España siempre ha tenido serios problemas para hacer series sobrenaturales (con el permiso de El ministerio del tiempo). Y eso que ha habido de todo en nuestro país: thrillers con hombres lobo, muertos que regresan a la vida, ángeles, demonios o incluso extraterrestres. Pocas veces este género ha ido bien. Pero con Estoy vivo, el género se reinventa y demuestra que lo sobrenatural puede no ser una parodia y tener un resultado serio.
Capitaneada por Javier Gutiérrez, Estoy vivo es el nuevo proyecto de ficción de TVE. Aunque sigue llevando sobre la espalda algunos lastres de la ficción familiar que tiene que contentar a todas las edades, esta serie es lo que se le pide a una televisión pública que apuesta por la calidad por encima de las masas.
Con una factura y una fotografía impoluta, Estoy vivo resulta creíble. Una serie que juega con la vida y la muerte, con las reencarnaciones y los dioses, podía resultar en muchos momentos cómica. Y, sin embargo, el elenco hace que toda la trama resulte verosímil y nada rocambolesca.
Desde los pesos pesados de la serie hasta los secundarios están perfectamente perfilados
Y es que si algo destaca de Estoy vivo es el excelente casting elegido. Desde los pesos pesados de la serie hasta los secundarios están perfectamente perfilados, concibiendo uno de los mejores elencos que hay actualmente en la ficción española.
La nueva serie de TVE te deja atrapado hasta el final, con giros en este primer episodio que hace que pocas veces baje el ritmo. Tal vez es una de las series que más sufre la duración de la ficción española. Estoy vivo hubiese agradecido mucho una duración algo más corta para contener en un frasco más pequeño la buena calidad de muchas de sus escenas.
Estoy vivo es una serie de largo recorrido (aunque de ello dependa la buena praxis de TVE). Es una serie con varios caminos, lo que hace del proyecto un saco en el que no aburrirse. Es una serie que funcionará muy bien con sus tramas capitulares, pero que a la vez tiene una larga subtrama de temporada muy potente que conquista desde el primer momento.
Sus fallos están en lo sentimental. Para conseguir la lágrima del espectador se producen situaciones algo descabelladas en algunos momentos. Decisiones de los personajes nada creíbles con el fin de que las relaciones entre ellos sean mucho más frecuentes. Pero todo se arregla con pequeñas pinceladas de humor que consiguen sacar la sonrisa y que hacen de Estoy vivo uno de los productos más redondos de los últimos años.