Tras mi actuación en ¿Quién quiere casarse con mi hijo?, el panorama en la calle era algo peculiar. Cada vez que alguien me reconocía le asaltaba la curiosidad y sin pudor me hacían un "tipo test" ahí mismo. Sus dudas se basaban en si toda mi experiencia fue cosecha de un ingenioso productor e inducida por un redactor muy elocuente.
Pues bien, ni lo uno ni lo otro. Mi participación en el programa fue promovida por mi forma de ser, dirigida por mi personalidad y a veces, corrompida por los nervios.
La maravillosa post-producción del reality hace que nos salpique esa incertidumbre de si algo de lo emitido pertenece al mundo de la ficción
La maravillosa post-producción del reality hace que nos salpique esa incertidumbre de si algo de lo emitido pertenece al mundo de la ficción. Esa duda se despeja al entender que el triunfo de este formato se debe al grandioso casting que se lleva a cabo para hallar decenas de tróspidos de distinta personalidad, pensamientos y sobre todo, de un físico muy dispar. Si quisiesen pretendientes con buen físico y atractivo, el programa pasaría a llamarse Mujeres y hombres y viceversa, de ahí la esencia que lo hace único.
Mi frustración con el programa, mi descontento con el montaje, mi "odio" a lo emitido solo se basa en un amargo detalle: la cámara me odiaba y me sacaba un poco "orcorizado" a mi parecer. Pero mejor que te digan "en persona ganas más" que "quita, bicho".
"No confundamos en este caso una buena producción con manipulación solo, divirtámonos con ella"
Desde mi experiencia y la vivida entre mis compañeros, os puedo asegurar que todo participante es visto finalmente con la misma naturaleza con la que se expone ante la cámara. Cierto es que los nervios, estar rodeado tantas horas por cámaras y esas dosis de alcohol en vena que nos "inyectaban" hora tras hora podrían alterar simbólicamente nuestra forma de ser, actuar o incluso hacer que no se entendiese nada como fue mi caso o quizás el más extremo el de Mari Carmen. Pero bien está lo que bien se subtitula.
El casting de QQCCMH filtra a posibles 'participantes robots'
Este es un formato en el que "jugar a hacer tele" no sirve de nada, ni pensar en qué hacer, qué decir o cómo decirlo minuto tras minuto. El casting filtra a estos posibles "participantes robots" y se hace con un amplio abanico de seres grandiosos con sus virtudes y sus defectos pero que al fin y al cabo son ellos mismos y están ahí para disfrutar del momento y hacer disfrutar después a una gran audiencia. No confundamos en este caso una buena producción con manipulación solo, divirtámonos con ella.
*Edgard es malagueño, licenciado en periodismo y formó parte de la tercera edición de ¿Quién quiere casarse con mi hijo? Actualmente lucha con algún que otro idioma a la vez que actúa como Freelance