Lo siento, pero no. No me pillan. No pienso comprar el discurso del racismo que con tanto ahínco están vendiendo desde un pequeño, pero poderoso, lobby de Los Ángeles de esos que tan bien funcionan en Estados Unidos. Hollywood tiene infinidad de problemas artísticos y creativos. Pero discrepo mucho de que la discriminación racial sea uno de ellos. Lo de #oscarsowhite me parece una soberana mamarrachada. 

¿Por qué?

Muy simple

Los Oscar tienen por presentador este año (reincidente, a pesar de su nula gracia) a un cómico afroamericano, Chris Rock. Los Oscars concedieron antes de que esta polémica tuviera siquiera forma el premio honorífico precisamente al director Spike Lee. En esta última década, los Oscars se han ido a casa de actores del calibre de Jennifer Hudson, Morgan Freeman, Forest Withaker, Denzel Washington, Halle Belly, Jamie Foxx, Octavia Spencer o Lupita N'yong'o, han premiado cintas como 12 años de esclavitud o Crash e incluso han llevado a las puertas de la gloria a intérpretes como Eddie Murphy, Gabourey Sibidy, Viola Davis, Don Cheadle, Queen Latifah y hasta el quejica Will Smith. En dos ocasiones. 

Hubiera tenido sentido en 1967. O en 1986. Ahora no es racista

Por no citar el hecho de que, casi con total seguridad, el Oscar al mejor director lo vaya a ganar un hispano....

Quizá en 1967 esta queja hubiera tenido algún sentido. O en 1986. Pero a estas alturas del siglo, no me parece especialmente racista, la verdad.

Sí, Will Smith no ha pasado el corte por su (mediocre) papel en Concussion. Pero tampoco Tom Hanks, Johnny Depp o Michael Caine, por ejemplo. Y no he visto a ninguno montar el espectáculo. Ni a sus señoras, como ha hecho Jada Pinkett Smith, a la que intento recordar en un papel relevante a lo largo de su carrera y no consigo. 

Tampoco he escuchado quejas de Samuel L. Jackson, posiblemente el actor con más trabajo de todo Hollywood. A quien sí he escuchado es a Whoopi Goldberg. Es una de las 12 personas que, a lo largo de la historia, ha ganado un Grammy, un Oscar, un Tony y un Emmy. ¿Saben qué ha dicho? Que el problema no es la Academia. Es la industria.

En 2017 quedará la duda de saber si su nominación es por méritos interpretativos o por color de piel.

Es momento de que los actores, blancos y negros, reivindiquen a esa industria más papeles de mayor enjundia y calado en grandes producciones de los estudios. Que no todo sean superhéroes, sombras de Grey y dinosaurios. Es momento de que las mujeres, blancas y negras, cobren exactamente lo mismo que cobrarían sus colegas masculinos por realizar un mismo trabajo y obtener los mismos resultados. Es momento de que que publicistas, productores, anunciantes y distribuidores reconozcan el trabajo, el esfuerzo y el valor de un actor o una actriz, sin importar si su piel luce más o menos clara debajo de un foco. Esa es la verdadera batalla que Hollywood tendría que pelear. Más trabajo. Mejor trabajo. Para todos. Sin importar color, sexo o religión. Utópico, sí, pero mucho más lógico. 

Pero como pasa siempre con estas cosas de lo políticamente correcto, la Academia de Hollywood, asustada ante un posible boicot, ya ha anunciado que tomará medidas. Dicen que aumentarán el cupo de nominados. Que serán más sensibles a las minorías. O lo que es lo mismo, que en los Oscar 2017 entrarán varios actores de razas no caucásicas. Sobre ellos quedará la duda de saber si su nominación es por méritos interpretativos o por color de piel.  Una bonita manera de cargarse unos premios. Una vez más, el patio de vecinas descontrolado en el que suele convertirse las redes sociales tumba cualquier lógica posible.  

Así que cuando esta madrugada, mientras luchan contra el sueño y Raquel Sanchez Silva luce peripuesta en la red carpet, escuchen una y otra vez esa tontería del #oscarsowhite, piensen que por lo menos en España ya hemos conseguido hacer algo igual que los norteamericanos en nuestras entregas de premios: estropearlas con reivindicaciones chorras. Enhorabuena. Disfruten de sus Goya.