La casa de Gran Hermano 17 está viva... y parece que su presentador también. Desde que se estrenara en el reality show de Telecinco, Jorge Javier Väzquez ha sido criticado por propios y extraños ante lo que muchos espectadores consideraban una falta de implicación en el formato y un excesivo nivel de almidonamiento.

Tres semanas, una casa con unas tramas más rodadas y unos concursantes más definidos han hecho falta al presentador catalán para poder hacerse de lleno con las riendas del concurso.

La cuarta gala del formato producido por Zeppelin TV ha sido el punto de inflexión de Jorge Javier, que no tuvo ningún reparo en repartir mandobles a diestro y siniestro, opinando y juzgando a los participantes del reality show, marcando distancia con su anterior postura.

La entrega del reality emitida este jueves, 29 de septiembre, arrancaba con un presentador participativo, posicionándose en torno a la relación de Pol y Adara y continuaba con una ristra de chistes, en ocasiones forzados, que recogían más la opinión de los usuarios de Twitter que la del propio Jorge Javier.

El presentador dejó a un lado el guion preestablecido por el cue para improvisar o repensar bromas sobre el pelo de Beatriz; continuas alusiones a los pocos vídeos que factura Mostse en concepto de ser parte del mobiliario de la casa; chistes sobre la obsesión de Meritxell con el punto que le dio a Fernando en sus primeras nominaciones; y un sinfín de situaciones más que lo desprendieron de su conducta y porte robótico de galas anteriores.

Pero cuidado: dejar a un lado el libreto marcado por el equipo de guionistas o implicarse dando una opinión no debe desprender al presentador de Gran Hermano de la imparcialidad que debe caracterizarle.

Este fue el mayor juicio al que tuvo que enfrentarse Mercedes Milá a lo largo de sus quince años de trayectoria a cargo del reality donde, en ocasiones, se convirtió en una especie de tirana que coartaba la libertad de expresión de todo aquel que se atreviera a no comulgar con sus ideas.

Durante la cuarta gala de GH 17 pudimos ver una actitud parecida en Jorge Javier. El presentador se convirtió en una especie de dictador o Dios, portador de la verdad absoluta, que no se cortó en abroncar a los habitantes de la casa, enturbiando su aislamiento  y su libre albedrío con su juicio de valores. ¿Hasta qué punto el presentador de este reality debería dejar de ser un mueble?