¡Ay, las expulsiones disciplinarias! Ese momento en el que un concursante tiene que dejar un programa por la puerta de atrás, saliendo del juego sin seguir los cauces habituales. No hay nominaciones ni votos del público, sólo una persona haciendo las maletas por hacer algo lo suficientemente deplorable como para que la organización tome medidas al respecto.
Precisamente, la clave de la situación radica en quién es el encargado de tomar la decisión y, como acabo de explicar, es la organización del programa. Ni los espectadores, ni ese ente al que hacemos referencia constantemente de “las redes sociales”, ni políticos, ni organizaciones… Nadie, salvo la organización, puede expulsar a un concursante de un reality show de forma disciplinaria. Sin embargo, todos lo han intentado.
La primera expulsión disciplinaria de Gran Hermano en España fue la de Carlos Navarro
La primera expulsión disciplinaria de Gran Hermano en España fue la de Carlos Navarro, durante la segunda edición. Los críticos con el concursante aseguraban que su actitud con su pareja, Fayna Bethencourt, rozaba el maltrato, y hasta el Congreso de los Diputados se vio obligado a debatir sobre los acontecimientos del reality show.
En aquella época no existía Twitter, pero aún así la presión mediática fue excesiva. Eso sí, desde que la red social del pájaro azul llegó a nuestras vidas, los responsables de Gran Hermano ganaron un quebradero de cabeza con el que es difícil lidiar.
Ya vivimos la expulsión de Argi tras sus palabras sobre ETA, en las que la Asociación de Víctimas del Terrorismo también tuvo voz (aunque no voto), o Los Chunguitos en GH VIP 3 tras sus infinitas declaraciones fuera de tono, en las que las redes sociales fueron pieza clave tras dar repercusión a cada una de sus frases.
Ahora Sema, uno de los famosos que menos cariño ha levantado entre el público, se ha visto envuelto en la polémica tras pedir una prueba semanal en la que tuviese que “masturbar a discapacitados”. Se ha pedido su expulsión inmediata pero, afortunadamente, el programa ha hecho oídos sordos.
Queremos que los concursantes se muestren naturales. Queremos que hablen sin filtro, que discutan y que se enamoren, que luchen en las pruebas y sean auténticos estrategas en las nominaciones. Pero luego criticamos sus frases cuando hablan sin filtros, nos parece mal que discutan y no nos creemos sus sentimientos cuando se enamoran, no valoramos su esfuerzo en las pruebas y utilizamos el adjetivo estratega como si de un insulto se tratase. En definitiva: penalizamos a aquellos que se muestran naturales.
La emisión 24 horas del programa no permite que se elija cámara, por lo que gran parte de la acción pasará inadvertida para los espectadores. Nadie conoce a los concursantes como el equipo de Gran Hermano, por lo que ellos deben ser los responsables de la última palabra en las expulsiones disciplinarias.
La audiencia que vote cuando se abran los teléfonos y deje de pedir la expulsión disciplinaria de todos los concursantes que no sean de su agrado. De hacerlo así las ventajas para el espectador serían sustanciales.
Los futuros participantes no dudarán a la hora de decir lo que piensan en cada momento, se dejarán llevar con menos miedo y, en caso de pasarse de la raya Gran Hermano les sacará del juego. Además, el programa perderá el miedo al qué dirán, y no hará falta que censuren sus propios contenidos. Quizá así, algún día, se volverá a permitir que los espectadores elijan qué cámara ver en cada momento, sin miedo a que puedan ver una frase que desate sus iras.
Recordemos que, si en su momento Indhira fue expulsada no fue únicamente por lanzar una copa a Carol, sino por su situación en la casa, en la que los nervios y los celos la situaban al filo de la navaja. No utilicemos su ejemplo para pedir la cabeza de todos aquellos que un día meten la pata, o colocaremos un listón tan alto que ningún concursante podrá llegar a la final del juego.