Lynne Ramsay, de Buñol a la gloria en Cannes: "Sin becas, no podría haber terminado haciendo cine"
La directora de 'Tenemos que hablar de Kevin' y 'En realidad, nunca estuviste allí' recibe el premio Luna de Valencia en el Festival Cinema Jove en reconocimiento a sus 25 años de trayectoria en el mundo del cine. Hablamos de su relación con España, el Festival de Cannes y sus actores fetiche.
Tres años después de recibir la primera llamada del Cinema Jove, Lynne Ramsay llega a Valencia con una mezcla de ilusión, agradecimiento y humildad que no parece propia de una de las directoras favoritas del exclusivo Festival de Cannes. “Es la primera vez que estoy aquí y es un lugar bellísimo. Esta luz azul me recuerda a los cuatro años que pasé viviendo en Santorini”, confiesa desde la terraza de la séptima planta del Rialto, un histórico edificio que sirve como sede principal de un festival especializado en potenciar las carreras de jóvenes cineastas internacionales. Hoy la estrella es ella. La responsable de películas como Tenemos que hablar de Kevin y En realidad, nunca estuve aquí está en la capital del Turia para recibir el Premio Luna de Valencia en homenaje a su carrera.
“Llevo a España en mi corazón”. Podrían ser las clásicas palabras de agradecimiento que todo invitado internacional repite cada vez que está de promoción fuera de su país. En el caso de Ramsay, parece un sentimiento real. La escocesa ha rodado cuatro largometrajes en sus 51 años de existencia, la mitad de ellos dedicados a contar historias. Dos de ellas pasaron por España para capturar la fascinación de la autora por las fiestas populares españolas. Ohanes, Almerimar y el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar fueron algunas de las localizaciones en Movern Callar, la historia de una joven que se lanza a la carretera después del suicidio de su novio. Años más tarde, Ramsay competía por la Palma de Oro con un brutal retrato de la maternidad que empezaba con Tilda Swinton en la Tomatina de Buñol.
“Rodando Tenemos que hablar de Kevin, Tilda descubrió lo bueno que era el tomate para la piel”, bromea la directora sobre un rodaje celebrado a 40 kilómetros de la azotea en la que habla hoy con EL ESPAÑOL. Esa película fue el inicio de su historia de amistad con una mujer que define como “una diosa”. Cuatro años después, la londinense se convirtió en la madrina de su hija. Los protagonistas de sus últimas películas, Joaquin Phoenix y la estrella de La voz humana, rompen con el clásico modelo de actor hollywoodiense. “Estoy más cómoda trabajando con actores que se comportan como seres humanos de verdad”, reconoce.
En el rodaje de En realidad, yo nunca estuve aquí, la directora tuvo problemas para comunicarse con el actor del Joker. El marcado acento de Glasgow de Ramsay tuvo la culpa. No importó: fue el principio de otra historia de amor. “Es el mejor actor del mundo”, confiesa con evidente admiración. “Ahora estoy trabajando en un guion que vamos a hacer juntos”, adelanta en primicia en su visita a Valencia. ”Es mucho más difícil cuando haces una idea original, pero es imposible no emocionarte cuando estás preparando una película con Joaquin. Polaris, de la que se desconocen detalles sobre su argumento o género, estará coprotagonizada por Rooney Mara (Carol), pareja del actor en la vida real.
La anterior colaboración de la pareja se saldó en un éxito rotundo, con premios al mejor guion para ella y al mejor actor para él en el festival más prestigioso del planeta. “Me pongo nerviosa cada vez que voy a Cannes. Los críticos son brutales. Conmigo siempre se han portado muy bien, pero es una situación difícil. El festival es una parte fundamental de mi carrera”, admite alguien que ha presentado seis de sus trabajos en una cita no particularmente generosa con las mujeres cineastas. Francis Ford Coppola era el presidente del jurado la primera vez que Ramsay estuvo en el certamen con Small Death, su proyecto de graduación en la Escuela Nacional de Cine y Televisión. Ganó el premio del jurado. Dos años después volvió a lograr el mismo premio con su segundo cortometraje, Gasman.
A sus 51 años, insiste en que jamás hubiera podido acceder a ese prestigioso centro de formación si no hubiera tenido una beca. “No teníamos dinero en casa, aunque siempre les había gustado el cine”. Ramsay empezó a amar las películas gracias a su madre, con la que se ha reencontrado en Valencia después de un año sin verse por culpa de la pandemia. Aún recuerda cómo, con solo 7 años, se quedó prendada con el impactante inicio de Amenaza en la sombra, el clásico de Nicolas Roeg. A su madre también debe sus primeros contactos con el thriller, el melodrama y la carrera de Alfred Hitchcok.
A pesar de amar el cine desde que era una niña, su primera pasión fue la fotografía. “Cuando llegué a la escuela de cine, no sabía mover la cámara. Me dijeron que era la peor directora del mundo y que debería haber aprendido antes de apuntarme a la escuela”, cuenta entre risas. “Me llevó un año o dos ponerme al día y alcanzar a mis compañeros, pero tenía claro que quería hacer películas”. Antes de cumplir los 30, ya había presentado tres trabajos en la Croisette.
“En Reino Unido la mayoría de historias están contadas por hombres, blancos y gente de clases privilegiadas”. Ramsay hace suyas las críticas al sistema que lanzaron hace años actores como Daniel Mays, Judi Dench y Julie Walters. “Es muy importante que sigan dando becas y ayudas para las escuelas de cine. Si no es así así, los mismos acabarán contando siempre las mismas historias. Incluso en América, donde hay muchas más sitios para formarse, solo puedes llegar a ellos si eres rico”.
Ramsay tiene debilidad por las nuevas generaciones, a las que vuelve en varias ocasones en nuestro encuentro con ella. “Conocí a Barry Jenkins en el Festival de Telluride cuando era un estudiante de cine, hace casi 20 años. Me enseñó imágenes de sus trabajos de la escuela de cine y me dejó impresionada”. El director de Moonlight reconoce a la escocesa como una de las grandes influencias en su carrera detrás de las cámaras. Ahora la cineasta está obsesionada con una promesa asiática que apenas pasa los 20 años y a la que ayudará a producir su primera película. “Es, sinceramente, el mejor guion que he leído en mi vida”.
Después de dirigir cuatro películas en 20 años, la británica ha metido la quinta marcha y está trabajando actualmente en tres proyectos. Su rodaje más inmediato debería ser la adaptación de un relato corto de Margaret Atwood, la venerada autora de El cuento de la criada. Stone Mattress es la historia de una mujer que se va de crucero al Ártico. Allí se reencuentra con un hombre la violó hace cincuenta años, cuando ella tenía catorce. “Es una historia increíble, dura pero también muy divertida”, promete la directora.
Ramsay acaba de terminar el guion de La chica que amaba a Tom Gordon, una adaptación de un best-seller de Stephen King sobre una niña de 9 años que se pierde en un bosque en el que debe sobrevivir con la única compañía de un walkman y los recuerdos de su jugador de béisbol favorito. “Es una historia de supervivencia más que una historia de terror. Es una película sencilla, pero muy potente”, adelanta la directora del que será su primer gran proyecto en Hollywood.
En el pasado destacan dos experiencias frustradas en la Meca del cine. “El caso de The Lovely Bones fue algo natural”, quita hierro la directora en referencia a su fracasado intento de llevar al cine Desde mi cielo, la popular novela de Alice Sebold. “Entonces yo solo había hecho dos películas y estamos en las primeras fases de la producción cuando Peter Jackson se interesó por el proyecto. Venía de hacer El señor de los anillos. No había nada que hacer. Hollywood es así y no pasa nada”, admite desde de distancia.
El caso de Jane got a gun, el western que acabó dirigiendo Gavin O'Connor con Natalie Portman, fue más complicado. Ramsay abandonó la película en su tercer día de rodaje. “De repente los productores cambiaron de idea y quisieron hacer una película distinta a la que se había hablado desde el principio. Debería haber abandonado el proyecto antes”. Pese a estas experiencias, esta fan confesa de Black Panther no se muestra reticente a hacer una gran película en Hollywood. “Lo importante es tener el apoyo de un actor importante que esté a tu lado”.
Tampoco descarta seguir el camino de su amigo Jenkins y pasarse a la televisión. “Lo que ha hecho Barry con The Underground Railroad es increíble. Estoy trabajando en algunas historias que podrían tener un desarrollo más largo. Lo que no me llama la atención es hacer series que se alargan y se alargan en el tiempo”, explica antes de destacar su pasión por Peaky Blinders. Nuestro tiempo con Lynne Ramsay se ha acabado. La gran estrella de la 36 edición del Cinema Jove debe seguir con su ruta de compromisos, encuentros y escapadas en Valencia. La próxima vez que nos encontremos con ella será, esperemos, en una sala de cine.