El reto de ‘Superestar’, entre una delicia kitsch con olor a laca y la disección de la televisión más cruel
La vida de la cantante centrará una nueva producción de Netflix, creada por Nacho Vigalondo y producida por Los Javis.
Netflix tiene nueva serie en el horno: una biografía de María del Mar Cuena Seisdedos, la cantante que ahora conocemos como Yurena, y que en el pasado también trabajó bajo el nombre de Tamara y de Ámbar. La reacción en las redes sociales ha sido descomunal, con aplausos generalizados por este proyecto creado por Nacho Vigalondo y producido por Javier Calvo y Javier Ambrossi.
El título elegido es Superestar, con e intercalada, como el primer álbum que la de Santurce sacó al mercado en 2001. Y podríamos pensar, en un primer momento, que nos encontramos ante una serie que nos hará reír. Que será una delicia kitch con olor a laca, donde sonará en bucle A por ti o No cambié.
Sin embargo, si pensamos de verdad en cómo fue el ascenso a la popularidad de Yurena, entonces Tamara, nos encontraremos una historia, probablemente, amarga, triste y dura. Y es que su perfil surgió en una etapa en la que la televisión era muy cruel, en la que, por norma general, nos reíamos de los personajes y no con ellos. Porque, recordemos, estamos ante la historia de una joven vasca que soñaba con dedicarse a la música, al espectáculo, y no al mundo de la comedia involuntaria ni nada que se le parezca.
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Como las grandes folclóricas, Tamara acudía a la televisión escudada por su madre, Margarita Seisdedos, una buena señora que solo quería que nada malo pasase a su pequeña. Sin embargo, a Tamara le salieron entonces enemigos hasta debajo de las piedras. Desde Loly Álvarez, que la acusaba de usurparle la voz, hasta Arlequín, otro cantante que la engatusó para comercializar un vídeo en el que salía ligera de ropa mediante una serie de engaños. Paco Porras, Leonardo Dantés o La Momia fueron otros de los personajes que formaron parte de aquel fenómeno conocido como Tamarismo.
A Tamara se le metía mucha caña gratuita en televisión. Del nivel de ir con una cámara a regalarle un ramo de flores y decirle “son de plásticos porque son falsas, como usted”. Esto, en concreto, sucedió en El Informal, con Alicia Ramírez portando el ramo. Y esto solo es un ejemplo de la tele que se hacía entonces, y de lo que tuvo que aguantar. Ella, que tenía que soportar una lluvia de huevos en un escenario cuando, sencillamente, quería cantar.
Margarita, bolso en mano, era capaz de azuzar a cualquiera que quisiese buscar las cosquillas a su hija. Los programas lo sacaban en bucle. Ahora en Antena 3, Sabor a verano, Tómbola, Crónicas Marcianas, Noche y Día, Tómbola, Desesperado Club Social, Día a día, Aquí hay tomate… No hubo espacio televisivo que se escapase a Tamara y compañía. Y es que hasta María Teresa Campos, Isabel Gemio o Concha Velasco querían conocer la historia de este fenómeno televisivo y musical.
Sin embargo, pocos podíamos (o queríamos) ver que tras esas visitas a la televisión también había una cara gris. La de una chica que quiere triunfar y no ha entrado en el espectáculo de la mejor manera posible. La de una madre cuyo instinto le hace pegar con el bolso a quien ose dañar a su pequeña. La del peaje que hay que pagar, no sabemos hasta qué punto, de manera voluntaria, para alcanzar la fama y el éxito.
En ese sentido, vaticino que Superestar tendrá bastantes nexos en común con la serie Veneno, aquella que narraba las andanzas de Cristina Ortiz. La que nos demostró que tras las ordinarieces que decía en Esta noche cruzamos el Mississippi, tras esa seguridad de leona, solo había una mujer herida, que nunca había sido capaz de amarse a sí misma porque no le habían dado las herramientas necesarias.
De hecho, en parte, lo que fue el Mississippi para La Veneno fue Crónicas Marcianas para Tamara, un lugar donde poder reinar, aunque en el que no es oro todo lo que reluce. La artista se ha pronunciado en sus redes sociales sobre esta serie. Afirma que se contará “toda la verdad, muchísimos detalles que nadie conoce sobre mí y mi carrera como cantante”. Y es que, a diferencia de otros famosos de la época, ella continuó en el mundo de la música, lanzando sencillos y discos, evolucionando, y haciendo, en definitiva, lo que nos vendió que sabía hacer: ser cantante. Porque su historia, su fama, su personaje tiene mucha verdad, solo hay que querer leer lo que nos ha contado en estos 25 años en el candelero.