Crítica: 'Cherry', Tom Holland y los Russo patinan lejos de Marvel con un drama sobre las adicciones
Apple TV+ estrena el viernes una de sus mayores apuestas cinematográficas hasta el momento. La película de los directores de 'Infinity War' y 'Endgame' para Marvel está basada en la historia real de Nico Walker.
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Hay vidas que parecen de película. Veterano de la guerra de Irak. Adicto a la heroína. Ladrón de bancos. La historia de Nico Walker se escribe prácticamente sola, como demostró su protagonista al aprovecha su inevitable paso por prisión para convertir su accidentada experiencia en unas memorias (Literatura Random House) que, nada más dejar la cárcel a los 33 años, le reportaron un millón de dólares a cambio de vender los derechos para hacer una película. Los hermanos Joe y Anthony Russo querían cambiar de aires después de entregar diez años de su vida a Marvel, aunque parece que no lo suficiente: Tom Holland, el último Spider-Man, es el protagonista de Cherry. El resultado llega a Apple TV+ en todo el mundo el próximo viernes.
Bryan Singer se hizo un nombre en pequeñas historias de género como Comportamiento perturbado y Sospechosos habituales antes de que Hollywood llamara a sus puertas y le diera libertad en la saga X-Men. Nunca volvió a rodar ninguna película como las que le abrieron las puertas de la industria. James Cameron era un director prolífico hasta que encandenó las dos películas más taquilleras de la historia del cine. Cuando nos dimos cuenta, el director solo había estrenado dos trabajos en 24 años. Antes de convertirse en los directores de confianza de Marvel (rodando entre 2013 y 2018 dos películas de Capitán América y otras dos de Vengadores), los hermanos Russo eran famosos únicamente por haber dirigido episodios de Community. Volver a la normalidad con Cherry era un reto más complicado de lo que podía parecer a simple vista.
Los Russo se habían pasado una década haciendo películas a las órdenes de un productor (Kevin Feige) que supervisaba hasta el último detalle de una franquicia que supera las 20 películas (todas ellas un éxito comercial y, en la mayoría de los casos, crítico). Es comprensible que los directores y guionistas ansiaran libertad en su siguiente proyecto. Cherry, desgraciadamente, es uno de esos recordatorios de que, en ocasiones, los cineastas necesitan que alguien les diga: hasta aquí. Es algo que le ha pasada a gente más talentosa que Joe y Anthony Russo, cuyo éxito en sus películas para Marvel se debía más a su magistral control del tono de los personajes y del relato que en su personalidad visual detrás de las cámaras.
El mayor pecado de Cherry es la incapacidad de los Russo de tomar decisiones. Es fácil imaginarse a los hermanos haciendo una tormenta de ideas en las que aportaban ideas sobre el estilo visual que debía tener la adaptación audiovisual de la muy cinematográfica vida de Nico Walker. Una estética videoclipera que recuerda más al lenguaje de la publicidad. Una narración en off completamente aleatoria. Una saturada selección musical con canciones de la época que abarca la historia. Rupturas de la cuarta pared. Planos aéreos. Frases de los personajes sobreimpresas en la pantalla. Los títulos de los diferentes capítulos de la vida del protagonista en rojo chillón. Planos subjetivos. Saturación y degradados de los colores en algunos momentos puntuales de la película. Los Russo recuerdan al viral casting de Inma en Gran Hermano 7: “Yo, o nada o mucho”. La balanza, en ambos casos, se decantaba por el mucho.
El ejercicio estilístico se acaba convirtiendo en un obstáculo insalvable para una película deudora de cineastas más hábiles como Martin Scorsese o David O. Russell. Incluso el errático director de La gran estafa americana, Joy o El lado bueno de las cosas sabe cuando centrarse en sus personajes. Cherry no. La saturación de recursos deja en un segundo término el viaje a la autodestrucción del personaje protagonista y su pareja. También se vuelve en contra la indefinición de una película que pasa por el drama, el thriller, el romance y la guerra sin dejar huella en ninguno de los frentes.
Los 140 minutos son una losa y, al mismo tiempo, resultan insuficientes para todos temas que toca abarca la crisis de este joven médico de la guerra de Irak que acaba enganchado a las drogas. La deshumanización que provoca la guerra, el posterior abandono de los veteranos por parte del ejército y la crisis de los opiáceos que acarrea Estados Unidos desde los años 90 son los más importantes, pero el guion prioriza la formulaica relación de Nico Walker y su esposa. Aunque no ayuda a la película el aspecto infantilizado de Tom Holland y, sobre todo, Ciara Bravo (que deben hacer creíbles un romance que abarca desde que se conocen en la universidad al presente), su relación es el único efectivo ancla emocional que mantiene el interés en las más de dos horas que dura la película.
La energía y la entrega del protagonista de Spider-Man en su primer gran reto dramático desde Lo imposible está ahí. El británico es una de las estrellas de su generación con mayor desparpajo y carisma. Sin embargo, hay algo que no hace click en su interpretación. Se podría echar la culpa a Hollywood por su intención de alargar su adolescencia en la gran pantalla, pero la magnética y adulta interpretación del actor estaba entre lo mejor de la irregular El diablo a todas horas. La incapacidad del guion para explorar la complicada personalidad del ex-médico más allá de sus problemas con las adicciones dificulta el trabajo del inglés.
La historia de Nico Walker esconde una buena película en sus entrañas. Desgraciadamente, los Russo no han sido la mejor opción para sacarla a luz. Cherry es una película tan ambiciosa como fallida.
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