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¿Qué espectador no ha querido gritar alguna vez a los personajes de una película de terror para que huyan antes de que se conviertan inevitablemente en víctimas del asesino de serie de turno? Los protagonistas de lo nuevo de Ti West debieron perderse esta lección clave en cualquier slasher que se precie. 

X arranca en 1979, cuando Estados Unidos está anclado en una profunda división entre las nuevas generaciones que ansían un futuro más libre y las zonas más conservadoras en las que la religión sigue mandando todavía mensajes de represión a sus fieles seguidores. Ambos mundos se cruzan cuando un productor alquila la casa de invitados de una remota granja en una zona rural de Texas para rodar en secreto La hija del granjero, una película para adultos. Cuando los dueños del lugar, una solitaria pareja de ancianos, descubren sus intenciones, la fiesta termina de forma abrupta. Y sangrienta. 

West esconde en una propuesta aparentemente intrascendente como X un estimulante choque de trenes entre diferentes conceptos sobre los que está construida: la belleza y la decrepitud, la juventud y la vez, el deseo y la represión, las expectativas y la realidad. Algunas reflexiones de X recordarán a los espectadores a La abuela, aunque a la colaboración de Paco Plaza y Carlos Vermut le faltaba la sinvergonzonería y la mala leche del último filme del director de V/H/S y Los huéspedes

Antes de que aparezca la guadaña, un guion de hierro dedica su primera mitad a presentar las futuras víctimas (un productor, tres actores, el director con pretensiones artísticas, la novia de éste que preferiría estar en otra parte y la pareja de ancianos que no parece saber lo que está pasando alrededor) y sentar las bases temáticas de un universo que tendrá continuidad en 2023 con el estreno de una precuela (Pearl) rodada de forma consecutiva en secreto y centrada en uno de los protagonistas. West consigue además que, antes de verlos en acción, el espectador sea capaz de entender las motivaciones detrás de los memorables villanos de la función.  

Nada en X hacía presagiar el gozoso viaje durante 105 minutos de una película que funciona tanto en su vertiente de homenaje al cine de terror de los 70 en general y La matanza de Texas en particular, como cuando se propone hacer un inspirado ejercicio de revisión y actualización que lanza la ventana todos los lugares comunes del género para crear un festival de sangre, sexo y humor que perpetua la buena racha del slasher en 2022 después del estreno del exitoso y muy estimable regreso de Scream (una de sus protagonistas, Jenna Ortega, repite aquí y presenta su candidatura para convertirse en una nueva reina del grito). 

En un momento en el que parte de los aficionados al género han intentando dignificar de forma innecesaria y presuntuosa el género calificando como terror elevado propuestas más conceptuales (La bruja, Hereditary, The Badabook, It Follows), Ti West se aleja de cualquier prejuicio y pretensión en una película plagada de guiños y homenajes al séptimo arte. El más evidente viene del clásico seminal de Tobe Hooper, pero también hay referencias a Boogie Nights, Psicosis, El resplandor y La bestia entre el asfalto, entre muchos otros. Si no había quedado claro hasta entonces, el mordaz retrato que el cineasta hace del personaje del aspirante a director debería ser cristalino. 

West se corona gracias a una inteligente actualización del terror de los 70 que construye con tanto mimo sus temas como sus brutales muertes, creando un disfrute absoluto que nunca se queda sin ideas ni cosas que decir. Tampoco tiene miedo a jugar con el montaje o con las expectativas de la audiencia. X es, sin duda, una de las grandes sorpresas en lo que va de año. 

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