*Atención: este artículo contiene spoilers sobre la serie ‘Élite’, de Netflix
La pasada semana se estrenaba Élite en Netflix y se convertía en un fenómeno instantáneo, pues son muchísimos los usuarios que la han visto en modo maratón, en cuestión de pocos días (o uno solo). La serie narra las andanzas de un instituto de niños bien, donde están los que serán líderes del mañana, aunque también hay entre ellos alumnos más humildes que pueden estudiar allí gracias a una beca. El conflicto entre unos y otros está asegurado.
De entre todos los problemas adolescentes que se retratan (primeros amores, aceptación de la homosexualidad, coqueteos con drogas blandas, falta de comunicación con los padres…) destaca el que tiene el personaje de Marina, interpretada por Maria Pedraza. La joven, al igual que todos, oculta un secreto, y en su caso es que es seropositiva, algo que sirve para exponer que el virus del sida no entiende de clases sociales.
Y es que Marina lanza un claro mensaje al espectador joven: “Le puede pasar a cualquiera. Te puede pasar a ti también. Al VIH le importa una mierda lo grande que sea tu casa, el dinero que tengas o lo largos que sean tus apellidos”.
Series españolas juveniles que han tocado el VIH / Sida
En la ficción nacional se ha hablado a los adolescentes sobre el VIH ha habido desde hace más de 20 años, aunque no siempre de manera especialmente didáctica. Ya en el primer episodio de Al salir de clase se presentaba a Íñigo (Mariano Alameda), quien tenía una novia en Holanda que murió por culpa del virus, y no sabía si él era portador o no. Pronto se supo que era negativo, y él olvidó el tema y nunca más se habló del asunto.
En Compañeros, Tony (Jorge Bosch) era el hermano drogadicto de Quimi (Antonio Hortelano), y en plena rehabilitación, cuando comienza a tomar las riendas de su vida, descubre que tiene el VIH. Y en La Pecera de Eva y Física o Química fueron miembros del equipo docente los portadores. Hablamos siempre de personajes secundarios (o que ni aparecieron jamás, como la novia de Íñigo), y que en ocasiones tardaron hasta cinco temporadas en aparecer.
Además, en el caso de Compañeros, relacionan el virus con la marginalidad, con la droga. Y por ello Marina de Élite es un personaje rico e interesante, porque no es de un colectivo de riesgo como los drogadictos o los homosexuales. Es una adolescente de familia adinerada, de la que nadie se lo esperaría, pero a la que le ha tocado.
Y no solo eso: es la protagonista de la serie, uno de sus pilares fundamentales, y como portadora del VIH sufre el estigma de la enfermedad, sí, pero dentro de su propio hogar, pues es un tema del que no se habla. “Dilo mamá. Di mi hija de 16 años es seropositiva” llega a suplicar la joven, queriendo que su situación se normalice.
El sida no es sinónimo de muerte
Por parte de sus compañeros, el drama es menor, y muchos de ellos admiten haber recurrido a Internet para ver cómo es el VIH a día de hoy, cuando se ha convertido en una enfermedad crónica pero no mortal.
Y el gran mazazo que Élite le pega al espectador es que, en un hábil giro de guion, le enseña tras ver un par de capítulos el cadáver de Marina, la del VIH, en la bolsa del forense. Lo impactante es que muere, sí, pero no porque el sida se haya desarrollado en su cuerpo y haya destrozado sus defensas, sino porque la matan.
Y no en una riña sobre drogas en un callejón, ni un exnovio que mantuvo sexo sin protección con ella, ni nada parecido. Todo sucede en la fiesta de graduación de un centro de formación de élite, porque a su asesino le importaba una mierda lo grande que fuese su casa, el dinero que tenía o lo largos que eran sus apellidos. La diferencia entre el asesino y el VIH es que lo del virus sí le puede pasar a cualquiera. Que te abran la cabeza por hacer chantajes millonarios estadísticamente es menos probable que le ocurra al primero que pase.