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El cine tiene todavía barreras que cuesta derribar. Alguna de ellas gira en torno a nuestros mayores. Primero, no se escriben casi papeles protagonistas para actrices a partir de una edad, y menos si lo que quieren es mostrar simplemente la vida tal como es. En caso de que ocurra siempre se recurre a la comedia paternalista, a la condescendencia con la tercera edad. “Mira esos viejecitos enternecedores”, parece decir Hollywood con sus películas. Ni que decir tiene que hablar de amor o de sexo a partir de una edad es casi una utopía.

Por eso conquista y enamora una película como 23 paseos, tan sencilla y honesta que roba el corazón desde el primer momento. La película dirigida por Paul Morrison y que llega este viernes a nuestras salas cuenta, sin florituras, la relación entre dos personas mayores que se conocen paseando a sus perros. Hablan, se conocen y se hacen compañía en un mundo que empuja a las personas cuando se hacen viejos. Los hijos se olvidan y parece que los perros son lo único que queda para ellos. Esto es lo que le ocurre a los personajes a los que dan vida Dave Jones y Alison Steadman.

Un filme que nace, además, de una historia personal del propio director, que quería realizar una historia sobre su especial relación con su perro Benji, al que incluso dedica la película. “Cuando murió Benji me surgió la idea de hacer una película sobre cómo intenté mantenerle a mi lado, y por otro lado tenía en la cabeza hacer una historia contemporánea sobre mi propia generación, y las dos cosas estaban ahí y me di cuenta de que una película sobre dos personas que se conocen paseando a sus perros era una buena forma de poder juntarlas”, cuenta desde su casa en Reino Unido a EL ESPAÑOL.

Los protagonistas de 23 paseos.

Cree que es necesario que el cine muestre a una generación, que es la suya, y por tanto “la que mejor conozco”, dice entre risas pero consciente de que es verdad que no se cuentan historias de amor de gente mayor y que él quería “ayudar en ese sentido, y mostrando que esta es la dirección que tenemos que tomar, mostrar la humanidad de todos los seres humanos”. 23 paseos destaca por esa forma de mirar a sus personajes de frente, sin condescendencia. “Es que no conozco otra forma de hacerlo, si no, no estaría cómodo. Había dos o tres escenas que eran más divertidas, tenían humor y en esas escenas precisamente es donde no queríamos que resultaran paternalistas, porque eso es lo que suele hacer el cine comercial”.

Paul Morrison también habla de lo “importante” que era mostrar el sexo entre los dos protagonistas. Lo era por dos motivos. Primero por romper el tabú, y segundo por “la propia estructura de la película, ya que cuando hacen el amor y se abrazan, Fern se permite por primera vez ser ella misma, mostrar realmente su tristeza, mostrarse cómo es, y era muy importante llegar a ese sitio narrativamente”.

También era importante para la narrativa la capa social y política que incluye 23 paseos, que muestra el abandono de nuestros mayores, y los problemas que tienen para poder pagar una vivienda en un país donde el alquiler está desbordado y las ayudas del estado son cada vez más complicadas. “Principalmente hay una razón política para hablar de esto, y es mostrar lo que está pasando con el sistema de vivienda en este país, donde ha sido privatizado por completo y está fuera de control, no funciona. Pero también responde a una razón como cineasta, y es que el protagonista tenía que llegar a ese punto, en su viaje tenía que caer antes de resurgir, porque esta es una película que habla de la resiliencia, y a los dos protagonistas les pasan cosas terribles, pero resurgen gracias al amor”, dice el director.

Una hermosa carta de amor a la tercera edad, a la que dignifica, y también a los perros, porque según Paul Morrison ellos también dan “un amor incondicional y te enseñan una manera de sentir que estás vivo en cada momento, te hacen no pensar en el futuro, y eso es algo muy preciado.