Teresa Fernández-Valdés, la Shonda Rhimes española, pide paso: "Ahora quiero contar mis historias"
La cofudadora de Bambú Producciones ('Velvet', 'Las chicas del cable') estrena su nueva serie en Amazon Prime Video la comedia de detectives 'Un asunto privado'.
Teresa Fernández-Valdés pide paso. Da igual que la gallega hiciera historia en 2016 al ser nombrada por The Hollywood Reporter como una de las 20 mujeres más poderosas de la televisión mundial. Velvet, Gran Hotel y Las chicas del cable fueron algunas de las series que han convertido a Bambú Producciones (fundada en 2007 por Fernández-Valdés y Ramón Campos) en una factoría de éxitos y en la productora elegida por la mayoría de plataformas de streaming para iniciarse en creación de series originales. Un asunto privado es su última apuesta, una comedia de detectives para Amazon Prime Video que lideran Jean Reno y Aura Garrido.
Galicia, 1948. Una atrevida joven de clase alta con alma de policía, Marina Quiroga, que se propone dar caza al asesino en serie que acecha la zona. Su mayor aliado será su mayordomo, un hombre discreto y servicial cuya sensibilidad y audacia le sitúan siempre en el punto clave de la investigación. Esta atípica pareja luchará contra los prejuicios de la época y la resistencia de las autoridades para llevar al culpable ante la justicia.
Con su nueva serie, Fernández-Valdés inicia una época profesional de empoderamiento en la que "ha llegado el momento de sacar mi pistola". La showrunner de Un asunto privado vuelve a ser fiel a su forma de entender la ficción: feminista, preciosista y con un mandamiento insalvable: entretener pase lo que pase. Su visión del negocio y la industria la emparenta directamente con Shonda Rhimes, reina de la televisión en Hollywood que también ejerce un férreo control creativo de sus series.
¿Cómo nace Un asunto privado?
Gema Rodríguez Neira, la directora de desarrollo de Bambú, tenía la intuición de que había que renovar el género detectivesco. Nos propuso la historia de una mujer con su mayordomo que investiga crímenes. A raíz de eso nos pusimos a trabajar en ello Ramón y yo también, y entre los tres creamos lo que hoy es Un asunto privado.
Al principio, pensamos en tener de protagonistas a una pareja de gente joven, que él perteneciera a una familia de policías y él a una de mayordomos. Lo que nos dimos cuenta es que podíamos caer en tentación de emparejarlos y no nos apetecía hacer eso. Contar con un personaje de más edad nos permitía poder contar con un actor de peso. Era nuestra primera serie para Amazon y ellos querían una cara de reclamo internacional, no solamente española. Como la figura de ella la teníamos clarísima, pensamos que sería más interesante contrastar la pareja y que él tuviera mucha más edad que ella. También en las personalidades: ella es la atrevida, la inconsciente, y él es el miedica, el protector.
¿Fue ahí cuando surgió el nombre de Jean Reno?
Sí. A Amazon le apetecía muchísimo trabajar con él y a nosotros, imagínate. Lo más difícil era convencerle de que viniese a España, porque él vive en Nueva York. Había que conquistarlo. Lo conseguimos, se vino a Madrid y de pronto apareció una pandemia mundial. Al principio íbamos a hacer parte en Cataluña, parte en Madrid. Luego parte en Bilbao, parte en Madrid. Cuando estalló todo, lo que quisimos es huir de las grandes ciudades. Galicia era entonces uno de los lugares con menos incidencia. Jean tenía una edad peligrosa para la primera ola de COVID-19 y preferimos no arriesgarnos.
La verdad es que yo pensé que este hombre un día me diría “oye, yo te dije que sí en un momento en el que la vida era otra. Tengo mi familia en Nueva York y hay una pandemia mundial. Estoy preocupado”. Y no pasó eso, se quedó allí. Creamos una burbuja y fue una experiencia increíble. Creo que en realidad llevamos la pandemia bien gracias a esta serie.
En España la primera policía mujer llegó en los años 80. ¿Por qué decidiste anclar la historia en los años 40?
La serie arranca en 1948. Uno de los primeros impulsos fue ambientar más tarde la serie, pero Amazon quería hacer algo de época. Habían visto otras series nuestras y querían una historia en esa línea. Nos encajaba además con el rol del mayordomo. Entonces encajaba que pudiera estar muy preocupado y muy ocupado atendiendo a una familia como si fuera la suya. Poco después esa figura en España empezaba a ser un poco increíble, era nuestro temor.
Los años 40 nos permitieron ponerle mucho más límites a Marina, también tecnológicamente. El personaje tiene una mente científica. Nos apetecía que ella misma fuera creadora de ciencia. Los años 40 nos permitía situarnos en un momento en el que le iba a costar conseguir las pruebas o las claves del crimen. Sus avances tendrían que ver más con su ingenio y su posición, más que con un CSI científico que nos permitiese dar con la clave.
Tampoco te voy a mentir, queríamos hacer una serie atractiva visualmente y nos permitía crear unos looks muy divertidos para Marina. Queríamos crear un vestuario que se transformara, que pierde piezas que forman parte del discurso. Iban a ser capítulos en los que va a estar investigando y no va a tener tiempo de cambiarse, así que pensamos eso para poder explorar todo el potencial de la moda de la época. En cada capítulo aparecen distintas expresiones de su ropa de los años 40, pero siempre partiendo de un look inicial.
En tus series no haces ficción histórica, sino época. ¿Cuáles son las reglas que te impones cuando haces series ambientadas en el pasado?
Yo pienso mucho en el público y yo como público consumidor. Las series de este tipo son series que lo que pretenden es entretener. Hay otras que tienen más peso histórico, como Jaguar. Ahí tuvimos un trabajo de documentación muy profundo. En el caso de Gran Hotel también, aunque siempre nos documentamos para saber qué límites podemos cruzar y cómo podemos hacerlo. No queremos ser esclavos de la historia. Queremos que la historia sea un elemento atractivo dentro de nuestra ficción, y que todo lo que la historia de esa época nos ofrezca para sumar, se lo incorporemos. Si algo es un lastre, lo obviamos.
A veces bromeamos con esos detalles. En el primer capítulo hacen referencia a que iban a pillar a Al Capone con un pelo, por ejemplo. Estas series no son como una novela histórica con la que el espectador está intentando documentarse y aprender. Aquí lo que quieren es entretenerse. Nos gusta que el espectador pueda encontrar referencias a la realidad, pero jugamos con los tiempos. Si Marina tiene vestuario adelantado a su tiempo, mencionamos que lo ha conseguido de estraperlo. Cuando trabajamos con la época en Bambú, nos preguntamos qué es lo que nos proporciona interés y atractivo para el público y qué es lo que nos lastra. Y ahí es donde se marcan los límites.
También es muy particular el uso de la música en tus series. Ya pasaba en Velvet o Las chicas del cable. Levantan pasiones. También aquí.
Este tema siempre me hace gracia. La música de Velvet parecía muy marciana de primeras, y luego fue un éxito. El propio David Pinillos, director de Un asunto privado, me dijo algo que me apuntó en un post-it: “La música de Velvet es una desgracia” (ríe). En términos de locura, se refiere. Me ha pasado en otras producciones, también ahora con la serie que estoy haciendo de Nacho Vidal. Es verdad que yo soy osada con la música. A veces me saldrán algunos pastiches horrorosos y otros sumará a la serie. Creo que la música evoca mucho las sensaciones y ayuda al espectador a posicionarte en acción, thriller, comedia…
En este caso es una serie que mezclaba distintos géneros. Cuando estábamos creando la serie, a veces pensaba en lo difícil que iba a ser conectar con el espectador. Queríamos que el público se divirtiera y luego pasara un poco de miedo. La música nos ayuda a ser hilo conductor. Enseguida te da la clave de las emociones. También nos ayudaba a generar más misterio. Cuando estás en el puerto, por ejemplo, y te persigue la música, te acompaña su persecución. Cuando después ella se encierra en la caseta, que la música te siga acompañando hacia un lugar oscuro te dice que el peligro sigue ahí.
Es verdad que trabajo mucho con los músicos, es un tema en el que me involucro mucho. Normalmente con Lucio Godoy, aquí con Vanessa Gardel. Con él he hecho Velvet, Gran Hotel, Instinto… Fue él el que me propuso a Vanesa. Nos apetecía contar con una compositora, porque Un asunto privado ya estaba muy determinada por una mirada femenina. Hemos disfrutado mucho, pero también hemos sufrido. Cuando trabajas con una productora como yo, que soy muy pesada, puede pasar tiempo hasta que damos con el toque adecuado. Ha sido un viaje, pero Vanesa ha trabajado muchísimo. A veces le daba miedo los cambios de tono, pero yo la animaba a hacer esos saltos para mostrar todos los lados de Marina.
No sé si eres pesada o no...
Sí que lo soy.
Cuando veo tus series siento que hay una voz y un concepto muy concretos. Cuando la gente habla en términos de autor, no suelen referirse a este tipo de historias. Como Marina y tantos otros personajes que has creado, ¿te has sentido alguna vez como esa mujer que tiene que luchar para que se escuche lo que tienes que decir?
Mira, creo que estoy precisamente en ese momento. Ramón y yo fundamos Bambú Producciones. Él nació para esto. Es escritor desde los 8 años y tenía muy claro que quería ser productor y guionista. Yo asumí más esa faceta de producción, de coordinadora de producción que se encargaba de la búsqueda de financiación… en definitiva, de la parte más cercana a la gestión. La realidad es que yo conocí a Ramón en contexto creativo y lo que quería era escribir historias.
Durante muchos años dediqué mi vida a la parte de producción, pero cuando Bambú ya funcionaba y tienes a un equipo en el que confías, sentí que había llegado el momento. Ahora quiero contar mis propias historias. No me he encontrado con dificultades, pero he tenido que rehacerme. Cuando la gente ya te asocia a que tú eres la parte de financiera, económica, de gerencia, de coordinación, de equipo…
Me he encontrado con equipos de guion que decían “ah, que ahora Teresa escribe”. Y no creo que sea así. Siempre estuve ahí
Cuando de repente dices que quieres contar tu historia, te miran raro. “Ah, pero tú…”. No lo digo por Ramón y Gema, porque ya sabían lo dentro que he estado siempre, pero sí me pasó con los guionistas, por ejemplo. Me he encontrado con equipos de guion que decían “ah, que ahora Teresa escribe”. Y no creo que sea así. Siempre estuve ahí.
Nuestra primera serie nacional fue Desaparecida, que la hicimos con el Grupo Ganga. Recuerdo una noche que Ramón tenía migrañas y estaba muy malo, pero había que sacar un guion. Le dije: “no te preocupes, yo lo acabo”. Recuerdo que la mañana siguiente uno de los actores comentó que se notaba que había una mano nueva detrás. No era ni mejor ni peor, pero estaba ahí. Durante muchos años no he llevado la voz cantante en términos creativos, pero ahora ha llegado el momento de sacar mi pistola.