Sólo treinta minutos hicieron falta para que quedara constancia del largo camino que aún le queda a David Bustamante para poder aprobar con nota su intento por convertirse en presentador.
No obstante, tampoco es que Fuera de clase, el formato con el que se ha estrenado, sumara a su favor. De hecho, las distintas y continuadas forzadas poses del cántabro, que denotaban una falta de comodidad evidente, servirían para definir a la perfección dicho programa.
Mezcla de distintos espacios para niños como Menuda noche, MasterChef Junior, el mítico Juego de niños o la sección de cámara oculta de El Hormiguero, el espacio se antoja demasiado artificial, con un montaje en el que se notan demasiado los cortes y en el que la naturalidad brilla por su ausencia.
Y es aquí donde aparece un claro error de cásting. A los niños seleccionados les falta el carisma y la improvisación necesaria para este tipo de programas. Nada que ver con la soltura de los niños de La Voz Kids o con los que trata Juan Y Medio semana tras semana.
Evidentemente para su horda de fans, el cantante estuvo estupendo y demostró "ser un gran padre". Sin embargo, la realidad es bien distinta, y Bustamante tendrá que buscar en su interior para resucitar a aquel albañil que se ganó a la audiencia por su naturalidad y frescura hace ya más de doce años.
En cuanto al formato, sería mejor que sus responsables definieran qué tipo de programa quieren ser. Jugar a hacer mezclas es peligroso y sobre todo teniendo a niños de por medio donde la artificialidad es más fácil de adivinar.