laSexta estrenó este miércoles su primer reality show en mucho tiempo: La isla. Tal vez sean muy listos o han pecado de tontos al estrenar ahora que se está emitiendo a la vez Supervivientes. Muy tontos porque el espectador puede terminar cansado de playas, arena, selva y gente pasando hambre. O muy listos porque este programa de televisión deja por la suela de los zapatos las necesidades exigidas por los concursantes de Supervivientes

Y es que La isla es ese Supervivientes que siempre quisimos ver. Tal vez demasiado low cost. Tal vez la vida de los concursantes no interesan. Pero el fondo del programa es los que siempre quisimos ver del reality de Telecinco, gente pasándolo mal y sacándose las castañas del fuego para sobrevivir en una isla. 

Mientras tanto, en Supervivientes siguen saltándose sus propias reglas y permitiendo que algún concursante llegue a quedarse tres días en hotel para pensarse su estancia en la isla. ¿Superviviencia? Casi hay que tomarse a risa el título del programa en algunos momentos. 

En Supervivientes se echa de menos que los concursantes tengan más margen de movimiento. Una docena de personas se mueve en un terreno de 50 metros de playa. Todo es un ir y venir de paseos, de días tumbados al sol, de baños en el mar. Y es que Supervivientes se ha terminado convirtiendo en un Gran Hermano isleño en el que ya poco importan las inclemencias temporales y geográficas. 

Mientras tanto, en La isla sí que se ve cómo los concursantes sufren. Al menos, es lo que podemos sacar como conclusión en esta primera entrega del programa presentado por Pedro García Aguado. Y el espectador de La isla les pide sufrimiento. Ni más ni menos. Pide lágrimas, ataques de ansiedad y hambre. Y es que si para algo se crearon los reality shows fue para saciar el hambre de cotilla que tiene todo ser humano. 

La isla también tiene sus cosas malas, no es un programa perfecto. Para permitirse grabar un programa de estas características han tenido que captar a personas con varios conocimientos de supervivencia. Tal vez tienen tantos conocimientos y están tan preparados para sobrevivir en este entorno que dejan poco tiempo para el ingenio. 

Si algo ha gustado de Supervivientes este año es que es un no parar de conflictos entre los concursantes. En La isla hay que dejar a un lado la personalidad individual de cada participante para pensar en el grupo. Un acto de fe demasiado grande para el espectador ya acostumbrado a la televisión de los gritos, los insultos y los cuchillos por la espalda. Un espectador más acostumbrado al juego en caliente que a la mente fría. 

Tal vez el fallo de La isla es que el espectador conecta muy poco con los concursantes. Después de una primera entrega no hay perfiles que destaquen o que hayan despuntado. En La isla todos son un todo. Y si el espectador no se ve reflejado en uno de los concursantes, el programa tiene un serio problema de arranque. 

Que sólo participen hombres es algo que ya echará para atrás a muchos espectadores. Y es que a veces es mejor no copiar los formatos de arriba a abajo y despejar ciertas normas de las versiones internacionales. En este caso, el programa simpatiza sólo con los machos alfa de cada casa, donde tuvo un mejor resultado de audiencia.

Tal vez lo que siempre quisimos fue ver a los concursantes de Supervivientes pasarlo tan mal como los chicos de La isla. Tal vez es que siempre quisimos el Survivor americano que la tele española nunca nos supo dar. Unos tanto y otros tan poco.