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Hay un momento en el que un director de cine siente la necesidad imperiosa de contar su infancia. Un momento fundacional en el que si vida cambia para siempre y le modela como persona (y cineasta). Lo hizo Fellini en Amarcord, Alfonso Cuarón en Roma, Almodóvar en Dolor y Gloria y Sorrentino en Fue la mano de Dios. Les sigue los pasos Kenneth Branagh, que es el favorito al Oscar a la Mejor película con Belfast -estreno este viernes 28 de enero-, una mirada en blanco y negro a sus recuerdos infantiles de aquel momento en el que la violencia en Irlanda del Norte se hizo tan irrespirable que su familia decidió huir de la ciudad a la que amaban.

Una película contada desde los ojos de un niño, el propio Branagh, que ve cómo su vida se resquebraja sin entender lo que ocurre alrededor. Cómo aquellas diferencias entre católicos y protestantes no entraban en su cabeza infantil modelada por el cine, los juegos en la calle y el sentimiento de comunidad de su barrio. Un momento que ha estado latiendo dentro del director, que vio el confinamiento por la pandemia como el momento perfecto para escribir el guion que llevaba queriendo hacer toda la vida.

Pero Belfast no es una catarsis para Branagh, sino que lo define como “una experiencia muy bonita, pero en la que la meta no era la catarsis, sino revelarme cómo soy realmente en este momento de mi vida, y parte de cómo soy está forjado por lo que pasó cuando tenía 9 años en Belfast a finales de los años 60”, explica a EL ESPAÑOL. “Al ver la alegría y el humor que ha traído Jude Hill al papel he podido reconectar y valorar los sacrificios que hicieron mis padres y otros muchos padres que hicieron todo por sus hijos, y por todas esas razones, esta película es muy importante para mí”, añade.

Esa mirada infantil desnuda las vergüenzas de un conflicto en el que la religión o el nacionalismo se impuso a la solidaridad. Belfast muestra que la clase obrera es un pegamento social más importante que cualquier otro, pero que no fue suficiente entonces. “La idea de la película es que es todo un pueblo el que cría a un niño, esa idea de comunidad. Entonces todo el barrio tenía el mismo tamaño de casas, las mismas oportunidades económicas, los mismos trabajos… había una idea igualitaria, y para mí como niño, el sentimiento era de inmensa y total seguridad. De saber quién eras, y eso es algo que trascendía a la política o a la religión. Era humanista y, a menudo, humorístico, y todo eso sostenía la vida en mi barrio”, cuenta sobre sus recuerdos.

La primera en embarcarse en el proyecto fue su amiga Judi Dench, que interpreta a su abuela pero a la que nunca le dio ninguna indicación para ser más parecida a ella. “No vi ni una foto. Llegó un día, me leyó el guion de corrido y supe todo lo que había pasado para escribirlo y contar su infancia,. Entendí todo eso muy bien y quise hacer el papel con todas mis ganas. No tuvo que convencerme porque le conozco desde hace mucho y esta película ha sido un proceso para completarle, y eso ha sido maravilloso”, cuenta Dench a este medio.

El cine como salvavidas

En una de las escenas más emotivas de Belfast, toda la familia acude al cine a ver Chitty Chitty Bang Bang y se quedan con la boca abierta. La sala como refugio ante la vida real y como escape para el joven protagonista y para el adulto Kenneth Branagh, que recuerda cómo “las películas tuvieron un impacto enorme en mí”. “Era el color, el tamaño, el sonido, esa inmersión, la escala… cualquier aventura era importante para mí, desde las primeras películas de Los Beatles, como Help, que era tan divertida y teníamos a Richard Lester, maravilloso, haciendo películas divertidas sobre la clase obrera. Y luego me impresionaron mucho las grandes aventuras que te transportaban y te hacían soñar y viajar a sitios dónde nunca imaginaste ir, como Chitty Chitty Bang Bang”.

El equipo de Belfast en la premiere de la película. GTres

Para Judi Dench esos primeros coqueteos con el cine fueron traumáticos. La mítica actriz confiesa que “mis primeras experiencias en el cine fueron Blancanieves, con esa reina malvada, la siguiente fue Bambi, con la escena del bosque ardiendo, y tras ellas Dumbo, con un elefante que lloraba porque le separaban de su hijo, así que me distancié del cine”. “No vi nada más, y la gente muchas veces me dice, ¿recuerdas aquella película maravillosa? Y yo les digo que nunca la vi, y de hecho nunca vi Chitty Chitty Bang Bang, sólo he visto el clip que vemos en Belfast”, dice con humor.

El resto de reparto de la película también comparte cuál fue esa película que les cambió la vida. Para el debutante Jude Hill no podía ser otra que Los vengadores, “fue la película que me dio una visión diferente del cine y de la actuación. Me empecé a interesar por el cine después de ver la película y luego hice mucha investigación sobre Los Vengadores y sigo siendo un fan de Marvel”, dice con el mismo desparpajo que despliega en la pantalla. Para Ciaran Hinds, favorito al Oscar esa película es “Cowboy de medianoche”, porque hasta entonces no había visto nada igual, había visto los grandes clásicos, pero aquello era cine urgente y necesario”. Un poder salvífico del cine que, para Branagh, se convirtió en la forma de expresarse, de ganarse la vida, y, ahora, de poder entender y analizar lo que sintió aquel niño de 9 años.

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