Lo peor es que no se esperaba otra cosa. El cara a cara entre Pedro Sánchez y Mariano Rajoy organizado por la Academia de la Televisión ha sido lo mismo de siempre. Lo mismo que nos pareció correcto en 2008 y algo anticuado en 2011 ha olido a naftalina en 2015. Y no se esperaba otra cosa.
El cara a cara del bipartidismo ha parecido salido del último estante del ático. Polvoriento y arcaico. Tanto, como el propio bipartidismo que representaba. El cara a cara estaba hecho por y para el PSOE y el PP, aunque no parece que a alguno de los le haya venido bien intervenir en el mismo. Al servicio del pasado y pensando muy poco en el futuro.
A este debate le ha venido muy mal la intervención de la nueva política en la televisión. Una nueva política que ha aceptado intervenir en debates mucho más desencorsetados como el de El País, el de la Universidad Carlos III o el de Atresmedia. Unos debates que han dejado muy claro que las cosas se pueden hacer de otra forma y se puede hacer bien.
Una escenografía que no hablaba, una iluminación que no existía, planos sin sal y sin pimienta con muy poco gusto
Este cara a cara, sin embargo, es viejo y de otra época. Algo que, aunque se puede describir como necesario en un momento de necesidad combatiente, ha sido vergonzoso a nivel televisivo. Una escenografía que no hablaba, una iluminación que no existía, primeros planos sin movimiento, sin sal y sin pimienta con muy poco gusto y un formato a la antigua usanza que lo único que hacía era demostrar que la viaja política todavía existe y tiene fuerza. Y todo esto sin ser un programa de humor.
Manuel Campo Vidal no ha hecho más que repetir estos últimos días la necesidad de este cara a cara y la exigencia que supone para los candidatos este enfrentamiento. Si bien puede ser cierto todo lo que dice, esto no quiere decir que este programa de televisión pierda la espectacularidad que merece un momento histórico como este: el último debate del bipartidismo. Un Campo Vidal que sólo ejerció como observador de un partido de tenis y no como moderador.
Para muestra, botones. Fue en Francia, en el debate que enfrentó a Hollande y a Sarkozy en 2012 donde queda demostrado que un cara a cara puede ser informativo y atractivo al mismo tiempo. Donde un programa de televisión no obliga a acurrucarse en el sofá. Los que aguantaron este debate al completo o se juegan mucho en el mismo o les gusta demasiado el postureo en las redes sociales. ¡Ay, redes! La única salvación de un evento televisivo tan ignorante. La televisión es televisión, la política es política y un plato es un plato. Pero una cosa no evita la otra.
La Academia de la Televisión no escucha y no quiere escuchar. Las críticas que esta organización se lleva después de emitir una entrega de Premios Iris o después de organizar un debate electoral metería debajo de las piedras a cualquiera. Ellos siguen, erre que erre. Hacen lo mismo, lo de siempre. El propio Campo Vidal dijo que las televisiones de todo el mundo estarán pendientes de este momento histórico. Una pena que esto sea lo que se vea fuera de España como el espectáculo que somos capaces de dar.
Ahora muchos se preguntarán quién ha ganado este cara a cara. Los ciudadanos, dijeron muchos con la boca bien llena durante los anteriores debates. Este vez, no ganó nadie. Ni Campo Vidal.