La carta que escribió Alfonso Basterra al creador de 'El caso Asunta': "Cuando recupere mi libertad, desapareceré"
El padre de Asunta se comunicó con Ramón Campos durante el rodaje de la serie documental sobre el caso real.
Unos días después del estreno en Netflix, no se habla de otra cosa que no sea El caso Asunta, la miniserie española que protagonizan Candela Peña y Tristán Ulloa y que recorre el que fue uno de los casos más mediáticos de la crónica negra de nuestro país.
La ficción de seis episodios creada por Ramón Campos viaja hasta el 21 de septiembre de 2013, el día en que Rosario Porto y Alfonso Basterra denunciaron la desaparición de su hija Asunta, cuyo cuerpo fue encontrado horas después junto a una carretera a las afueras de Santiago de Compostela. La investigación policial pronto desvela indicios que apuntan a ellos como posibles autores del crimen.
Es posible que muchos espectadores ya hayan devorado la ficción basada en hechos reales y que quizá necesiten ampliar la información. Para ellos está disponible en la misma plataforma una serie documental que puede ayudar a conocer el caso más en profundidad.
Se trata de El caso Asunta: Operación Nenúfar, una producción de Atresmedia de tres episodios que repasa todo lo ocurrido en aquellos años, trazando la línea cronológica del caso desde el momento de la desaparición y el comienzo de la investigación a la condena de ambos y el reciente suicidio de Rosario Porto. Esto último tuvo lugar en el año 2020 desde la cárcel en la que cumplía condena.
Estrenada en 2017, la docuserie contaba con la participación de los propios Rosario Porto y Alfonso Basterra. De hecho, este último escribió desde prisión a Ramón Campos, productor del documental. Una carta que se puede leer íntegra a continuación.
La carta de Alfonso Basterra
"Estimado señor Campos,
En cartas anteriores le he transmitido la rabia y la ira que lleva destrozándome y devorándome desde hace tres años. Rabia e ira hacia el juez instructor, hacia el fiscal, los abogados de la acusación particular, los medios de comunicación y, muy particularmente, hacia la persona que acabó con la vida de mi niña.
Pero estos sentimientos me llevarían indefectiblemente hacia la locura y la autodestrucción y eso es algo que no puedo ni debo tolerar, porque abandonaría la esencia de mi yo, del que algo aún queda y acabaría derrotado por fuerzas ajenas a mí.
De modo que tras mucho pensar, he entendido que el perdón es mi camino. La única forma posible de mantenerme en mi camino y sortear este gran reto que el destino me ha puesto.
Puede que no se lo crea, pero después de muchas horas de meditación considero que este nuevo rumbo es, además del acertado, el definitivo. No puedo volver a caer en episodios de cólera como los que he vivido. Es más, he llegado a la convicción de que todos ellos actuaron bajo un signo profesional del que estaban convencidos y con arreglo a la más pura de las éticas. Equivocados totalmente, pero sin saltarse la ley y sin ánimo alguno de condenar por condenar.
Se sorprenderá, pero cuando dentro de seis años, como mínimo, tenga el tercer grado en lugar de asesinar a los citados, como en tantas ocasiones imaginé, lo que realmente deseo es sentarme en una cafetería con ellos y debatir, si lo desean, lo que fue aquel juicio.
Pero lo que nunca haré será exigirles perdón, todo lo contrario, seré yo quién les ofrezca mis disculpas por tan terribles pensamientos surgidos de una locura inimaginable que no deseo a nadie. Y por la misma razón haré lo propio con el asesino o asesina de mi niña, porque ahora sí, estoy convencido de que su acción fue fruto de esa locura, ya que nadie en pleno uso de sus facultades mentales cometería una monstruosidad como esa.
Para terminar le haré una confesión: cuando recupere mi libertad, tengo el firme propósito de desaparecer, nadie volverá a saber de mí, ni tan siquiera Rosario Porto.
Solo tengo una razón para seguir con vida, que no es otra que volver a ser un hombre libre y reunirme con mi niña, nunca antes. De hecho ya tengo pensado el cómo y el dónde, tan solo me falta el cuándo pero todo llega.
Mi verdadera condena no es la prisión, señor Campos, sino no haberla podido socorrer cuando más me necesitó. Eso es algo que nunca me podré perdonar. Así que cuando conozcan mi fallecimiento le ruego que descorche una botella de cava y brinde con los suyos, solo en ese momento comprenderá que he recuperado mi felicidad. Mi niña me necesita y yo a ella.
Atentamente: Alfonso Basterra Camporro"