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Puede que no sepas (todavía) su nombre, pero en el último lustro Léa Mysius se ha convertido en la guionista más buscada del cine francés, colaborado con titanes como Claire Denis (Stars at Noon), Jacques Audiard (París, distrito 13), Arnaud Desplechin (Oh, Mercy!, Los fantasmas de Ismael) y André Téchiné (L'adieu à la nuit). A sus 33 años y con su segunda película como directora, Mysius se estrena en el cine de género con Los cinco diablos, un drama con toques fantásticos que se estrenó en el Festival de Cannes antes de pasar por Sitges. La película, protagonizada por Adèle Exarchopoulos, acaba de llegar a los cines españoles. 

Tras contar en Ava la historia de una adolescente que descubre que va a perder la visión, Mysius cambia de sentido (de forma completamente accidental, promete a SERIES & MÁS) para hablar del viaje de Vicky, una niña extraña y solitaria que tiene un don mágico: puede reproducir cualquier aroma que le guste. La niña ha capturado en secreto el olor de Joanne (Adèle Exarchopoulos), su madre, por la que siente un amor salvaje y desmesurado. Cuando la hermana de su padre irrumpe en su vida, Vicky reproduce su olor y se transporta a recuerdos oscuros y arcaicos que la llevan a descubrir los secretos de su pueblo, su familia y su propia existencia.

[La vida de Adèle, donde las retinas explotan]

¿Cómo has vivido el paso por un festival tan importante en el cine de género como es Sitges? 

Me encantó ir a Sitges. Había escuchado hablar del festival, pero no había estado nunca. También es la primera vez que hago una película de género. Lo que me gustó mucho del festival es esa entrega de los espectadores. En cuanto llegas a la ciudad, notas ese entusiasmo. Llega hasta a las propias salas. Es evidente que la gente que va a Sitges va allí a pasárselo bien. No es lo habitual. En los festivales más serios esto no ocurre tan fácilmente. Quise hacer Los cinco diablos porque me apetecía rodar algo lúdico, espectacular y entretenido. Seguramente hubiera podido contar la misma historia de una forma psicoanalítica y más seria, pero quería hacer algo así y Sitges era un sitio perfecto para enseñarse al público. 

El olor es, sobre el papel, el menos cinematográfico de todos los sentidos. ¿Fue eso uno de los alicientes para desarrollar esta historia?

Ese fue el gran desafío que tenía esta película. Mi primera película, Ava, hablaba de una chica que tenía que prepararse para perder la vista. La vista, quieras o no, es un sentido más cinematográfico. Es más fácil jugar con ella con la cámara. Ha sido algo casual hacer dos películas seguidas sobre los sentidos, pero desde el principio tuve la idea de contar la historia de una niña extraña con un don para reconocer los olores mucho más que cualquier ser humano al uso. El reto era saber cómo filmar lo invisible. Decidimos empezar con imágenes concretas, como los tarros que se llenan de cosas que ella huele. Los traduces se traducen en imágenes, y estas llevan a la niña al pasado. 

Las otras herramientas del cine también te pueden ayudar a transmitir muchas cosas. La compositora [Florencia Di Concilio] fue fundamental a la hora de retratar esos olores. También puedes cambiar el soporte, el formato de la imagen o la iluminación. De repente lo invisible se convierte en sensación. No pretendo que nadie se imagine que ha olido a rosas viendo Los cinco diablos, pero lo que sí me gustaría es que cuando el espectador abandona la sala haya sentido algo. 

Sally Dramé, protagonista de 'Los cinco diablos'.

Tú estudiaste cine antes de empezar a escribir y dirigir. ¿Te gusta revisar obras de otros directores cuando estás trabajando en tus proyectos? 

Tuve muchísimas influencias mientras preparaba esta película. La verdad es que en Los cinco diablos hay referencias conscientes e inconscientes. Creo que lo que más me ha marcado en esta película es la literatura. Fue un momento en el que estaba leyendo a muchísimos autores estadounidenses, como Maya Angelou, Jonathan Franzen, James Baldwin y Jim Harrison. Ahí empecé a pensar en los personajes mitificados, porque quería hacer un fresco intimista de los personajes de la película. Quería darles su propia historia y su importancia a cada uno de ellos, que no estuvieran solo esbozados, como pasa muchas veces en el cine. También me apetecía mucho ambientar la historia en un paisaje mítico y un paisaje con muchísimo peso. 

En cuanto al cine, tenía en mente películas como El resplandor y Twin Peaks (un referente que todavía se nota mucho hoy en día). Hay muchas más, pero no es consciente. No es como cuando un realizador te dice que quiere hacer una película tal y como la hacía alguien a quien admiran. Para nada. Por eso creo que me he quedado una película tan barroca, creo sinceramente que Los cinco diablos es como un mosaico de todas las cosas que me han marcado y me interesan. 

Has trabajado como guionista para gente como Claire Denis, Jacques Audiard, Arnaud Desplechin y André Téchiné. ¿De qué formas crees que alimenta esa parte de tu carrera tu trabajo como directora?

Desde un punto de vista técnico he aprendido muchísimas cosas. Me encanta trabajar para otras personas, lo reconozco. He tenido mucha suerte de colaborar con directores tan importantes como esos. Ahora bien, no creo que sea algo que haya influenciado demasiado en los guiones que he escrito para mis propias películas. No intento trabajar como ellos. Me sirve más a nivel personal. Estas experiencias me han enseñado otra forma de ver el mundo y me parece muy enriquecedor tener acceso a otros puntos de vista. Lo que es muy útil también es ser testigo directo de cómo otro autor ve las cosas. 

Adèle Exarchopoulos, en un fotograma de 'Los cinco diablos'.

Adèle Exarchopoulos entró en la industria con La vida de Adèle, una visión muy polémica del amor entre dos mujeres. ¿Tuvo que ver esto en que la eligieras para ser la protagonista de Los cinco diablos?

La verdad es que no tuvo nada que ver esa película en mi decisión de contar con ella. Los espectadores seguro que lo van a pensar, lo entiendo, pero precisamente eso es lo que no quiere una actriz: ser encasillada en un personaje. Pensé en Adèle porque me parece alguien increíble. Es una actriz fantástica y como persona es totalmente opuesta a cómo es Joanne a los 28 años. El personaje es una mujer fría, contenida y que controla todo lo que pase. La vida dentro de Adèle bulle, explota y es chispeante. Me gustaba mucho ese contraste y ver cómo ella tenía que contener esa fuerza tan bruta que tiene. Quería llevarla a otro lugar y ver cómo se debate con el personaje y cómo lo construye, porque Joanne no era algo natural para ella como actriz. Fue muy interesante ver ese proceso.  

Carlota Pereda, la directora de Cerdita, contaba que creía que había tantas directoras haciendo historias de género porque las mujeres conocen muy bien el dolor y el miedo. ¿Estás de acuerdo? ¿Qué es lo que te atrae a ti? 

Me parece una reflexión preciosa. No me atrevería a generalizar personalmente, porque no sé cómo funciona el mundo, pero creo que en Francia sí que hay ganas de hacer las cosas de otra forma. Las bases del cine francés seguirán siendo las mismas pero hay una nueva generación de cineastas con un punto de vista diferente. No hay tantas mujeres como puede parecer, pero estamos ahí.