Black Mirror ha regresado con su dosis más grande hasta la fecha. Bajo el paraguas de Netflix, la aclamada serie inglesa se ha internacionalizado en cuanto forma y contenido. Sutilezas de esta tercera temporada de seis historias-episodios que hacen de Black Mirror una ficción más generalista en algunos tramos. Sigue siendo, a pesar de esto, un SERIÓN.
Al tener equipo y reparto diferente en cada uno de sus episodios, los capítulos de Black Mirror deberían analizarse de forma individual. Y es que en medio de este aluvión de nuevas historias hay obras de arte gloriosas que se sobreponen a otras. Pero, como producto global, es un sobresaliente.
Black Mirror sigue la misma premisa que hasta ahora: el mundo tecnológico concede una nueva realidad a la que nos tenemos que adaptar los humanos. Y quizá el mayor miedo que produce la serie es que los casos presentados no se alejan tanto de la realidad como debería ser. Consigue así ponernos en la situación del protagonista y hacernos la gran pregunta sin que lo notemos: ¿tú qué harías?
El gran problema es que seguramente tomásemos las decisiones de los protagonistas. Y ahí es donde radica el gran miedo que nos produce Black Mirror. La serie no habla de un futuro al puro estilo Minority Report en el que hay Tom Cruises que no envejecen o coches voladores. El futuro pasa casi siempre por la aceptación de los demás donde cada vez nos vemos más expuestos y el qué dirán toma unos límites insospechados. Quizá repetimos demasiadas veces la palabra 'futuro' cuando en realidad queremos decir 'presente'.
'San Junipero' es la joya de la corona de 'Black Mirror'
La joya de la corona de esta nueva tanda de capítulos es, sin duda, San Junipero. Es el capítulo más distinto de todo Black Mirror y el que deja un regusto en el cuerpo que tarda en llegar. Es, además, el más distante en cuanto a la premisa tecnológica de la serie. Es en la historia que más cuesta entrar y de la que más cuesta salir.
Black Mirror se puede considerar una crítica a la sociedad actual. Y, sin embargo, no intenta dar lecciones de nada. Sólo expone un caso, una visión de la realidad o un futuro predecible. A partir de ahí, es el espectador el que se critica a uno mismo por las últimas decisiones tomadas. Y es que si algo da miedo de Black Mirror es el movimiento de estómago que deja cuando aparecen en los títulos de crédito. Algo que muy pocas series consiguen hoy en día.
El secreto de Black Mirror es dejar a los espectadores con una gran duda: ¿y ahora qué? La serie presenta un tema, un desarrollo y un choque de trenes. Sin embargo, no se produce un gran final que signifique el desenlace de la historia. La serie deja en alto su fundido a negro para que sea el espectador el que imagine en su cabeza lo que ocurrirá después según sus propias vivencias. Una serie que juega con la cabeza del espectador sin que nos demos cuenta.