Han tenido que pasar más de 15 años para que me siente delante del televisor para ver un capítulo de Cuéntame cómo pasó. Llámenme poco profesional. Nunca me ha gustado engancharme a series empezadas y, como no lo hice desde el principio, nunca me asomé al drama de los Alcántara. Las últimas noticias que han azotado a la serie han hecho, aunque todo el mundo pudiese pensar lo contrario, que me sentase a ver el capítulo. Y, de pronto, me enamoré. 

No me sentí perdido en la trama. Entre lectura y lectura me suelo enterar de lo que sucede y no sucede en el barrio de TVE. ¿Quién no sabe que Antonio y Mercedes tuvieron una crisis? ¿Quién no maldijo a Antonio por ponerle los cuernos a Merche? Si hasta a mí se me rompió el corazón cuando me enteré. No les veía, pero siempre han estado ahí.

Este jueves me senté a ver el capítulo que se centraba en el juicio en el que Mercedes tenía que enfrentarse a su presunto acosador. #CuéntameJuicio titularon en Twitter. Punto y minipunto para el que eligiese este hashtag teniendo en cuenta la situación en la que nos encontramos. 

17 temporadas después me encontré con una serie nada desgastada y muy poco cansada de sí misma. Vale que los protagonistas hayan vivido todo lo malo que le puede pasar a una persona, pero este capítulo por sí mismo es una joya de estudio. Reposado y calmado a la vez que con un ritmo trepidante que te mantenía enganchado en todo momento delante de la televisión. 

El juicio arrancaba cuando todavía quedaba media hora de episodio. Unos minutos sin freno y perfectamente estudiados desde el primer hasta el último momento. Cada plano, cada mirada era magistral. Cada lágrima de Mercedes. Y cada no lágrima de Mercedes. Cada frase que se podía leer en el silencio de los protagonistas que se comunicaban con las miradas. Un capítulo que sabía dónde radicaba el asco y dónde radicaba la comprensión. 

El amor entre Antonio y Mercedes traspasa las pantallas. Una escena de más de dos minutos en la que los protagonistas caminan por la calle, sin cortes y sin parones, daba muestra de la complicidad que existe entre Duato y Arias. No es puro cine. Es pura televisión. Televisión de la buena. 

Dos escenas para cerrar un capítulo redondo. Primero, el drama. Un desenlace inesperado para el espectador que hace estremecerse a cualquiera. Y es que Cuéntame cómo pasó todavía ha sido capaz de sorprender después de tantos giros de guión. Y después, el amor. Un anillo que sirve para que Mercedes y Antonio den un golpe sobre la mesa y demuestren que los Alcántara son parte de la familia (y no sólo de la tele).