Por más que miraba una y otra vez las imágenes: no daba crédito. La escritora y periodista de TV3, Empar Moliner, quemaba este lunes en directo un ejemplar de la Constitución Española durante su sección diaria El comentari d'Empar Moliner en el magacín matinal Els Matins de la cadena autonómica catalana.
Rápidamente caí en la cuenta de que aquella periodista ya había sido la misma que animó a pitar el himno español en la final de la Copa del Rey entre el FC Barcelona y el Athletic de Bilbao. "Si está prohibido silbar, ¿está prohibido protestar contra la Monarquía? ¿está prohibido una desafección hacia España?".
"Digámoslo claro, vivimos en un reino donde no hay libertad de expresión. Yo no pensaba silbar. Pero si ahora no silbo, pensarán que me ha dado miedo la Comisión Antiviolencia. Me están obligando a silbar. Ponedme el himno, que silbo", dijo.
No entraré en el contenido de ambos mensajes. Y es que, aunque pueda llegar a entender que sea una denuncia metafórica contra una decisión más que cuestionable del Tribunal Constitucional, parece ser que el trasfondo va mucho más allá. Su odio hacia las instituciones españolas es más que evidente. Sólo hay que echar un vistazo a un sección para encontrarse con ataques constantes a todo lo que signifique España.
Y todo esto en una televisión pública. ¿Se imaginan si una de las colaboradoras de Amigas y conocidas, como por ejemplo Isabel San Sebastián, le da por quemar en directo el Estatut de Catalunyacomo denuncia metafórica? Seguro que más de un medio independentista catalán ya tenía la excusa perfecta para justificar su separación de España.
Es intolerable que se permitan verter comentarios tan sectarios en una televisión pública, provengan de una u otra ideología. ¿O vamos a tolerar que se haga política en unas televisiones pero no en otras? ¿Nos vamos a rasgar las vestiduras cada vez que Mariló Montero se desnude políticamente, pero no cuando ocurra en TV3, TVG, Canal Sur o Canal Extremadura?
Todo aquel que trabaja en ellas debe ser consciente que está al servicio de los ciudadanos, que lo que está en juego es el dinero del contribuyente, que la política televisada se hace desde las televisiones privadas. Allí Moliner puede pelear con otros bufones para ver quién es más “payaso”.