"En esta vida se cambia lo que no funciona, lo que funciona no". Así de tajante se ha mostrado Mariano Rajoy en el consejo del PP tras anunciar una serie de medidas que podrían cambiar el futuro de nuestro país.
Visto lo visto (y escuchado lo escuchado), Televisión Española ha rechazado el consejo del Presidente del Gobierno y ha vuelto a repetir todos y cada uno de los errores de los que ya había pecado en ediciones anteriores de Objetivo Eurovisión. Además, como no podía ser de otra manera, también ha cedido a varios unos nuevos.
La preselección más lamentable de la historia de TVE
La 1 ha celebrado este sábado, 11 de febrero, la selección del representante español para el Festival de Eurovisión 2017 con una gala repleta de desaciertos, convirtiendo la misma en la crónica de un fiasco anunciado.
Poco antes del evento, la etiqueta #ObjetivoCutrePreTVE se convertía en la primera tendencia en Twitter aunque los usuarios de la red social no tenían ni idea de lo que estaba por llegar. Pese a ello, solo han hecho falta unos minutos para ratificar la razón de ser de tal hashtag.
Un número inicial mejorable, que me atrevería decir que fue interpretado de manera casi improvisada, dejaba entrever la posibilidades técnicas de la gala: el mismo perro con distinto collar.
Un desastroso juego de iluminación, realización, sonido y cámaras ha dejado en evidencia el poco mimo con el que Televisión Española trata al Festival.
"Me gusta Eurovisión", ha repetido hasta la saciedad la ristra de invitados que han desfilado por el inhóspito plató que Viento y Agua Films ha rentado para lo que se ha convertido ya en la tradicional fiesta anual de fin de curso de La 1. Quizá intentando autoconvencerse del inexistente cariño y respeto que el ente público tiene a Eurovisión.
Al contrario de lo que nos han intentado hacer pensar, lo visto desde casa no ha sido más que un escenario pobre, mal organizado y que traía como principal novedad una juguetona pantalla de LED en el suelo a la que la mayoría de las propuestas ha sabido sacar partido pese a la torpe y perezosa realización del evento.
Una gala improvisada, casi montada sobre la marcha
"Un espectáculo a la altura de Eurovisión", pedía Virginia Díaz, miembro del jurado, a los aspirantes a sufrir los tormentos e imposiciones de la, por desgracia, incombustible delegación española del Festival.
Quizá la locutora de Radio 3 se lo hubiera pensado dos veces a la hora de realizar su petición si hubiera sido consciente de los encarecidos ruegos del ente público a los candidatos para que estos prepararan puestas en escena modestas, fáciles de asumir y ejecutar.
Esta petición por parte de la cadena pública no es más que el fiel reflejo de la esencia de la gala. Lo que sucede cuando Televisión Española vuelve a caer una y otra vez tropezando en la misma piedra, improvisando sin trabajo previo alguno una gala anual que roza lo esperpéntico. La imagen del desinterés.
Objetivo Eurovisión ha sido, un año más, el resultado de una combinación imperfecta entre la escasez de medios técnicos y una incompetencia que ha dejado a sus participantes con el culo al aire. Estos se han visto obligados a subirse al escenario y defender una propuesta montada sobre la marcha tras encomendarse a los dioses con la esperanza de que este año Prieto y Llano dejen que suene la campana.
El bullying, un perfecto broche para un caótico fin de fiesta
Como no podía ser menos, como toda buena fiesta, esta también ha tenido su gran broche final, digno de un circo romano o de un patio de colegio: caótico y bochornoso.
Tras proclamar a su ganador, el presentador y la organización del evento han permitido que este fuera acosado manera directa por un público que suele, irónica y lamentablemente, defender los mensajes de respeto y tolerancia que transmite el Festival. Los que se hacen llamar a sí mismos eurofans.
Como un cristiano arrojado a los leones, o un niño desprotegido y desarropado ante los matones de la clase, Navarro comienza su carrera hacia Eurovisión con el característico toque de amateur de TVE y tras ser víctima de un bullying causado por un fanatismo ciego y desmedido.