Todavía recuerdo mi adolescencia cuando me sentaba delante del televisor para ver Esmeralda o Agujetas de color de rosa. “Desde que la conozco usted no ha hecho más que humillarme, amargarme la vida”, se increpaban las unas a las otras. Ya no se hacen malas de telenovelas como las de antes. Estas series fueron motivo de debate en los patios de colegio y nadie se quejó de que una cadena como TVE destrozase la infancia de los jóvenes.
Ahora, de un día para otro, la CNMC parece haberse dado cuenta de que una telenovela puede arruinar la vida de nuestras próximas generaciones. He visto dibujos animados más violentos que El secreto de Puente Viejo. Con esto no quiero decir que en la televisión todo vale, pero sí que los adolescentes no se convertirán en asesinos a sueldo precisamente por ver Amar en tiempos revueltos para siempre.
La televisión es una responsabilidad de los mayores de la casa. De igual manera que no le compramos a un niño de 8 años el último Grand Theft Auto, también debemos atender a la calificación por edades que nos marcan las cadenas de televisión en sus programas. Sí, ese numerito dentro de un círculo que aparece de vez en cuando en pantalla no lo ponen las cadenas por gusto y placer.
Pero dejando a un lado la tesis psicológica que se puede plantear con este tema, la dirección que está tomando la CNMC de cara a sus advertencias comienza a ser cómica y ridícula. Es asumible que esta comisión regule el tiempo de publicidad que deben respetar las cadenas de televisión. Es correcto que se sancionen publicidades encubiertas. Pero la arbitrariedad con la se intenta multar contenidos no recomendados para los niños carece de sentido.
Y hablo de intentar porque la CNMC siempre ha advertido a las cadenas de que su contenido no es recomendable para los pequeños de las casa y les insta a cambiar su calificación de edad si no quiere recibir una sanción económica. Una fase que en contadas ocasiones ha llegado a alcanzar. Nunca con Sálvame. Algo que no hace otra cosa que confirmar la incoherencia que supone que esta organización determine los contenidos apropiados para los niños.
En la televisión, son las cadenas las que se califican a sí mismas. Yo me lo guiso y yo me lo como.
La CNMC debe actuar, pero bajo la calificación de un organismo oficial ajeno a índoles gubernamentales. Tal y como ocurre en el cine con el ICAA, una organización debe calificar y supervisar los programas que llegan a la pequeña pantalla. En la televisión, son las cadenas las que se califican a sí mismas. Yo me lo guiso y yo me lo como. Después ya llega la CNMC a modo Chicote para decidir si le gusta el trabajo que le han hecho las cadenas. Un desbarajuste más chistoso que un sketch de Antonia y Omaíta.
Hubo una etapa en la que a la CNMC se le metió Sálvame entre ceja y ceja. Telecinco se rió en su cara creando la versión Naranja y la versión Limón que viene a ser lo mismo, exceptuando que si antes hablaban de prostíbulo ahora hablan de bar de lucecitas. Que si antes hablaban de alcohol, ahora hablan de agua con misterio. Tonterías que sólo confirman la facilidad con la que te quitas a la CNMC de encima. Como un ibuprofeno que actúa contra una mala resaca.
Pero Telecinco levantó la mano y se quejó. “Si aquí hablamos de putas, en el otro lado las matan”, debieron pensar. Correcto. Y la CNMC, que de personalidad tiene bien poca, ha decidido ahora atacar a El secreto de Puente Viejo para que todos se queden en paz y contentos. ¿Les servirá que se haga un Puente Viejo Naranja y un Puente Viejo Limón? Absurdeces que tenemos que escuchar a día de hoy.