con una trayectoria ejemplar que en 25 años ha sido responsable de numerosas obras maestras a las que etiqueta “clásico de la animación” les sobra. Enterremos de una vez esa manía de tratar ésta como un género y no como una forma más de contar historias. Sin embargo, tener un legado envidiable no te convierte en un intocable. Soul es, a grandes rasgos, una propuesta muy notable. También es una película que hemos visto antes. Le pese a quien le pese.



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