La pequeña pantalla estaba ansiosa de entrevistas. La conversación calmada y sin prisas parecía que no interesaba en televisión más allá de un late night de Buenafuente. Tanto echábamos de menos este tipo de formatos que nos agarramos a ese clavo ardiendo llamado Bertín Osborne. Ahora llega Dos días y una noche con Susanna Griso, la entrevista que sí estábamos deseando.
En la tuya o en la mía no es un mal formato. El programa de TVE está excelentemente bien rodado y montado y ha sabido hacerse un importante hueco gracias al cuidado con el que ha tratado a cada personaje. Sin embargo, Susanna Griso expulsa profesionalidad por cada poro de su piel. Falta de naturalidad, pero más profesional cuando una pregunta sale de su boca.
Dos días y una noche no es un programa de sofás. Ni de chesters. Es un programa que camina y se mueve. Que enseña. Es un programa que sigue el día a día de los famosos. Si Bertín Osborne describe lo rancio (a lo que algunos llaman campechanía), Susanna Griso saca mucho más jugo al personaje. La experiencia es un grado y a ella le sobra.
Un telonero poco convencional
El horario de emisión del programa, sin duda, choca. Un access raruno que termina en coitus interruptus. Cuando la cosa comienza a calentarse, se corta. Y es que se trata de un programa más de prime time o de late. Un programa que no nos manda a la cama cuando termina y que no está hecho para que sigamos consumiendo televisión. Telonero poco convencional.
Las casas de los famosos será un punto a favor para este programa. A los españoles, cotillas de nacimiento, nos encanta ver las esquinas más íntimas de nuestros personajes. Cansados ya de ver la casa de Bertín en el 90% de las ocasiones, Susanna nos ofrece nuevos rincones. Además, la posibilidad de ver ese backstage de sus vidas.
Susanna Griso: cautivadora voraz
Y si la cocina es el oficio estrella de la televisión y la entrevista el género al alza, parece que uno ya no puede vivir sin el otro. En Dos días y una noche tampoco faltará comida (ni vino). Lo bueno de Susanna: que su coqueteo con el entrevistado causa hasta morbo a la hora de pensar que ni entrevista ni pregunta. Sólo liga. Cautivadora voraz.
La televisión nos está metiendo la entrevista por los ojos. Se nos van a acabar los personajes con tanto sofá, tanto chester y tanta cocina. Nos falta el baño para terminar de entrar en su intimidad. La televisión estaba huérfana de entrevistas. Nos dieron dos tazas. Nos empachamos. Y de pronto salió este formato que encontró la novedad en el hartazgo.