Existen dos formas de enfrentarse al verano en televisión: a un lado del ring están los que asumen que en esta etapa cae el consumo televisivo y deciden bajar su ritmo productivo; al otro lado están los que lo ven como una oportunidad para probar nuevos formatos y presentadores que, de funcionar, tendrían hueco en temporada alta. ¡Por Dios, denme algo que ver!
Existía un tiempo, y prometo que existía, en que el verano era sinónimo de diversión. Las cadenas sacaban de sus armarios sus programas más frescos y entretenidos. Los formatos infantiles hacían las maletas para emitir su programa desde parques acuáticos. Y, lo más importante, teníamos algo que ver.
Ahora, las cadenas se han adormilado. Un trankimazin para el cuerpo, y listo. Antena 3 pretende pasar su verano con cuatro noches de cine y tres noches de series americanas. Deja, sin ruborizarse, abandonado al espectador. Se echará una siesta larga y recuperará fuerzas para septiembre. El invierno que desea ser verano pero, cuando llega, se derrite. Hasta Disney sabía de lo que hablaba.
En Mediaset, por su parte, se han guardado los productos que la audiencia ya desechó para darles una segunda oportunidad. Así ha llegado Aquí Paz y después Gloria, que ya se ha estrellado en la noche de los lunes, y este jueves regresa Sopa de gansos a Cuatro. Menos competencia, más posibilidades de que les vean. Esta es la teoría que tienen en Mediaset. Como no hay nada en la tele, los espectadores son capaces de ver cualquier cosa. Esta es la teoría con otras palabras.
No apostar por el verano es desperdiciar la oportunidad que ofrece una temporada en la que se consumen otros tipos de formatos. Es no saber adaptarse a los gustos de los espectadores. Es no arriesgar por hacer una programación atractiva. El verano se ha convertido en el contenedor de basura de la televisión, donde terminan aquellas producciones con muy poca confianza.
El año pasado, Telecinco estrenaba en plena temporada estival Chiringuito de Pepe. Pocos confiaban en que esta serie hiciese buenos datos de audiencia. De pronto se encontraron en las manos con una serie de más de 4 millones de espectadores. Los ojos como platos. Y en ese momento hicieron el movimiento contrario. Una vez emitidos los cuatro primeros episodios, se guardaron el resto de la temporada para septiembre. La serie perdió, merecidamente, un millón de espectadores por el camino por esta falta de respeto al espectador.
Al menos, en Telecinco han querido cuidar muy mucho a su público (y sólo a su público) y no les ha dejado huérfanos en la parcela de los realities. El experimento se llama Pasaporte a la isla, un programa sólo apto para los que se meten Telecinco en vena a través de una bolsa de suero. El resto no son bienvenidos.
TVE tiene un as en la manga. Sin publicidad, no le importa el número de personas que vean su programación pero sí la cuota de pantalla. Por eso el verano es para la pública una época tan buena como otra para estrenar un programa de televisión. Insuperables, Cocineros al volante, El chef del mar o TVemos son algunos de los nuevos formatos de la pública.
El público en televisión es muy poco fiel. A los espectadores les cuesta muy poco poner los cuernos a sus cadenas favoritas en cuanto no les dan lo que quieren. Quien se fue a Sevilla, perdió su silla. Si una cadena abandona a sus espectadores durante más de dos meses, tal vez cuando regrese su público ya haya encontrado un nuevo entretenimiento por el camino.