Crítica: 'La casa del dragón' 1x04,

Crítica: 'La casa del dragón' 1x04,

Series 'La casa del dragón'

Crítica: 'La casa del dragón' 1x04, deseo, placer y política sexual en el mejor episodio de la serie hasta el momento

Repaso con spoilers al episodio 'El rey del Mar Angosto', en el que una aventura, un rumor y una mentira sellan el futuro de los personajes

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En el episodio de esta semana en La casa del dragón no ha habido fuego ni sangre, pero la serie no ha necesitado batallas ni gritos de dracarys para dejar su mejor episodio de la temporada, en el que cada escena es memorable y tiene algo que decir sobre los personajes y el lugar que ocupan en el tablero de este juego de tronos. 

Podríamos detenernos en cada secuencia, desde el humor cínico de Rhaenyra en su tour por Poniente entrevistando candidatos, al regreso triunfante de Daemon, coronado como rey del Mar Angosto, y dispuesto a hincar la rodilla ante Viserys, la obra de teatro o la historia de la daga de acero valyrio que lleva impresa la profecía, sin embargo, los mejores momentos de esta gran hora de televisión son los más íntimos y tienen a Rhaenyra y Alicent como espejo y contrapunto.

Ira Parker, guionista de Better Things, firma este episodio que está dirigido por Clare Kilner, la primera mujer que se pone detrás de la cámara de esta franquicia en ocho años, desde que Michelle McLaren dirigiera el 4x05 de Juego de tronos. Para ambos es su estreno en el universo de Canción de hielo y fuego y salen airosos de un episodio cargado de política sexual que tenía mucha tela que cortar y necesitaba precisión en sus puntadas.

['La casa del dragón' 1x03 - Una batalla épica y espectacular a la altura de 'Juego de tronos']

"Los Targaryen tenéis extrañas costumbres"

En la serie original ya habíamos visto relaciones incestuosas, aunque allí eran motivo de juicios morales, sin embargo, en Poniente estas han sido una forma de mantener la pureza de la sangre de algunas casas y también de su poderío. Especialmente entre los Targaryen, para quienes el incesto es una tradición. Por eso Otto Hightower sugirió a su nieto Aegon de dos años como prometido para Rhaenyra, y tal como recuerda Daemon, Aegon el Conquistador se casó dos veces, y lo hizo con sus dos hermanas. 

La química entre Matt Smith y Milly Alcock, los actores que interpretan a Daemon y Rhaenyra, príncipes Targaryen y tío y sobrina, es fundamental en este episodio para crear tensión sexual y hacer más potente su escena en "la casa del placer", a pesar de las barreras socioculturales que tenemos como espectadores. Y el episodio se apunta un logro con respecto a cómo se describen sus incómodas interacciones en Fuego y sangre.

La clave está en la elección del punto de vista y la motivación de Daemon. Al margen de la diferencia de edad entre ambos (que en 2022 y en la era pos MeToo leemos como una situación de abuso) desde el guion se elige que estas secuencias le sirvan a Rhaenyra como aprendizaje de que, a pesar de que el matrimonio es un acuerdo político y su deber como heredera al trono, el sexo es un placer tanto para la mujer como para el hombre y puede encontrarlo en personas distintas al marido que deba elegir por conveniencia.

Rhaenyra no quiere acabar como su madre, a la que "obligaron a parir herederos hasta que murió", pero ese viaje más allá del muro le enseñó que puede aprender a sacar el mayor partido de la situación que le ha tocado vivir, a pesar de que como mujer no pueda vivir tan libremente como lo hacen los varones y de que deba ceñirse a lo que se espera de su género.

Alicent y Rhaenyra en el episodio 4 de 'La casa del dragón'

Alicent y Rhaenyra en el episodio 4 de 'La casa del dragón'

Deseo, placer y política sexual en Poniente

"Con sangre de dragón, inquieta y caótica", tal como la describe su padre, la princesa regresa a su habitación excitada, después de que Damon la abandonara (quizá en parte porque no se atrevió a cruzar esa línea con su sobrina, pero seguro por su impotencia) y decide satisfacer su deseo con Criston Cole, su fiel guardián.

La escena se despoja de la pasión incontrolable y animal que puede caracterizar a estos momentos en pantalla, y da paso a un momento romántico y sensual en el que ambos se toman su tiempo para quitarse la ropa. Está rodada con female gaze (mirada femenina), como aquella de la primera temporada de Outlander que tanto nos sorprendió hace unos años, pero presenta complejidades porque hay un desequilibrio en la relación de poder entre los personajes, y tanto el guion como la dirección y la interpretación se hacen cargo de ellas.

Rhaenyra va ropa de paje, por lo que no tiene que quitarse ni el corsé, es Criston Cole quien debe despojarse de todas las aparatosas piezas de su uniforme, haciendo énfasis en la capa blanca como símbolo de la castidad que juró en su nombramiento como Guardia Real. Esto es importante, también que se muestre dubitativo y que llegue a decir que no en más de una ocasión, porque a pesar de que ambos se desean y disfrutarán en la cama por igual, es una situación de abuso de poder que en términos contemporáneos entra en la categoría de acoso sexual laboral. De haberlo querido realmente, al final, Criston no podría haber negado su consentimiento.

Como tampoco puede hacerlo Alicent. El montaje paralelo entre la libertad de Rhaenyra y las obligaciones maritales de la reina es tan efectivo como incómodo de ver. Viserys podría ser el abuelo de Alicent, y no es que queramos ser superficiales, pero además de que el cuerpo del rey está lleno de pústulas, la joven Hightower no siente ningún tipo de atracción por su marido, simplemente acude a su habitación porque es su deber hacerlo cuando él así lo requiere. Y solamente para satisfacer el deseo de él, el de ella nunca se ha tenido en cuenta y no ha llegado a conocerlo. Tal como dice Rhaenyra, está encerrada en un castillo obligada a parir herederos.

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Viserys y Rhaenyra pactando su futuro.

Viserys y Rhaenyra pactando su futuro.

"No importa la verdad, solo las consecuencias"

En el primer acto pudimos disfrutar de una bonita escena entre Alicent y Rhaenyra, después de que la segunda le mostrara su apoyo cuando Viserys, borracho, dejó en ridículo sus sugerencias. Ellas se echaban de menos y nosotros también.

Esa complicidad y cariño se manifiesta nuevamente en el último tramo, cuando Alicent confronta a Rhaenyra en un momento en el que combina decepción, ganas de ayudarla y celos, tanto por ella como de la libertad de la que disfruta. A pesar de que quien ha llegado con la información es su padre, Alicent le cree a la princesa cuando jura que sigue siendo virgen. Después de todo, se lo jura por su madre muerta. 

La reina interviene por Rhaenyra ante Viserys recordándole que, por mucho que no negara los hechos, Daemon nunca se ha caracterizado por su honestidad y transparencia, reforzando así la idea que tuvo el rey en el encuentro con su hermano, en el que lo acusó de estar dispuesto a todo por su ambición por el trono.

Con lo que no contaba Alicent es que esto fuera a derivar en el despido de su padre como Mano del Rey después de tantos años al servicio de la Casa del dragón. Porque eso es lo que acepta hacer Viserys después de reunirse con su hija, y de que ambos pactaran cumplir con sus responsabilidades, él como rey y ella como heredera y actual "problema político", quien por cierto, con tantas cosas por comentar casi olvidamos decir que ya tiene asiento en el consejo y quien le rellene su copa. 

Como cierre perfecto de un episodio lleno de grises y matices en cada interacción, la taza de té del día después, porque lo que importa en Desembarco del Rey no es la verdad sino las consecuencias, y es mejor evitar las indeseadas. 

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