Jonás Trueba: "La sociedad ve a los jóvenes como una amenaza o un problema, y no lo son"
El director estrena 'Quién lo impide', una obra monumental y el mejor retrato sobre la adolescencia en el cine en mucho tiempo.
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El cine ha retratado la adolescencia siempre desde los polos. O desde una idealización absoluta, centrándose en los primeros amores, y con una mirada casi nostálgica a aquellos años, o desde la demonización absoluta. Los adolescentes son idiotas, sacos de hormonas con ganas de follar pero sin nada en la cabeza. El relato mediático tampoco ha ayudado. Lo hemos visto en esta pandemia. Los adolescentes han sido los culpables de todo.
Faltan relatos reales sobre un momento que sí que marca de alguna forma el adulto que seremos después. Por supuesto que hay adolescentes más salidos que el pico de una mesa, pero ese retrato reduccionista perjudica a todos aquellos jóvenes que empiezan a buscar su lugar en el mundo. Que son comprometidos, idealistas, activistas. Que hablan de sexo, de política, de feminismo.
Esa mirada es la que consigue Jonás Trueba en su última película, Quién lo impide, que llega a los cines este viernes tras su gran acogida en el Festival de Cine de San Sebastián, donde logró el premio a la Mejor interpretación de reparto para todos sus jóvenes protagonistas. Un retrato luminoso, honesto y optimista que ha conseguido siguiendo con su cámara durante cinco años a un grupo de chavales en un juego donde realidad y ficción se funden dando lugar a una obra única y fascinante.
Tanto Candela como Pablo, dos de los protagonistas de Quién lo impide, ya aparecían en La Reconquista, no sé si es ahí donde nace la idea de esta película, el seguir explorando con ellos dos.
Para mí el nacimiento de esta película está muy cifrado en un momento muy concreto, que es al volver de presentar la película en San Sebastián en 2016 y volver a Madrid. La reconquista es una película que me dejó el cuerpo raro. Sentía que con esa película cerraba algo en mi vida, en mi edad, y que se me iba algo definitivamente, y eso lo asocias a ellos dos, a Pablo y a Candela, que nos llevamos muy bien y me supo a poco porque fueron pocos días de rodaje con ellos. Y quedamos un día en una cafetería y les dije, ‘no quiero perderos de vista, que ahora que se ha acabado la película nos veamos cada dinco años, me apetece vernos más e incluso hacer algo radicalmente distinto a esto’. ¿Sabes esto que dicen que después de una película quieres hacer la contraria? Pues creo que esta peli es la contraria en ese sentido a La reconquista.
De alguna forma es la menós Jonás Trueba.
Puede ser. Es gracioso que me lo comentes, porque yo la siento la más orgánica, como un proceso físico. He cogido una cámara, me he roto la espalda, me he tirado al suelo con ellos, no tenía ni puta idea de lo que estaba haciendo. Me reía de mí mismo, me decía ‘si me viera alguno que otro diría, pero este qué hace’. Ni el corto más precario en ese momento era tan precario como esto. Había momentos que rayaban lo cómico, y en ese sentido es la peli más mía, porque yo la siento así. No hay ningún elemento alrededor de sofisticación, no hay nada en lo que apoyarme.
Ni el corto más precario en ese momento era tan precario como lo que estábamos haciendo. Había momentos que rayaban lo cómico, y en ese sentido es la película que siento más mía
Es curioso porque creo que de alguna forma es tu película más sofisticada, con ese juego entre realidad y ficción, ¿cómo nace todo eso?
Prometo que no tenía ninguna idea clara más allá de seguir con Candela y Pablo, y eso me va llevando a otra cosa. Primero veo que no me quiero quedar sólo con ellos, sino que quiero reconectar con otros chavales que había conocido ahí o en el casting de La reconquista, como Gavira. Y pensé entonces en abrir el proceso a otros jóvenes. Con Elena Tudela empezamos a mandar cartas a institutos y en los que nos decían que podíamos ir, íbamos y les decíamos a los chavales que esto no era un casting, que no buscábamos a un chico o una chica concreta, sino que cualquiera estaba bienvenido, que la película estaba abierta para ellos, y a partir de ahí la película se va abriendo y van entrando nuevas ideas. Al principio sólo era una idea de trabajo.
¿No ibas montando según rodabas en estos cinco años, cómo se va fraguando la película?
Eso aparece de forma natural. Estaba la idea, estaban ellos dos, y estaba el título.
Por la canción de Rafael Berrio.
Por la canción, por Berrio y lo hicimos nuestro. Quién lo impide es como un mantra, una frase que contenía una filosofía de trabajo y casi una actitud. Nadie nos lo impide, podemos hacer lo que sea, no importa. Tiene que ver con eso. A partir de esa actitud, en el momento en el que te permites tener esa actitud y no estás obligado, porque no hay una financiación y no respondíamos ante nadie. Ni siquiera teníamos la obligación de hacer una película. A Javi, mi socio, le decía que no sabía lo que estaba haciendo, y eso de no saber si es una peli te hace trabajar de otra manera y hace que todo entre. La ficción, el documental, el ensayo… todo se mezcla de forma natural, y el montaje con Marta Velasco ha sido muy complejo y muy largo, pero muy orgánico, intentando que estuviera lo esencial, las dudas, los miedos...
¿Hubo algún momento de iluminación en el que por fin dices: aquí hay una película?
Sí, pero eso ha sido casi en 2020 y empece en 2016, pero hasta la crisis, hasta la pandemia, no doy con la certeza de que le tengo que dar forma de peli. Había hecho montajes aproximativos que decían: ‘el material pertenece a un proyecto llamado ‘Quién lo impide’, y esas piezas las mostraba en institutos. Pero esta película nace después.
Creo que es uno de los mejores retratos que se han hecho de la adolescencia, o al menos no se había contado así, no sé si eso es uno de los motores que te mueven a hacer esta película, el ver que la adolescencia no se cuenta de una forma real en el cine.
Claramente. Hay algo por mi parte de pensar que haces la película que te gustaría ver, y yo pensaba que esta película en España no la había visto. Pongo el referente de los cineastas canadienses en los 70, o los checos, cómo retrataban la adolescencia en su país y aquí yo no veía nada así, así que sí, hay algo de intentar aportar algo.
Son una generación que ha pasado una crisis económica, y ahora una segunda provocada por una pandemia mundial, ¿marca cómo son?
De eso me doy cuenta ahora. Lo reflexiono y me doy cuenta de que les toca la crisis de 2008 de pequeñitos, pero les afecta de manera muy fuerte porque marca a sus familias y a la sociedad, y les toca esta en un momento en el que tenían que ponerse a trabajar o hacer una carrera. Es una generación… a ver cómo salen de esta. Por eso la película acaba con unos retratos de ellos que me gusta mirarlos y decir, estos son ahora, a ver qué va a ser de ellos, a ver qué hacen con este marrón.
Creo que una de los rasgos fundamentales de tu película es el optimismo con el que mira a esta generación.
Sí, claramente. Creo que es una película tranquilizadora, sobre todo pensando en los padres que vayan a verla, o en la sociedad, que tiende a ver a los jóvenes como una amenaza que no son. Se ha visto con el coronavirus, que se les veía como una amenaza, y eso es una tendencia, verles como un problema. Pero ves esta película y sales esperanzado. Rodándola me sentía así, con esperanza.
Es cierto que les señalamos, y sin embargo esta generación que vemos es comprometida, tienen ideales, ilusiones… Es un relato diferente.
Sí, pero otra cosa que no quería es hacer un expeirmento sociológico. No quería un retrato de una generación, porque si te lo propones así, se te atraganta, así que preferí ir con mis jóvenes amigos. Primero con dos, luego otros dos, y acabé construyendo un fresco de unos cuantos, muchos, adolescentes que son representativos de lo que dices. Y sí, son gente comprometida, con miedos, incertidumbres. Hay otros muchos de otras formas, y no están porque no habré dado con ellos.
Hablan de política, de activismo, van a manifestaciones… ¿era necesario que estos temas estuvieran?
Son temas que traen ellos a la película. Yo no los pongo ahí, lo juro. A veces sí que les hacía preguntas, pero en general lo que se ve son las cosas que ellos traían de forma natural. Yo no decido meter el tema del bullying, pero se mencionaba mucho, estaba muy presente, y acaba colándose. Mis películas creo que tienen eso, que las cosas se cuelan, y aquí más porque me abría más, ruedas con más gente y aparecen más temas.
No son los típicos rostros canónicos que vemos en el cine de adolescentes.
No es que venga a enmendarle yo la plana a nadie, pero es verdad que a estos jóvenes no los estoy viendo en las películas o en las series, y te apetece que estén. Cuando vi la película acabada estaba contento por ver una película con rostros nuevos, distintos, con esas voces, con esa imagen casi temblorosa o imperfecta. Yo eso no lo veo ya en una sala de cine. Esas pieles sin maquillar, esos rostros, la cámara perdida… eso como espectador lo veo cada vez menos.
¿Te has reconocido en ellos?
Mucho. Es que yo habría intentado estar en esta pandilla seguro.
La película, en su forma, evoluciona hacia al artificio. Comienza en la confusión, pasa a una ficción que juega a que puede ser verdad, y finalmente rompe todo. Hasta hay un momento en el que Candela se dirige a ti y te dice que no te va a contestar a una pregunta.
Para mí ese momento, cuando Candela me para los pies, es muy importante porque muestra algo que pasaba, y es que había límites, choques, y eso era importante. En esa tercera parte es cuando se rompe la cuarta pared. Tienen una consciencia de la película. Han avanzado hacia una hiperconsciencia. Esa conversación en la cocina es una conquista después de mucho trabajo. Ellos hablan conmigo, luego entre ellos, luego vuelven a mí, y todo se mezcla en una conversación a varios niveles y todos esos niveles están ahí. Firmar esa escena fue muy bonito, y es el resultado de mucha confianza. El artificio creo que ya estaba en Los ilusos, y es que de alguna forma más o menos evidente siempre acabas mostrando el artificio. Es difícil hacer una película sin que la propia película se exponga, se muestre. Yo lo llamo la consciencia de la película, la película es consciente de sí misa, y en este caso es hiperconsciente desde el primer momento.
A estos jóvenes no los estoy viendo en las películas o en las series, y te apetece que estén. Cuando vi la película acabada estaba contento por ver una película con rostros nuevos,
Vivimos un debate sobre la nostalgia en este momento. Para mí esta película habla también sobre eso. Nosotros no éramos mejores que ellos. No sé si has querido decir algo sobre este debate con Quién lo impide o cuál es tu opinión al respecto.
Lo he seguido un poco. Yo he leído Feria, por si te referías a esa polémica, y me gusta mucho porque no creo que sea tanto sobre la nostalgia, que creo que es un falso debate, sino una reivindicación de ñas generaciones pasadas, y eso es importante. Yo he hecho esta película ahora, que parece que habla sobre lo contemporáneo y sobre los jóvenes de ahora, pero creo que el error es defender esto para que vengan ellos a darnos una patada como nosotros pretendíamos dársela a nuestros padres. Es inteligente la gente que sabe beber de otras generaciones a todos los niveles.
Puede ser sorprendente cuando ves a Silvio con una camiseta de Siniestro Total, o el otro día Gavira, que me dijo que estaba escuchando a Los Planetas, y yo lo pienso y yo estaba escuchando a Bruce Springsteen o a Cohen, que no eran de mi generación. Puede que por mi padre, o por alguien que conocía, pero ese trasvase siempre ha estado y no es nostalgia. Creo que mi película trabaja subliminalmente con los que somos más mayores a varios niveles. Mi padre, cuando la vio, me dijo que le recordaba a las películas que veía de joven. Y el cartel remite a otra época, y creo que está bien que apele al joven que has sido, porque está en el joven de hoy, y eso creo que es importante. Los padres que tienen hijos adolescentes la disfrutarán porque se van a reconocer, y eso no es nostalgia, sino que es mantener viva la energía que tenemos en un momento en la vida, no perder eso.
No hay padres en Quién lo impide.
No hay adultos. Me daba cuenta de que los dejábamos fuera, y es que creo que cuando vemos cine sobre adolescentes, siempre están en confrontación con algo, y ese algo suelen ser siempre adultos. No les comprenden y es usa a esos adultos como contrapunto. No hay adultos porque ellos son los adultos, esa es la tesis. Si pones un adulto parece que les comparas, que les pones en otro nivel, y yo quería que ellos fueran los adultos.
Hace poco entrevisté a tu padre y me dijo que no te había puesto una mala película en su vida.
¡No es verdad! Es verdad que me impactaba cuando era joven y a mí me gustaba mucho una película y de repente mi padre me decía que era una puta mierda. Por ejemplo cuando fuimos a ver El guardaespaldas, que no tenía claro lo que me parecía y le escuché decir que era una mierda y eso te descoloca, pero luego también te tienes que librar de eso.
¿Cómo ha influido esa educación cinematográfica en tu obra y en Quién lo impide?
Cuando cumplí 25 años me regaló una película de Michel Brault, que es un cineasta canadiense, que se llama Genevieve, una peli sobre una chica joven en Canadá que es preciosa y que me ha influido mucho en Quién lo impide.