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Con solo tres películas en su carrera, Jordan Peele ha conseguido granjearse el respeto y la atención de la industria y el público con una fórmula muy clara: historias artísticamente ambiciosas y ancladas en el lenguaje del cine de género que desafían, entretienen y hacen pensar a una audiencia adormecida por la saturación de sagas que ha invadido el cine comercial contemporáneo. Con Nop vuelve a conseguirlo, una obra fascinante que cambia de herramientas para conseguir la misma sensación de suspense y asombro entre los espectadores

Peele no quiere que sepas (prácticamente) nada de sus películas antes de que te sientes a verlas. En los casi dos años que han pasado desde que se anunció el proyecto, lo único que se contó de él es que Daniel Kaluuya y Keke Palmer interpretan a dos hermanos que viven en un solitario rancho del desierto de California que realizan un descubrimiento tan insólito como escalofriante, una tentadora oportunidad de alcanzar la vida que siempre quisieron. 

La cuenta atrás en la campaña promocional desveló la verdadera naturaleza de Nop: una película de ciencia ficción en la que un objeto volador no identificado es la excusa del cineasta para hablar de la relación entre el ser humano y el espectáculo (una cita bíblica abre la película: “Echaré sobre ti inmundicias, te haré despreciable, y haré de ti un espectáculo”), el complejo de Dios del superviviente de una tragedia que se cree especial y las diferentes formas de explotación que han imperado en Hollywood desde su nacimiento. 

Los protagonistas de 'Nop' quieren hacerse ricos, aunque eso implique jugarse la vida.

Aunque Nop saca a relucir el extraordinario talento de Jordan Peele para manipular a su audiencia desde el suspense (planteando desde su arranque la importancia capital en los temas y símbolos de esta historia de una criatura sangrienta mucho más terrenal -pero igualmente peligrosa- que un platillo volante), en esta ocasión cambia de referentes y las comparaciones con el cine Alfred Hitchcock dejan paso a las evidentes influencias de directores como Steven Spielberg. 

La inspiración más inmediata y obvia es Encuentros en la tercera fase, pero la estructura de la aventura, la dinámica de la pandilla protagonista y la crítica al capitalismo remiten directamente a Tiburón. En el clímax de la película, uno de los personajes (un director de fotografía que sueña con capturar una imagen incapturable) protagoniza una escena que no desentonaría en manos del mítico Quint que interpretaba Robert Shaw en el clásico de 1975 que cambió para siempre el cine espectáculo en Hollywood.  

También hay ecos del cine de M. Night Shyamalan (con Señales a la cabeza, con el trauma familiar y las imágenes del oeste estadounidense). Como Peele, el director hindú sacudió Hollywood con ganas de revolucionar el cine comercial, jugar con los géneros y homenajear a los grandes maestros, aunque el autor de El sexto sentido nunca ha compartido las inquietudes sociales y políticas del afroamericano. En sus anteriores trabajos, Peele elaboró un potente discurso sobre la raza en Estados Unidos, desde los falsos aliados de Déjame salir (“hubiera votado a Obama una tercera vez”, decía uno de los personajes) a los conflictos de clase de Nosotros

Daniel Kaluuya se reúne con Jordan Peele en 'Nop'.

En su nuevo trabajo el elemento político queda relegado a un plano más secundario, pero el cineasta se reserva dos interesantes referencias al histórico borrado de los afroamericanos en la industria del cine: la inclusión en el pasado de los hermanos del protagonista de una de las primeras imágenes registradas en movimiento (Caballo en movimiento, de Eadweard Muybridge), un jinete negro cuya identidad sigue siendo un misterio, y una aparición de fondo del primer wéstern que mostró un vaquero afroamericano, interpretado por el pionero Sidney Poitier. Son ideas potentes que, sin embargo, encajan mejor dentro de la filmografía de Peele que en Nop en particular, una película tan ambiciosa como dispersa por momentos. 

A lo largo de sus (entrenidísimos) 130 minutos, el guion se desvía innecesariamente de la sugerente idea central: la relación entre el ser humano (el espectador) y el espectáculo (las imágenes que consumimos), una problemática que acompaña al hombre desde los orígenes de la especie y que ha llegado hasta nuestros días (incluyendo una brillante referencia a un fenómeno tan rabiosamente propio del siglo XXI como TMZ, el famoso portal de noticias que cubre antes que nadie los escándalos y tragedias de las celebridades, siendo los primeros en informar, por ejemplo, de las muertes de Michael Jackson y Kobe Bryant).

Donde brilla particularmente Peele es en la construcción de una sensacional puesta en escena que vuelve a tirar del terror para crear dos de las imágenes más impactantes y memorables de lo que llevamos de año: el sangriento flashback protagonizado por la versión infantil del buscavidas que interpreta Steven Yeun (el dueño de un parque temático especializado en el oeste, el personaje más directamente relacionado con los temas que subyacen en Nop) y la pesadillesca desaparición de un grupo de incautos que no son conscientes de estar jugando con fuego. Es mejor no entrar en más detalles. El que haya visto la película, sabe de qué estamos hablando. El que no, debería disfrutar de la retorcida mente del director sin más información que la estrictamente necesaria. 

Con solo 41 años y tres películas en su currículo, Peele sigue el camino marcado por Christopher Nolan, el otro gran director contemporáneo -sin incluir maestros como los incombustibles Scorsese y Spielberg- que intenta demostrar en cada trabajo que otro tipo de cine comercial es posible en Hollywood. Hay ambición y hay pretensión en su forma de entender el cine y contar historias, pero el séptimo arte estaría en un momento muy distinto si hubiera más cineastas como ellos. Lo sentimos por el chiste fácil, pero a Nop solo se le puede decir que sí

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