El tándem Aitor Gabilondo-José Coronado-Álex González ha vuelto a triunfar dos años después del final de El Príncipe con Vivir sin permiso. Y si en aquella ficción, el guionista se aventuró a abordar sin cortapisas el yihadismo en España, ahora se ha lanzado a escribir la primera gran serie española sobre el alzheimer.

Una nueva historia que nos está brindando al mejor Coronado de los últimos años y que, como dice el propio González, le ha ayudado a ser mejor actor. “Este papel es un regalo”, confiesa en entrevista con BLUPER. “Siempre lo entendí así hasta que lo empecé a rodar. Me gusta no estar cómodo y es dónde uno mejora. Con este personaje, creo que soy mejor actor. No digo que sea ni bueno ni malo. Me ha hecho mejorar”.

Me gusta no estar cómodo y es dónde uno mejora

“Admiro mucho a Aitor como persona y, sobre todo, profesionalmente. Me encantan las historias que crea y el arco que hace de cada personaje. Digo arco porque en sus historias los personajes no acaban donde empezaron, siempre les pasan muchas cosas y tienen muchos giros. Y eso como actor es muy rico de interpretar”, añade.

“A diferencia de El Príncipe, aunque aquí también hay historias de amor entre hombre y mujer, la verdadera historia de amor es el amor de un padre por un hijo. Y como el hijo, al más puro estilo Hamlet, demanda el amor del padre. Siempre se está jugando con esa historia de amor”, explica González.

Un amor que, sin embargo, se convierte en venganza al no ser correspondido. “Otra de las cosas que me gusta de esta serie es que no hay buenos y malos, como la vida misma. Cada uno tiene los motivos que tiene para hacer lo que hace”.

“Es verdad que mi personaje corresponde al arquetipo de villano y no al de héroe. Dentro de eso, lo que diferencia a Mario es que el fin sí justifica los medios. Es decir, el tiene una meta en la parte profesional, tiene claro donde quiere llegar; pero en lo personal también es ambicioso, demanda un amor que no es correspondido. Está muy bien escrito porque no sólo ves al villano, sino también su herida y de donde nace”.

Un proceso difícil

No obstante, a pesar de estar disfrutando mucho de este personaje, hubo un tiempo en el que pensó que no conseguiría hacerse con él. “Hubo una parte en la que pensaba que no iba a ser tan difícil. Pensé que venía con los derechos hechos y el personaje construido, pero luego escena a escena, me encontré muchas dificultades. No lo encontraba. Es una especie de salto al vacío”.

Me inspiró mucho El Lobo de Wall Street

Es el personaje más difícil que he hecho”, se sincera. “Hacer de bueno es más fácil. Aquí tenía que enfrentarme a ver qué conocía yo de la ambición, de la traición, de esa parte más oscura que no podemos tratar en la vida normal y que el regalo de ser actor te ofrece”.

¿Y cómo encontraste el camino cuando estabas perdido?. “Buscando algo que no sabía que estaba buscando. Tenía una intuición. Había personajes que sabía que eran de mi personaje. Al principio me puse en trabajo de mesa. Por ejemplo, el personaje de Tom Cruise en Magnolia tenía matices, la historia tenía cosas de El padrino... Es muy del Rey Lear de Shakespeare. También del Yago de Otelo. Luego me iba a Morey. Notaba que hablaba raro”.

“Y entonces tuve que romper todo y hacer ejercicio en casa, dejarme más expresivo, a no tener miedo a hablar con otra voz... Y me inspiró mucho El Lobo de Wall Street. No el resultado de la película, sino el proceso de la película. Esa locura”, finaliza.