Hace 20 años el destino puso en el camino de Javier Bardem a Fernando León de Aranoa. Juntos crearon uno de los retratos más perfectos de la precarización del empleo, del cabreo de la clase obrera, de la importancia de defendernos. Se llamaba Los lunes al sol, y se adelantó a la crisis que luego nos arrollaría a todos. Dos décadas después las cosas están casi peor. Trabajos más precarios y con la conciencia de clase cada vez más diluida. Y eso lo han captado con el mismo tino pero con distinto tono, el de la sátira en El buen patrón, que se ha presentado a concurso en la Sección Oficial del Festival de Cine de San Sebastián antes de llegar a las salas el 15 de octubre.
Desde su pase, el filme de Aranoa suena en todas las quinielas, sobre todo un Bardem pletórico que da vida a un empresario de provincias que usa lo personal para sacar beneficio profesional. Se mete en la vida de sus empleados, pero no le tiembla la mano para mandarles a la calle. Es el mercado amigo, como diría un exministro imputado. Su Julio Blanco tiene cero de principios y 100 de carisma.
En su carrera Bardem ha “ha coincidido con alguno, pero en el cine no hay tantos, es algo tan jerarquizado, con un director todopoderoso, un productor… al cine se le presupone poco democrático pero no lo es, porque cada departamento tiene su voz y su voto, y eso es muy importante”. Eso sí, ha conocido al mayor Julio Blanco de la industria… “A ver, he conocido a Harvey Weinstein y tiene un punto de conexión, que es el carisma, son gente que llega tan lejos porque se les justifica y se les perdona desde el carisma”, cuenta el actor que destaca de estos personajes su “intromisión y sus formas paternalistas” que hacen que uno se dé cuenta tarde, “cuando ya te ha invadido y estás a su antojo”.
El ganador del Oscar por No es país para viejos explica cómo fue su encuentro con el otrora todopoderoso productor, cuyos abusos a actrices fueron el inicio del Me Too. “Él iba a producir una película que yo iba a protagonizar. Nos encontramos en el Hotel Savoy de Londres. Yo estaba esperando en una habitación, apareció por una puerta y me dijo: ‘dime algo en inglés’. Y yo: ‘¿cómo?’. Y me repitió que le dijera algo en inglés, dónde había nacido, y yo le dije que Las Palmas de Gran Canaria. ‘El papel es tuyo’, me dijo y se fue por la otra puerta”.
También estuvieron a punto de coincidir en Nine, y de Weinstein destaca cosas que hay en su personaje de El buen patrón, “era encantador, inteligente, con una cultura y un gusto cinematográficos envidiables”. “Cuando salió esto no me lo podía creer, luego vas viendo cosas y dices, joder es que tiene todo el sentido. Era alguien avasallador, era una presencia física… son gente que tocan, que agarran, que te sientan, y tú dices, ‘cómo salgo de aquí’. Y claro, tiene sentido, si hace eso, puede llegar a hacer lo otro”, añade.
Muchas veces tenemos detalles que tienen que ver con mantener un comportamiento heredado socialmente que es criticable, y esa es la parte que hay que reconocer en uno
Por eso una de las claves de su Julio Blanco es que se gana a todos. Aunque despida. Aunque manipule e invada sus vidas. El carisma era fundamental. Como lo suelen tener todos los ‘canallitas’ históricos que se han ido de rositas. “Si fuera alguien seco o agresivo no querrías saber nada de este señor, pero hay algo de la taberna, del ‘joder qué gracioso es el cabrón’, ese ‘es jodido, pero qué gracioso’. Desde ahí, le abrimos la puerta al gracioso, desde Jesús Gil a otros muchos. Al rey de España, el emérito famoso, ese don Juan Carlos”, dice con ironía.
La película también ataca esa leyenda urbana llamada meritocracia. El esfuérzate y lo lograrás, algo que para Bardem “son mantras que se dicen uno para animarse y animar a los demás a producir”. “El trabajo y el esfuerzo tienen una recompensa, pero también la suerte y el azar. Yo creo que más allá de eso de ser un hombre hecho a sí mismo, lo que se critica en esta historia es el abuso de tu cuota de poder, seas el jefe de una empresa o tengas un bar de barrio. Es lo que haces con tu cuota de poder. Es como la xenofobia o el machismo, hay mucha teoría, pero hay que ponerla en práctica y muchas veces tenemos detalles, actitudes y palabras que tienen que ver con mantener un comportamiento heredado socialmente que es criticable, y esa es la parte que hay que reconocer en uno”.
Para todo eso, para estar atento “no atropellar”, la prisa no es lo mejor. “Los tiempos no acompañan”, dice un Javier Bardem que cree que ahora “lo queremos todo ya, y si no es así va a venir alguien mejor preparado y que va a cobrar menos y se van a apropiar de eso”. Ahí radica una de las diferencias con Los lunes al sol, “que es que ahora, en las redes sociales cualquier persona es susceptible de crítica o castigo, aunque no seas famoso, así que si te unes a un movimiento en contra de un abuso te pueden castigar, y eso hace que un personaje como Julio Blanco pueda existir y sea excusado”.
Uno no puede evitar pensar en qué haría Santa, su personaje de Los lunes al sol si trabajara en la fábrica de Julio Blanco en un momento en el que “las condiciones son tan deplorables o más que entonces”. Bardem lo tiene claro: “Quemarla… no sé si quemarla. Fantaseábamos con qué se dirían el uno al otro. Lo que haría es unirse a José (el personaje despedido de El buen patrón que se manifiesta delante de la fábrica) y coger de los pelos a todos los de sus mismas condiciones laborales para ponerse detrás del megáfono. Santa haría daño a esta empresa. Julio intentaría disuadirle, pero Santa ganaría. Me gustaría creer eso”.