Eduard Fernández y Oscar Camps en el rodaje.

Eduard Fernández y Oscar Camps en el rodaje.

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Así se convirtió Eduard Fernández en Oscar Camps: una historia de amistad y compromiso

EL ESPAÑOL junta al actor y al director del Open Arms con motivo del estreno en el festival de la película sobre la ONG, 'Mediterráneo'.

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Eduard Fernández ha dado vida a mucha gente real. Un actor concienzudo, brillante que siempre afronta los retos desde la honestidad y el compromiso. Su receta es fácil, “no juzgar a los personajes”. Y quizás así consiguió ponerse en la piel de Millán Astray en Mientras dure la guerra, o del jeta Francisco Paesa en El hombre de las mil caras. Al fin y al cabo uno estaba vivo y el otro nadie sabe dónde anda. Tampoco había que rendir cuentas delante de nadie. El problema surge cuando a quien tienes que interpretar es alguien vivo. Alguien a quien admiras, e incluso alguien a quien puedes conocer.

A Eduard Fernández le ha tocado ponerse en la piel de Oscar Camps, el creador de Open Arms, en Mediterráneo, el filme de Marcel Barrena que se estrena el próximo 30 de septiembre tras conseguir dar la sorpresa y estar en la terna de filmes finalistas para representar a España en los Oscar. El reto era peliagudo. Lo que no pensaba es que de ese reto, de ese ‘trabajo’, saldría una amistad que les ha unido. Una amistad que se nota y se palpa cuando uno les ve juntos.

Los dos se han vuelto a ver en el Festival de San Sebastián, donde el filme se ha presentado, y donde ambos han atendido a EL ESPAÑOL. Camps, que siempre parece protegido por una coraza de seriedad, rompe esa imagen en cuanto Eduard se sienta.

Tráiler en exclusiva de 'Mediterráneo'

Bueno, creo que os habéis hecho amigos.

Eduard Fernández: ¿De este cabrón? (Risas)

Oscar Camps: A esta edad ya no se hacen amigos, sólo intentas no hacer enemigos.

De hacer enemigos me da que sabes mucho.

O.C.: Sí, de eso sé mucho y de eso yo tengo ya el cupo lleno.

¿Cómo fue ponerse en la piel del otro y aceptar que alguien que no eres tú te va a dar vida?

E.F.: Fue muy fácil. Cuando te toca un proyecto así, vamos los dos a favor de obra. Tenemos una edad parecida, un origen parecido, unas vivencias parecidas y había algo en común: las ganas de interpretarles, y las ganas de conocernos, de hablar, de decir tonterías, de hablar del Barça y de temas serios, de su vida. Hablar del Open Arms, de mirarle y ver cómo se mueve. De conocernos, en definitiva. Y él me lo puso muy fácil.

O.C.: Él no lo puso tan fácil porque nunca sabes si actúa, si sobreactúa... si es él o quién será (risas) Sí que lo puso fácil, y todo se congenió.

¿De dónde nace la propuesta de hacer un filme del nacimiento del Open Arms?

O.C.: Fue surrealista como todo, como lo fue el inicio del Open Arms. Fue en un restaurante donde me dicen que querían hacer una película sobre cómo empezó todo. Yo les dije que ya había, que había documentales, y no le di importancia. De esto hace cinco años. Pensé que se cansarían, saldría otro tema y se olvidarían. Luego me dijeron que Dani Rovira quería hacerla y me presentaron un guion. De esto hace dos años. Luego conocí a Eduard y ahí si dije, hostia que igual la hacen, y hace un año me empecé a acojonar, cuando vi que no era una broma, que la iban a hacer.

Son gente cuya vida pende de una decisión, esta gente se lanza a morir o a tener una oportunidad. Cuando alguien toma esa decisión es porque lo que deja atrás ya no es vida

¿Tenías veto para decir que no te gustaba el actor que te interpretara?

O.C.: Yo ni pincho ni corto. Esto es una película, como mucho me leí el guion cuando vi que la iban a hacer, y ha tenido muchas versiones, así que he releído y releído.

A Oscar le conocemos casi como símbolo del Open Arms, no conocemos lo que hay detrás, cómo ha sido descubrir lo que hay detrás.

E.F.: Ese es mi curro como actor, conocer a la persona, elegir desde dónde hace las cosas, entender su motivación, sus impedimentos personales, cómo uno mete su vida en su profesión... yo digo que no puedo juzgar a un personaje, por eso por ejemplo nunca voy a hacer de un pederasta, porque lo juzgo y no podría hacerlo, pero si hago de Millán Astray intento ver qué ha hecho, entender su psicología, y con Oscar era tan cercano, tan fácil… ver su relación con Gerard, con su hija, cómo encauzaron la relación padre e hija a través de la profesión.

O.C.: Es que ahí no hay tanta ficción. No la he visto todavía, pero en las entrevistas con Marcel, el director, él me preguntó si todo esto me había dado algo bueno, y me dio algo bueno porque recuperé a mi hija, y creo que esto lo añadió de alguna forma.

No es un retrato complaciente en ese sentido.

O.C.: No es complaciente porque yo soy mal padre, y eso está en la vida real.

E.F.: Me dijo que le estaba haciendo un poco borde, pero es que retrata ese trocito de vida concreto que retrata.

Oscar y Eduard en el rodaje.

Oscar y Eduard en el rodaje.

¿Recordáis vuestro primer encuentro?

E.F.: Tenemos una cierta edad ya para tener los egos en su lugar. Así que nos vimos y nos dijimos ‘hola, qué tal’. Fue en un restaurante en la Plaza San Felipe Neri.

O.C.: Yo fui muy sincero, y enseguida hubo feeling. Hay con gente con quien te enganchas inmediatamente.

¿Y si no hubiera habido feeling?

E.F.: Le hubiera dejado peor en la película… (Risas) No sé, quizás Marcel hubiera tenido un problema.

¿Os habían dicho lo mucho que os parecéis?

O.C.: En el rodaje, mi pareja me confundió con él en Grecia y se fue detrás de él, y ahí dije: ostras, esto empieza a ser peligroso (risas).

Antes has dicho que pensabas que se olvidarían de hacer la película, que pensarían en otra cosa. No sé si es algo que pasa siempre con el tema de los refugiados, que en cuanto no está en los medios todos se olvidan.

O.C.: Sí por supuesto, se olvidan. La gente, fíjate si lo tienen poco claro que te dice, ‘¿y con el covid vienen?’. Y es que no tienen vida, si no vienen mueren. Son gente cuya vida pende de una decisión, esta gente se lanza a morir o a tener una oportunidad. Cuando alguien toma esa decisión es porque lo que deja atrás ya no es vida. Y tú ves cómo mueren, y es cuando dices, cómo me voy a ir de aquí, si es que no hay nadie, es un conflicto.

 En el rodaje, mi pareja me confundió con él en Grecia y se fue detrás de él, y ahí dije: ostras, esto empieza a ser peligroso

La película deja un mensaje claro, si puedes hacer algo, hazlo, aunque sea un gesto como persona que parezca pequeño.

O.C.: Jamás pensé que una iniciativa personal, porque es algo personal que decido yo porque veo la foto y porque mi hija de 14 años me dice ‘Papá, por qué no están los Proactiva ayudando’, y ponía excusas hasta que dije, ¿y si voy? No te planteas cambiar el mundo, vas porque tienes esta iniciativa. Nunca pienses que no puedes hacerlo ni dejes de hacer nada, porque no sabes cuál va a ser el detonante de un cambio. Un cambio empieza por un simple granito.

¿Se han convertido los refugiados en un simple número?

O.C.: Lo más importante para mí de todo esto, es que hayan contratado a más de 1.000 refugiados de Siria y Afganistán para que nos cuenten lo que hicieron. Y ellos lo explican en primera persona, está ahí. Lo importante no es el papel de Eduard o el mío, sino que estamos hablando de personas, de vidas humanas, y nada más. Y cuando quitas todo lo demás, la decisión es muy fácil. Lo que se trata es de que sepamos que son vidas que hay que proteger, luego ya veremos, pero desnudemos de prejuicios de todo tipo.

Como persona es inherente protegernos, y se trata de que la única manera de que dejen de no hacer nada, de que las grandes administraciones hagan algo, es que todo el mundo lo vea. Mira Afganistán, yo les he visto ser devueltos de Lesbos a Turquía esposados, y ha bastado que salga en las noticias, que se sensibilice con el tema de las mujeres, para que se saque a gente de allí. Yo esto lo aprendí, y sale en la peli, y es que hace falta que esté en los medios, que llegue para que la gente se avergüence y algo. Cuanta más gente lo sepa, más se indignarán y más fácil será que haya un cambio político. Que se difunda, que la gente vea y que luego tengan su opinión, pero su opinión y no la que corre por las tabernas o por la calle, que está prediseñada para generar conflicto.

Ahora cómo es vuestra relación, ¿os llamáis, habláis? Aunque no sé si debe ser muy fácil hablar con Oscar.

E.F.: Sí, tú le llamas y te responde, o al menos a mí.

O.C.: Hay una amistad. Es inteligente y da gusto hablar con él.

E.F.: Estamos muy a gusto.

O.C.: Es que fuiste muy buena elección.

Oye, ¿y si llegáis a los Oscar?

O.C.: No sería el primer reconocimiento en EEUU, sería el tercero o el cuarto, pero llegaría en un buen momento, porque con Trump hubiera sido más complicado, pero ni me lo planteo.

E.F.: Iremos en barco a por él.