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Hay un rugido en las calles. La desigualdad en la sociedad actual empieza a ser tan insostenible que la gente no puede estar más tiempo en silencio. El cine ha captado ese estado de efervescencia, y empieza a tratar las consecuencias de la ceguera de los gobernantes ante las necesidades de los de abajo. El año pasado fueron Parásitos y Joker las que retrataron las consecuencias de machacar siempre a los mismos. Desde dos ángulos diferentes, pero fabulaban sobre una rebelión de las clases obreras contra los ricos.

Ahora es el mexicano Michel Franco el que propone una distopía demasiado real en Nuevo Orden -que se estrena este viernes en salas de cine-, filme con el que ganó el León de Plata en Venecia, y que es un puñetazo en el estómago del espectador. Franco siempre ha provocado con sus filmes, pero en esta ocasión ha dividido a México, que se ha polarizado entre los que defienden su obra y los que le acusan de una crueldad innecesaria. El director pone su cámara en una boda de la clase alta mexicana. Y allí vemos cómo se mueven, cómo se comportan, y cómo han amarrado su poder gracias a explotar a los de abajo y a la corrupción. Blanquitos metiéndose cocaína mientras su criada racializada limpia su mierda.

Pero todo tiene un límite. Fuera de esa finca de lujo la rebelión está empezando y pronto llega a su evento. Las clases obreras se rebelan, y esa revolución sólo puede ser violenta. Empieza un nuevo orden, pero siempre hay alguien que se aprovecha de cualquier movimiento social. Franco, que siempre se mueve en terrenos premeditadamente ambiguos, también muestra el riesgo de la militarización de un país y cómo siempre las clases pudientes tienen más opciones de adaptarse al medio, siempre que el dinero entre en juego.

Fotograma de 'Nuevo Orden'.

Nuevo Orden no va a dejar a nadie indiferente, y está claro que es lo que quiere Michel Franco, que empezó a escribir la película en 2014. Entonces uno de sus miedos era “el auge de la extrema derecha en Europa, y cómo explotan los miedos de la gente y las carencias que tienen para generar odio y aprovecharse de ello, y veo que mis miedos se confirman con el rumbo que está tomando el mundo”. El tiempo también le ha dado la razón en la respuesta de movimientos como “los chalecos amarillos, que me confirman que la película tenía necesidad de existir y que mi intuición era la correcta. Ojalá no lleguemos a extremos violentos, pero no sería sorprendente porque la gente está soportando mucha presión”.

Michel Franco se coloca en un terreno tan ambiguo que a veces llega a confundir, y era consciente de que esa decisión iba a generar malestar. “Sabía que iba a suceder, es que tenía que ser polémica, porque hablar de todo esto es invitar a la discusión, y cuando no le estás dando al público respuestas fáciles y diciendo este es bueno o malo y esto sucede por eso, cuando no hay blanco y negro y más se parece a la realidad, es cuando hay reacciones fuertes pero yo me siento halagado por eso”, cuenta a EL ESPAÑOL.

Lo importante para mí era el tema de la desigualdad, contar que esto no puede seguir así, y creo que ha valido la pena

Reconoce que “fue difícil”tomar ese punto de vista, pero “no quería explicar exactamente que pasa, porque si lo hacía sería relevante sólo para México y caducaría pronto y estaría tomando partido por mi ideología política”. “Lo importante para mí era el tema de la desigualdad, contar que esto no puede seguir así, y creo que ha valido la pena, porque la gente en Francia o en España sienten que podría ocurrir en sus países y eso la hace universal”, explica Michel Franco que puntualiza que aunque todos “salen raspados” cree que los que “peor salen son los de la clase privilegiada porque son los que podrían hacer algo para que no se llegue a ese punto violento que la película presenta”. Una clase a la que él pertenece, tal como reconoce sin problemas.

La película tiene dos partes diferenciadas. La boda hasta que estalla la revolución, y el nuevo orden del título en el que se ve a los ricos sufriendo la venganza por parte de unos paramilitares. En ellas hay dos violencias, la primera es la ejercida en el terreno doméstico. El sometimiento de una clase a otra. En la segunda todo se hace físico y vuelve multiplicado. “En la segunda parte la violencia es física, pero cuando llega ese nuevo orden, que es el mismo que el anterior pero incluso peor, vemos que todo vuelve a funcionar igual para la clase privilegiada y que caen en los mismos errores. Vemos cómo tratan a la enfermera y que no han aprendido nadie, y para mí los actos más violentos son esos, los de someter a alguien con la palabra, es más vergonzoso incluso que la violencia física”, señala Franco.

Otra de las provocaciones de Michel Franco en Nuevo Orden es colocar como protagonistas a los galanes de las series mexicanas de éxito. Esa boda de ricos egoístas tiene a Diego Boneta -el Luis Miguel de Netflix- y Darío Yazbek Bernal -de La casa de las flores- como estrellas, y el director juega con la imagen que el espectador tiene de ellos, algo que cree que ha provocado mucha polémica”. “Esos actores están ávidos de que les presenten material como este, pero se han ido acomodando en papeles de series, de chicos buenos, y aquí son tridimensionales, y no porque para el público representen ese ideal vamos a dejar de demostrar que pueden hacer cosas que no les gustan”, zanja y avisa que ya ha empezado a rodar lo que será su siguiente filme. De momento la polémica por Nuevo Orden todavía colea.

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