Antena 3 vuelve a lanzarse al mundo de la comedia. Mientras el drama lo controla a la perfección en todos sus proyectos de ficción, las risas caen a cuentagotas en la televisión. Y es que siempre ha sido más complicado hacer llorar que reír. Por eso han sido listos en Antena 3 con Buscando el norte, una comedia que le busca el humor al drama. Una comedia que vuelve a usar las diferencias culturales como pretexto. Y es que el choque geográfico está de moda.
La serie nos sitúa desde el primer momento en Berlín. Hay poco tiempo para las presentaciones, aunque no se olvida de poner en las manos de los espectadores a unos personajes con los que conectar desde el primer minuto. Una trama poco complicada, sencilla y apta para las noches en las que a uno no le apetece pensar mucho ni comerse las uñas con historias enrevesadas.
Berlín le ofrece a la serie mostrar esquinas y recovecos no vistos en TV
Sus localizaciones son el punto a favor. El hecho de haberse desplazado hasta Berlín le ofrece a la serie mostrar esquinas y recovecos que hasta ahora no habíamos visto en televisión. La ciudad permite planos magistrales imposibles con la técnica del croma. Nos olvidamos de la tela verde para pisar suelo de verdad.
Buscando el norte tiene lo mejor del Nacho G. Velilla cinematográfico. El director y creador se olvida del lenguaje que había usado hasta ahora en ficciones como Los Quién y Fenómenos para usar todo lo bueno que vimos en cintas como Que se mueran los feos o en la propia Perdiendo el norte, idea de donde sale esta serie. Adiós a la personificación para dar la bienvenida al puro elenco coral.
Adiós a la personificación para dar la bienvenida al puro elenco coral
Si bien es cierto que Belén Cuesta y Antonio Velázquez se llevan gran parte del peso de la trama, el espectador podrá conectar con quien mejor le convenga sin necesidad de engancharse a la pareja protagonista. Velilla recuerda al Sanchez Arévalo que ha sabido encontrar en el cine la conexión con el público a través de numerosos personajes con diferentes perfiles sociales y demográficos.
En medio de la dramatización de toda esta historia, Buscando el norte se pierde a la hora de hilar las tramas. Veremos situaciones poco creíbles en la vida real que aportarán contenido a la historia pero que chocarán desde el primer momento y harán desconectar al espectador en algunos momentos. La serie bebe y debería beber más de sus momentos más cursis, del enfrentamiento de culturas, del reírse de uno mismo (simple y llanamente por ser español) y, sobre todo, de los chistes más brutos sin anestesia poco aptos para los que se han sentido dolidos con los titiriteros.
El montaje de la ficción crea precedentes. Dinámico a la vez que calmado y moderno a la vez que familiar. La serie utiliza muy bien las redes sociales y el mundo tecnológico actual. Pero cuidado con no parecerse más a una serie para blogueras de moda que cuentan sus experiencias en un renovado Fotolog. La serie vive al límite en este aspecto y rebajar los colorinchis no vendría nada mal.
Buscando el norte no supone una revolución en el mundo de la comedia. Sin embargo, sus personajes (diálogos y actores) logran poner la ficción en otro nivel. La puntuación más alta se la lleva una Belén Cuesta que consigue su primer y merecido papel protagonista. La actriz inspira y contagia buen hacer cada escena en la que aparece. Un más que correcto Antonio Velázquez sale airoso de la comedia. Embaucador y prometedor es el papel de Manuel Burque, un actor del que habrá que estar muy pendiente a partir de ahora.