Todos aquellos que hayan visto Twisters, la secuela del icono de los ochenta, por sus espectaculares tornados, encontrarán otro similar e igual de impactante en El mago de Oz. Un musical irrepetible que, ochenta y cinco años después de su estreno en cines, sigue siendo insuperable.

Basada en el clásico cuento de L. Frank Baum y estrenada en el año 1939, la película sigue a Dorothy (Judy Garland), una joven que sueña con viajar "más allá del arcoíris", y que ve su deseo hecho realidad cuando un tornado se la lleva con su perrito al mundo de Oz. Pero la aventura sólo acaba de comenzar.

Tras ofender a la Malvada Bruja del Oeste (Margaret Hamilton), aconsejada por la Bruja Buena del Norte (Billie Burke), la niña se dirige por el Camino Amarillo hacia la Ciudad Esmeralda, donde vive el todopoderoso Mago de Oz, que puede ayudarla a regresar a Kansas. Durante el viaje, se hace amiga del Espantapájaros (Ray Bolger), el Hombre de Hojalata (Jack Haley) y el León Cobarde (Bert Lahr). El Espantapájaros desea un cerebro, el Hombre de Hojalata quiere un corazón, y el León, el coraje que le falta; convencidos de que el Mago también les puede ayudar a ellos, deciden unirse a Dorothy en su odisea hasta la Ciudad Esmeralda.

Dirigida por Victor Fleming (Capitanes intrépidos), El mago de Oz es una de las películas en las que pensamos cuando se nos pregunta por aquellos grandes clásicos de la historia del cine. Una obra maestra que ha seguido conquistando al público durante más de ochenta años.

Más allá del hecho de que fue una de las primeras películas en color, El mago de Oz es un largometraje emblemático por muchas razones. Las zapatillas azules, el camino de baldosas amarillas o la banda sonora son algunos de sus elementos más icónicos, pero hay muchos otros que elevaron a la película al estatus de leyenda.

Su estreno propició el salto a la fama de Judy Garland, que se convirtió en la actriz más popular de Hollywood durante unos años, pero es que además ganó hasta dos premios Oscar de entre las seis nominaciones con las que partía. Uno de ellos fue el de Mejor canción original y el otro el de la Mejor banda sonora, en la misma edición que competían Lo que el viento se llevó -del mismo director-, o La diligencia de John Ford.

Sin lugar a dudas, El mago de Oz es una leyenda de la historia del cine cuyo legado está más vivo que nunca a través de sus icónicas imágenes y una banda sonora inconfundible, capaz de identificarse fácilmente con apenas escuchar el sonido de sus primeros acordes.