El Baltias abrió sus puertas hace menos de un año pero, de seguir así, se verá abocado al cierre irremediablemente. Su cocina es más pretenciosa de lo que debiera. Y su cocinero, demasiado tozudo para aceptar que ni su cocina es un dechado de limpieza ni sus platos un ejemplo de buen hacer culinario. Así es Baltias, el restaurante que visió esta semana Pesadilla en la cocina y en el que Alberto Chicote vivirá momentos extremos en los que la presión y los nervios jugarán malas pasadas.
Todo comenzó un año atrás cuando Luis, encargado de restaurante de larga trayectoria, decidió abrir su propio restaurante junto a su pareja Esther, sin experiencia alguna en restauración. Pero las cosas no fueron como habían planeado y menos de doce meses después el Baltias se encuentra en una situación lamentable que sólo apunta al cierre del negocio si no se toman de forma inmediata las decisiones adecuadas.
Ahora Luis está completamente desmotivado, se bloquea ante cualquier problema y no sabe responder con firmeza. Por su parte, Esther parece tomarse el negocio a broma y en ocasiones se comporta como una niña pequeña ante los más mínimos contratiempos. Y por si fuera poco, la cocina es territorio exclusivo de Ronal, un cocinero que dice amar los fogones pero cuyo concepto de limpieza y profesionalidad están muy lejos de lo convenido. Un chef cuya visión del negocio es muy distinta de la de su dueño y cuyo desorden y dejadez lo dejan en continua evidencia.