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Alfredo Castro ha pasado 17 horas en un avión para llegar desde su querida Santiago de Chile a San Sebastián. Tres años después de su primera visita al festival donostiarra con las explosivas El principe Algunas bestias, el actor de 66 años participa por primera vez en la Sección Oficial del certamen con El suplente, del argentino Diego Lerman (Una especie de familia). 

El chileno pertenece a ese raro grupo de actores que, como Judi Dench e Ian McKellen, alcanzaron su cima profesional en el tercer acto de sus carreras. Descubierto en 2006 por Pablo Larraín (director de películas tan diferentes como NoEl club o sus personales biopics de figuras tan mediáticas como Diana de Gales y Jackie Kennedy), Castro es una bestia de la interpretación que ya estaba considerado como uno de los mejores actores de la historia de su país antes de ponerse ante una cámara de cine por primera vez pasados los 50. 

En El suplente, Lucio es profesor en la carrera de Letras de la prestigiosa Universidad de Buenos Aires. La vida académica, sin embargo, ya no lo motiva: quiere llevar su conocimiento donde pueda hacer una diferencia, como enseñar literatura en un barrio de la periferia de una zona marginal del conurbano bonaerense. Lucio deberá apelar a todo su ingenio para sacar adelante sus clases y al mismo tiempo, cruzará todo tipo de límites morales y prejuicios sociales para intentar salvar a Dylan, su alumno favorito, perseguido por un grupo narco en busca de venganza.

La nueva presidencia de Gabriel Boric, su relación con la fama tardía, las desigualdades socioeconómicas en Latinoamérica y su necesidad de dejar de interpretar monstruos en pantalla son algunos de los temas que surgen durante su conversación en San Sebastian con SERIES & MÁS. 

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¿Cómo acabas en El suplente

Me llegó el guion de Diego y me pareció muy importante la película. Tengo la convicción de que las películas pueden cambiar a un ser humano. El suplente tenía muchas capas de lectura. Políticamente la película me pareció notable por cómo se enfrenta a los problemas que tenemos en nuestra región. Los narcos están aprovechándose de las personas más vulnerables, entrando de forma subterránea con el microtráfico y la pobreza que hay en nuestros países. 

Hay una frase que dice tu personaje en la película. “Nadie se salva solo”. ¿Estás de acuerdo con esa tesis? 

Absolutamente, sobre todo en el momento en que todo ese todo es tan egoísta. No todo el mundo está en modo selfie: yo, yo, yo yo. Creo que lo que plantea esta película es una cadena emocional y familiar simbólica muy importante. Es fundamental tener una estructura social que pueda amparar, proteger y educar a las nuevas generaciones.

Diego ha hablado muchas veces de la clase media en su carrera. Aquí muestra a un personaje que vuelve la mirada a sus orígenes y decide seguir el camino de su padre intentando resolver un problema que, sobre el papel, le resulta ajeno. 

Tengo la sensación de que el mundo ha entrado en terrenos muy poco éticos y muy poco humanos. En Latinoamérica los niveles de pobreza y desigualdad son cada vez peores. Hace poco se me ocurrió decirle a mi hija que yo era de clase media y casi me mata. Se han desplazado los conceptos mucho. Una persona de clase media ahora es alguien que tiene acceso a la universidad, a educación, a un coche. Los niños que están en la película me emocionan, pertenecen a este mundo que la película refleja. Personalmente me ha tocado trabajar en muchas películas con chicos muy vulnerables que no son actores y que te obligan a instalarte en otro lugar con la humildad y la pasión que ellos se entregan al trabajo. 

No hiciste tu primera película hasta 2006. Hasta entonces siempre habías estado más vinculado con el teatro. ¿Te esperabas ya dar el salto a esa edad? 

Fue muy tarde. Yo estaba viejo ya. Empecé a hacer teatro en el año 77. Fundé mi propia compañía en el año 89 y tuve mi propio teatro el 2002. Ese trabajo en teatro por supuesto ha sido importantísimo, aunque en la transición a la pantalla tuve que desmontar todo eso. No es posible actuar en el cine como lo haces en el teatro. A mí me cambió la vida el día que Pablo Larraín me dio un guion y me propuso hacer una película. Ese paso fue muy importante.

A mí me cambió la vida el día que Pablo Larraín me dio un guion y me propuso hacer una película. Es mucho menor que yo, pero le debo todo en esta materia

Alfredo Castro, actor de 'El suplente'

Te declararon el tercer mejor actor de la historia de Chile en 2006, antes incluso de hacer tu primera película. Habías hecho series y teatro. ¿Cómo es alcanzar tu estado de plenitud cuando la mayoría de actores emprenden el camino contrario?

Creo que tiene que ver con el amor que uno siente por lo que hace. Suena un poco exótico, pero para mí es una vocación que tuve desde siempre y soy muy feliz de haber podido cumplirla. Soy uno de los afortunados del mundo que puede hacer lo que le gusta y que se gana la vida haciendo lo que le gusta. Durante mi carrera, yo sí he sentido que con una obra de teatro puedes cambiar y ayudar a alguien que está en una circunstancia de crisis o problemas. Y el cine igual. Siempre me he tomado mi trabajo como una labor social, como si estuviera devolviendo al mundo la educación que me dio. Me gusta pensar que lo que yo hago puede también darle a otro una satisfacción, que es un poco lo que pasa en la película. 

Tienes una carrera muy larga. Cuando vas por Chile y te paran por la calle, ¿de qué trabajos te hablan? 

Al principio me hablaban sobre todo de mis trabajos en televisión. Yo he trabajado 25 años en ese medio. He hecho de todo, desde culebrones hasta comedia. Fue un descubrimiento para mí. Empecé trabajando 15 años en el teatro. Después llegó la televisión y estuve ahí otros 25 años. Y de repente, a los 52, apareció el cine. De pronto apareció Tony Manero. La película de Pablo Larraín se hizo famosa en Chile gracias a la piratería. Todavía me acuerdo del primer día que un taxista me dijo que le había encantado Tony Manero. Me di cuenta de que otro tipo de gente se estaba acercando por primera vez a ese tipo de cine. 

Alfredo Castro, durante una visita al Festival de Málaga.

¿Apoyan las autoridades al cine chileno como sí hacen por ejemplo en México o España?

Hay muy pocas ayudas. Tenemos un problema importante, aunque no es del gobierno, sino del Estado de Chile. Son ellos quienes controlan los fondos culturales que empezaron hace muchos años con el presidente Ricardo Lagos. Fue muy importante porque hasta entonces no había nada. Lo que pasa es que todos los años se presentan como 500 películas y las que reciben ayudas son 5. El cine chileno necesita más apoyo institucional. 

¿Cuál crees que es el impacto de Pablo Larraín en tu carrera?

Pablo es un maestro. Acabo de terminar de filmar con él otra película, El Conde, una interesantísima historia sobre la dictadura en la que Pinochet es un vampiro. Hago de un torturador que está preso en Chile y que tiene una condena de 900 años porque fue el torturador más salvaje que hubo en todo ese tiempo atroz. Es una producción muy grande de Netflix. Después de muchos años nos hemos encontrado de nuevo y fue como si nunca nos hubiéramos separado. Fue un encuentro cariñoso. Pablo es mi maestro en el cine. Es mucho menor que yo, pero le debo todo en esta materia. 

Es el momento de dejar atrás la figura del político viejo, un Dios que sabe todo, que todo lo impone, que lo que él dice es ley

Alfredo Castro, actor de 'El suplente'

Nunca has aparecido en una de sus películas en inglés. 

Pablo está dividido en dos. Pablo está dividido en dos. Por un lado están los proyectos que hace en Nueva York y Los Ángeles, y por otro lado están los que hace en Chile. Me gustan los dos, pero tengo debilidad por lo que hace con su imaginario en su país. 

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En el cine has hecho papeles muy extremos, como Algunas bestias y El príncipe. ¿Te has marcado límites como actor, hay algo que no volverías a hacer? 

Esos dos casos son tremendos. Creo que toqué fondo con Algunas bestias. Como actor los papeles que te ofrecen tienen mucho que ver con lo último que has hecho y lo más reciente que han visto de ti. Estoy intentando salir de esa película con personajes como el de El suplente, más cálido y más protector. Vengo de hacer muchos monstruos. Algunas bestias es una película que ya no puedo ver, por ejemplo. No me apetece volver a hacer escenas como la del abuso en esa película. Creo que es lo más peligroso que he hecho nunca como actor.

Has dirigido mucho teatro. Ya llevas 15 años haciendo cine. ¿Nunca te has planteado hacer una película como director? 

Sí que me gustaría. Llega un momento en que estás en un rodaje diciéndole a un director: ¿Y si filmamos desde aquí? ¿Qué te parece si decimos esto? Cuando pasa eso, quizás ha llegado el momento de que hagas tú una película, sea cual sea la que quieras hacer, y no andes jodiendo al resto. Estoy pensándolo. Me da miedo, pero creo que voy a buscar protección en Pablo para que me ayude y me dé el impulso para ver si lo hago. Estoy escribiendo dos cosas, una más tradicional y otra más, no sé cómo decirlo, profunda y complicada. 

Fotograma de 'Algunas bestias'.

En Latinoamérica se trabaja en todas partes, en un montón de países. ¿Te han llamado en Hollywood alguna vez más allá de Narcos?

Nunca. Hace poco estrenaba en Chile una película que se llama Inmersión, un thriller sobre el problema de los territorios mapuche. Están hablando de que la película puede representar a Chile en los Oscar y me preguntaba una periodista si me interesaba ir a Hollywood. Yo no quiero hablar mal, no vaya a ser que me llamen. Me encantaría si fuera un muy buen guion, con una muy buena directora o director, si tuviera un buen sueldo. Lo que pasa es que yo ya estoy viejo para pensar en eso, ¿entiendes? Si tuviera 25 o 30 años, no lo dudaría. Iría a aprender inglés y buscarme la vida, pero para mí actuar es tan orgánico, tan metabólico, que actuar en otros idiomas me ha costado. 

En Chile estáis viviendo tiempos de cambio con la nueva presidencia de Gabriel Boric. Qué te parece tener un presidente tan joven? 

Me parece maravilloso. Me parece que la gente lo quiere mucho, que lo admira mucho y es un tipo que está poniendo otro tipo de poder en el lenguaje. Todo el gabinete de ministros es gente muy joven. Me gusta mucho como reivindican el derecho a cambiar de opinión y a arrepentirse de las cosas. Se ha instalado la figura del ser humano que puede equivocarse, puede replantearse las cosas, puede reestructurar algo, puede hacer algo malo y cambiarlo. Es el momento de dejar atrás la figura del político viejo, un Dios que sabe todo, que todo lo impone, que lo que él dice es ley. Estos chicos han instalado un mundo que me fascina, donde la duda, el respeto, el cariño, la libertad y la honestidad son importantes. La gente le quiere mucho, y es por algo.