Crítica: 'Black phone', Ethan Hawke provoca pesadillas infantiles en el regreso al terror de Scott Derrickson
El director de la primera aventura del 'Doctor Strange' se reencuentra con el protagonista de ‘Sinister’ en una desigual pero divertida película inspirada en su traumática infancia.
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Había muchas expectativas alrededor de Black Phone, una película de terror que llega a los cines españoles tras inaugurar la última edición de la Muestra Syfy. Jason Blum, mandamás de la productora de terror que ha dominado en el género durante la última década, prometía hace más de un año que era una de las películas más inquietantes en la historia de Blumhouse, además de una película superior a Sinister.
Los fans del terror esperaban con ganas el regreso al género de Scott Derrickson, después de seis años centrado en Marvel y las aventuras del Doctor Strange. El cineasta había abandonado voluntariamente el rodaje de la secuela de la película protagonizada por Benedict Cumberbatch para rodar cuanto antes un proyecto de terror inspirado en su traumática y violenta infancia. No sería, sin embargo, un proyecto original: Black Phone es la adaptación de un relato corto de Joe Hill, hijo de Stephen King, evidente referencia en esta desigual pesadilla infantil.
En una ciudad de Colorado, en los años 70, un hombre enmascarado secuestra a Finney Shaw, un chico tímido e inteligente de 13 años, y le encierra en un sótano insonorizado donde de nada sirven sus gritos. Cuando un teléfono roto y sin conexión empieza a sonar, Finney descubre que a través de él puede oír las voces de las anteriores víctimas, las cuales están decididas a impedir que Finney acabe igual que ellas.
La aparente falta de interés por las autoridades de la localidad por atrapar al criminal y proteger a los niños es la primera de una larga lista de decisiones narrativas difíciles de defender desde un punto de vista de la lógica. A pesar de la cantidad de desapariciones, los más pequeños siguen paseando por la zona de caza de un criminal sin mayor preocupación, todo el mundo sigue plácidamente con sus vidas y nadie parece haber planteado que quizás sería interesante poner un toque de queda.
Nos quedaríamos sin película, debe pensar Derrickson, más preocupado por exorcizar sus demonios personales contando la historia de un niño que pasa de sufrir los abusos físicos de un padre alcohólico a ser víctima de un secuestrador y asesino del que nunca terminamos de entender sus motivaciones. Tampoco las necesita en realidad: los miedos irracionales y las pesadillas infantiles no necesitan razón de ser.
La mayor fuente de tensión de Black phone llega a través de un imponente Ethan Hakwe que solo necesita una máscara, quitarse la camiseta y permanecer impasible mientras espera que sus víctimas caigan en sus tramas para resultar mucho más terrorífico que cualquier susto repentino utilizado a traición por el director. Hasta en dos ocasiones Derrickson se saca de la manga una presencia fantasmagórica para aterrorizar de forma gratuita a la audiencia, sin importarle que para ello tenga que traicionar las reglas planteadas hasta entonces por una película que, a pesar de algunos brotes violentos, está más cerca del suspense con toques sobrenaturales y la comedia negra que del terror.
Black phone se pierde en tramas más o menos entretenidas y casi siempre contraproducentes para el juego del ratón y el gato que mantienen víctima y verdugo en el sótano en el que transcurre la mayoría de la película. Desde las visiones paranormales que sirven a los policías para acercarse al criminal o las negociaciones con Dios de la hermana del protagonista, Derrickson parece darse cuenta sobre la marcha de que había un motivo por el que la historia original de Joe Hill no era más que un relato corto. A pesar de la ambientación setentera, el buen hacer de los actores infantiles y un interesante villano, el director no termina de rematar su regreso al genero que lanzó su carrera en Hollywood.
El clasicismo de El exorcismo de Emily Rose y el sugerente cruce de una historia sobre una casa encantada y una suerte de snuff movie del pasado en Sinister eran más orgánicos que un cóctel de géneros y tonos cuyo mayor problema es que, cuando le quitamos la máscara a la película, no hay mucho más que rascar más allá de lo evidente. Las altas expectativas no siempre son buenas compañeras de viaje. Hasta nueva orden, X sigue siendo la mejor película del género en este 2022.
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