Twitter se ha convertido en el medio preferido por los usuarios de internet para ser conocedores de manera casi inmediata de sucesos o actividades ocurridas en cualquier parte del mundo. Además de su valor informativo, la red social permite conocer las tendencias o temas más comentados del momento, así como mantener interacción directa con cualquier twittero simplemente con conocer su nombre de usuario.
Cuando es indeseado, este tipo de contacto puede resultar irritante para algunos. Es por ello por lo que, en ciertas ocasiones, hay quien suele poner medidas para evitarlo.
Sin duda, el bloqueo es una de las herramientas de Twitter más empleadas por sus usuarios para evadir el contacto con twitteros non grata, ya sea para luchar contra las cuentas de spam, el acoso o, simplemente, evitar a alguien que directamente no se quiera ver ni en pintura.
Pese a que parezca una utilidad sencilla, hay casos en los que surgen dudas sobre su uso. ¿Qué pasa cuando el bloqueador es un personaje público? Y, ¿qué ocurre cuando el famoso traza la línea a la hora de usar esta herramienta para fulminar de sus menciones a todas aquellas personas que no les doren la píldora o expongan un punto de vista distinto al suyo? ¿Es el esta utilidad el sinónimo de no saber aceptar una crítica?
Reformulando el ingenioso y desternillante título en español de uno de los mayores fiascos en taquilla de una cinta de Disney, he considerado apropiado analizar dos casos que el idealismo social twittero ya considera unas leyendas del bloqueo.
Hablamos de Juan Camus, exconcursante de la primera edición de Operación Triunfo, y de Vega, cantautora; compositora para otros artistas; candidata en dos ocasiones a un Grammy Latino; poseedora de un disco de oro gracias a su primer álbum; y... para a su desgracia, participante de la segunda temporada del talent show.
La relación de Juan Camus con la herramienta de bloqueo de Twitter es más o menos reciente y podríamos decir que hasta justificada. A Juan le ha pasado con la red social del pájaro azul lo mismo que nos pasaría a nosotros si, día tras día, alguien viniera a nuestro hogar a desacreditarnos. Es algo obvio el mencionar que a nadie le agradaría que un desconocido se crea con el derecho de recordarnos lo mucho que ha triunfado el vecino, nos enumere uno por uno los logros de este, y nos recuerde lo poco que se habla de nosotros.
"El cementerio del arte está lleno de egos"
Pues eso fue más o menos lo que le ocurrió al cocreador de Mi música es tu voz tras anunciar que no estaría en OT: El Reencuentro al no haber llegado a un acuerdo con la productora organizadora del mismo. ¡Si es que hasta Cristina Pedroche utilizó el espacio en el que colabora para burlarse de él!
En el mismo lado de la balanza se encuentra Mercedes Mígel Carpio, conocida por los telespectadores como Vega, la de OT. A pesar de que su página oficial de Facebook es todo compendio de opiniones, lo de hacérselas llegar a ella es otro cantar. La cantautora puede opinar de lo perjudicial del top manta, del buen hacer de Los Mensajeros de la Paz en la Iglesia de San Antón de Chueca y de la importancia de libertad de la prensa, aunque ella no es tan benévola cuando se trata de escuchar la opinión de otros.
No son pocas las víctimas twitteras que se ha cobrado la cantante por discrepancia de opiniones, llevarle la contraria o, simplemente, por recordarle el talent show que la dio a conocer al gran público.
El objetivo de este artículo de opinión no es juzgar, valorar o desmerecer el incalculable talento artístico de ambos triunfitos (¡Dios me salve!), sino hacer pensar. ¿No es una pena que una personalidad déspota y ansiosa de atención ensombrezca tantos años de dedicación y de esfuerzo enfocados al arte?
"Demasiado ego puede matar y el cementerio del arte está lleno de egos".