Borja Cobeaga: "La comedia en la tele se ha convertido en algo más autoral, el cine ahora tira más de fórmula"
El director de 'Negociador' estrena 'No me gusta conducir', su primera serie como creador, una comedia sentimental y tierna inspirada en su propia experiencia con el carné.
Borja Cobeaga está de vuelta con su primera serie como creador. El vasco, una de las voces más influyente de la comedia española moderna gracias a su trabajo como director y/o guionista en Pagafantas, la trilogía de Juan Carrasco, Ocho apellidos catalanes y Negociador, se estrena en el terreno de la comedia sentimental con No me gusta conducir. Juan Diego Botto protagoniza una propuesta que renueva el compromiso de TNT por una ficción con personalidad y que huye de las modas de la industria.
La casa de Todas las mujeres, Vota Juan y Maricón perdido estrena el próximo viernes 25 de noviembre una serie de inspirada por la propia experiencia de Cobeaga intentando sacarse el carné de conducir pasados los 40. Tras estrenarse como director con En los márgenes, Juan Diego Botto cambia de tercio y da vida a un profesor de universidad de 40 años ensimismado y gruñón que se siente obligado a sacarse el carnet de conducir por razones personales que el espectador descubre a lo largo de los seis episodios que forman uno de los estrenos de ficción española más interesantes en lo que queda de 2022.
SERIES & MÁS habló con Cobeaga de su regreso a la escritura después de cuatro años centrado en su labor detrás de las cámaras (hay una explicación para su ausencia), su conexión personal con la historia y el rumbo de la comedia española en cine y televisión, entre muchos otros temas.
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Has estado cuatro años sin estrenar nada como guionista. ¿Ha sido una desconexión buscada?
Creo que se han juntado un par de cosas. Había un par de proyectos míos, una serie y una película, que no fructificaron. Estuve trabajando en ellos durante bastante tiempo, pero al final no se hicieron. Es lo habitual, pero afortunadamente a mí no me había pasado hasta ahora. Mi experiencia había sido que si escribía un guion, se dirigía. Si quería hacer una película, la hacía. Creo que la peli solo hacía me gracia a mí y la serie no salió. Eso también coincidió con un momento de cierta ansiedad que me hizo querer rodar, ya antes incluso de la pandemia, independientemente de que fuera un guion mío o no. Por eso participé en Vamos Juan y Justo antes de Cristo. Es verdad que hacía bastante tiempo que no estrenaba nada mío en el sentido de haberlo escrito, dirigido y tal.
Entonces no fue una cuestión de miedo a la página en blanco.
No. La verdad es que nunca he escrito tanto como todo el trabajo previo que hice para esa serie que finalmente no salió. Nunca había creado una serie desde cero. Es algo que me daba muchísimo respeto. Tenía claro que esa historia tenía que ser una serie, porque no encajaba en una película, pero sí me imponía desarrollar algo mío al 100%. Soy consciente de las diferencias entre una serie y una película, y sentía mucha admiración por ese trabajo que tenía que hacer. Más que la página en blanco, fue el reto de hacer una serie mía por primera vez.
TRÁILER DE NO ME GUSTA CONDUCIR
Viendo No me gusta conducir parece que es una versión más sentimental del Borja Cobeaga que siempre hemos visto.
Creo que hay dos factores importantes. El otro día presentamos la serie en la Academia. Presentó la proyección Diego San José, mi socio desde hace 20 años. Él dijo que este cambio de rumbo tenía que ver con mi paternidad, pero creo que también tiene que ver con quien ha producido la serie, TNT. Ellos ya han hecho comedias diferentes a las que se suele hacer, como la trilogía de Juan Carrasco y Maricón perdido. Yo sentia como un empuje hacia la comedia tierna o sentimental. Me apetecía desde hace tiempo, pero me he resistido un poco por una especie de cinismo de base que me sale. Al final me he dado cuenta de que era lo que mejor le venía a esta historia y me he dejado llevar.
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Todo el mundo recuerda cómo fue su experiencia sacándose el carné. ¿Hasta qué punto te influyó a ti en la creación de No me gusta conducir?
En la serie hay muchísimos detalles que me pasaron a mí. Con el paso de los capítulos, esa base autobiográfica deja paso a algo más fabulado. Aunque estén manipuladas algunas cosas, aunque haga de mí Juan Diego Botto, aunque haya un montón de elementos inventados… la mayoría de las cosas que salen en la serie están muy conectadas con lo que he vivido. Más que suspender muchas veces, yo era un caso raro porque mi profesor quería que me presentase y yo solo quería hacer más clases más clases. Me saqué el carné en el cuarto intento, pero técnicamente debería haber aprobado a la décima.
Tenía una conexión directa con esa cosa de ser un cuarentón torpe, cuando notas que algo se te da mal y aún así miras por encima del hombro al resto de alumnos porque cualquier chaval cabeza loca aprueba la primera y a ti te cuesta. En ese sentido es una serie muy personal, aunque he hecho No me gusta conducir en un tercio de tiempo del que tardé en sacarme el carné. Básicamente.
Cuando eres mayor, supuestamente eres más consciente, pero también eres más torpe precisamente porque eres mayor. Creo que es algo que viví desde el proceso y desde luego cuando estaba haciendo la serie. Cuando estaba sacándome el carné, no pensaba que podía hacer una serie, pero cuando empecé a hablar con gente sobre sus experiencias con el carnét fue cuando fui consciente de que podía haber una historia en todo esto.
Cuando estaba sacándome el carné, no pensaba que podía hacer una serie, pero cuando empecé a hablar con gente sobre sus experiencias con el carnét fue cuando fui consciente de que podía haber una historia en todo esto
La pregunta es inevitable después de ver la serie. ¿Por qué te quisiste sacar tú el carné con 40 años?
Me regaló mi mujer un vale para la autoescuela. Ella estaba un poco harta de tener que conducir siempre en los viajes largos. Ella es gallega y yo soy vasco, así que siempre teníamos que hacer viajes bastante largos desde Madrid. También fue importante mudarnos a las afueras. Si uno vive en el centro de Madrid, una ciudad que está bien conectada, apenas conoces a gente que tuviera el carné de conducir. Tener un coche en Madrid, Barcelona o incluso Bilbao es un marrón, pero la vida fuera del centro de Madrid obligaba a eso.
¿Por qué decides contar las motivaciones de Pablo al final del primer episodio?
Tenía muchas dudas con eso. Al principio la historia estaba mucho más basada en mi vida real, el hecho de tener un hijo y estar viviendo a las afueras. Por la experiencia que he tenido siempre, al final lo que mejor resulta es tener la realidad como base y después irte distanciando. Mi padre está vivo, pero no coge el coche desde hace ocho años. Él estaba pensando en coger un garaje para tenerlo. Eso me llevó a pensar acerca de la figura del padre, el coche y la masculinidad. Mi padre no entendió que no me quisiera sacar el carné cuando cumplí los 18. No le cabía en la cabeza que un hijo suyo que ha ido en coche siempre no se saque el carné.
Igual que había elementos de comedia, también había elementos de misterio. A mí me hacía gracia como estructura de guion que todo el mundo le preguntase porque se quería sacar el carné, que él les diera largas contestando a cada uno una cosa, y que al final del primer episodio lo supieses. Fue una cuestión de capricho de guionista, más que otra cosa.
¿Qué crees que tienen los coches para sacar esos personajes que encuentras en las autoescuelas o los taxis, ese fenómeno que aquí recreas con Lorenzo?
Hay una especie de microcosmos en el mundo autoescuelas de los profesores, con cómo hablan y cómo enseñan. Cuando estaba grabando la serie, hablaba con muchos amigos que tenían carné y me decían que no querían ir en coche con su padre. La figura del padre sentado al lado y sin conducir se hace raro tanto al hijo como al padre, por lo que creo que el tema de la masculinidad es importante. Las autoescuelas son su propio mundo.
Vayas a Cuenca una o dos semanas o vayas a una normal durante meses, te metes en un universo al que no perteneces antes de entrar y al que no perteneces tampoco después. Por mi profesor, los profesores de los que me han hablado o la cantidad de tutoriales que hay en YouTube, es una situación que se repite y que ha inspirado la serie. Aquí también ayudó mucho David Lorente, que se preparó mucho el personaje. Se metía en la parte de atrás de los coches de la autoescuela para observar cómo actúan los profesores.
Creo que el tema del coche, la paternidad, el mundo masculino y todo eso es algo que a lo largo del proceso de crear la serie surgió como uno de los rasgos más distintivos. La serie en realidad tiene una premisa muy tonta. Juan Diego Botto se reía de mí porque decía que cuando le conté la idea de la serie le pareció la cosa más inane del mundo. Yo le decía “va de un cuarentón que se saca carné” y yo lo contaba como si fuera la idea del millón, un high concept, cuando en realidad es la nada. Lo bueno es que esto te permite hablar de muchas cosas. A pesar de todo, no creo que esta sea una serie sobre la masculinidad. El problema del protagonista es una cosa más de identidad y de lo que se está convirtiendo.
Viendo a David o me gusta conducir, es imposible no acordarse de Juan Carlitros, uno de tus personajes más famosos y otro fan de los juegos de palabras.
Por supuesto. Yo a David le había visto en cosas como Historias para no dormir o Antidisturbios. Mi opinión de él cambió cuando le vi en teatro haciendo El bar que se tragó a todos los españoles, donde hacía mucha comedia. Esa obra me hizo pensar que alguien con tanta energía podría ser un cómico estupendo.
A la hora de escribir apliqué la misma técnica que tenía con Juan Carlitros, que era un poco como una estructura automática en el sentido de que quería hacer una comedia más tierna, más sentimental, que no tuviera chistes por segundo. Necesitaba un tempo muy concreto, pero cuando apareció el profesor de escuela, me permitía jugar a otra cosa. Aunque aunque sea muy exagerado el personaje, hay una vocación realista y David entendió muy bien lo que quería hacer con él. David representa los escapes a la locura en esta serie. Juan Carlitros también tenía algo de tío pesado, pero tierno.
Me cuesta muchísimo ahora mismo pensar en otro actor que pueda interpretar ese personaje. David dice que lo que más odia de ser actor son los cambios de vestuario. En No me gusta conducir él va vestido igual durante toda la serie. Cuando trabajaba con Juan Diego y con David, me sentía espectador. Es de las pocas veces en mi trabajo en que más que dar indicaciones, ante el monitor me he sentido como parte de la audiencia porque lo tenían tan pillado que era muy gozoso de ver.
La serie en realidad tiene una premisa muy tonta. Juan Diego Botto se reía de mí porque decía que cuando le conté la idea de la serie le pareció la cosa más inane del mundo
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Tu carrera está llena de gañanes de una forma u otra, como director y como guionista. Me sorprende la elección de Juan Diego Botto.
En realidad esto fue idea de mi socia, Nahikari Ipiña, la productora de la serie. Siempre nos había gustado lo que había hecho. Pienso en sus películas con Víctor García León como Los europeos o Vete de mí, y es un gran comediante. Cuando hacíamos castings para otros personajes, la gente siempre se sorprendía cuando escuchaba que Juan Diego Botto haría el personaje. Se imaginaban a alguien más cercano a mí después de leer el guion. Juan Diego pillo desde el momento la idea que tenía de hacer a alguien gruñón pero abrazable, alguien altivo. Él se sacó el carné en Cuenca y también le pasaba lo mismo de mirar por encima del hombro a los demás. “¿Qué hago yo aquí? Yo soy alguien maduro o inteligente y estos son de gañanes y son capaces de sacársela a la primera de cambio y yo no”.
Los actores ayudaron a que la serie fuera más luminosa de lo que estaba por guión. El personaje del protagonista, que puede ser el más gris de todos, con Juan Diego Botto ya era otra cosa. El reparto y la dirección de casting de Ana y Patricia fueron fundamentales. Por cómo escribo, podía haberme ido a un lugar más oscuro y cínico. Estoy feliz de que no haber ido por ahí y creo que los actores han sido muy importantes a la hora de marcar el tono.
La serie aborda el mito de las autoescuelas de Cuenca. ¿Cuántas anécdotas se quedaron fuera de la serie?
Aunque sea una comedia, hay documentación previa. Uno de los que más material me dio fue David Serrano. Él fue a Cuenca y suspendió. Había un material increíble de cosas que había contado que desgraciadamente no he podido meter. En mi intención de hacer una comedia más positiva, lo tuve que descartar porque hubiera quedado algo tremendamente sórdido. Cuando Juan Diego Botto estaba haciendo el capítulo de Cuenca, me contaba que había vivido cosas muy parecidas. El veía también a muchos chavales veinteañeros que se iban de fiesta mientras él se quería ir a casa a descansar, a dormir o lo que fuera. Es una pena que se haya quedado mucho material por meter en la historia, te lo digo.
En los últimos años hemos vivido un cambio en la comedia en televisión. Aunque sigue habiendo formatos más puros, hay mucha tendencia a la dramedia. ¿De dónde crees que viene esa tendencia?
Ese es un caso muy particular. Hace años en el cine era más fácil que tuvieras la oportunidad de hacer cosas más autorales dentro de la comedia, pero últimamente se ha apostado muchísimo por los remakes de películas. Si ves las películas de los últimos años que se han estrenado en cines y que han producido Telecinco o Antena 3, son versiones de películas de éxito. La reacción que ha surgido en la tele ha sido la opuesta. Es hasta paradójico. A mí me dices hace diez años que en televisión iba a poder hacer algo más personal y no me lo hubiera creído.
Si piensas en la serie de Berto Romero o de Leticia Dolera, encuentras otro tipo de vocación que creo que responde a ese cambio de prioridades en el cine. Yo he trabajado en comedias comerciales y las notas siempre a la hora de escribir una nueva versión de guion era “más comedia, más comedia, más comedia, más chorra”. En la tele ha habido una reacción a eso. Lo que no esperábamos es que justamente la tele tiene la oportunidad hacer cosas más autorales porque en realidad eso era una cosa que debía hacer el cine. Siempre digo que ningún guionista adolescente, o ningún aspirante a guionista, ha soñado con hacer una comedia francesa del año en España. No es su vocación en absoluto.
Puede ser raro decirte esto a tí, que has escrito las dos comedias más taquilleras de la historia en España, pero creo que a la comedia española le ha perjudicado la obligación de producir para las televisiones.
Ese es el diagnóstico más certero porque se han contaminado completamente. Las teles lo que han hecho es aplicar su código, exigir un chiste por minuto, crear personajes disparatados, huir del realismo… Yo soy perfectamente consciente de ese problema, pero me parece muy interesante que la tele se ha convertido en algo más autoral y más personal que permite contar más personales cuando el cine se ha convertido en una fórmula clara.
Tu siguiente proyecto es una película como director y guionista, Los aitas. ¿Qué versión de Borja Cobeaga nos vamos a encontrar ahí?
Creo que es una historia en la línea de No me gusta conducir. También es una comedia sobre la paternidad y sobre los roles de padres. Son dos historias que escribí a la vez y que se alimentan mutuamente. Como se puede ver aquí [dice mientras señala a su hijo, que ha seguido atentamente cada paso de la entrevista], la influencia de este ser es muy importante.
Siempre digo que ningún guionista adolescente, o ningún aspirante a guionista, ha soñado con hacer una comedia francesa del año en España. No es su vocación en absoluto
Lo que contabas antes sobre la serie y la película que habías escrito y que no habían salido adelante me ha hecho pensar en un vídeo viral de Guillermo del Toro donde se habla de los proyectos que nunca salieron adelante.
Lo ví y me pareció algo muy esperanzador. Guillermo del Toro es de los que mejor cuenta cómo es esta profesión en realidad. Diego San José me contaba que estaba viendo una charla de Guillermo del Toro cuando estaba rodando Mimic después del éxito de Cronos. Mientras miraba al combo se decía a sí mismo que no sabía lo que estaba haciendo. Creo que en realidad cuenta muy bien la relatividad del éxito, y como algo que para ti es estupendo, para los demás no lo es. También es curioso cuando cuenta que cree que El laberinto del fauno es una película terrible y fue Alfonso Cuarón el que le hizo ver que no era así. Es de los directores que mejor cuentan el proceso por el que pasamos, a menor intensidad, por supuesto, todos los demás.
El resumen es que le dedicas el mismo esfuerzo a un éxito que a un fracaso, que creo que es una idea que estaba por abajo en ese vídeo de Guillermo del Toro. Hay la misma dedicación, esfuerzo e interés en algo que funciona estupendamente que en algo que no, y creo que eso resume nuestra profesión.
El resumen [de esta profesión] es que le dedicas el mismo esfuerzo a un éxito que a un fracaso