Es difícil de explicar con palabras lo que me ha provocado el último episodio de Cuéntame cómo pasó. A decir verdad, muy pocas series han conseguido hacerme sufrir tanto como la de TVE. Y es que Cuéntame ya no es una serie de televisión, ha conseguido dar un paso más allá, transformándose en una familia con la que sufrimos como si fuese la nuestra. 

He agradecido ver el episodio de este jueves en diferido. Y es que he tenido que parar en varias ocasiones el capítulo por la angustia que estaba sintiendo. Los Alcántara lo estaban pasando muy mal y yo con ellos. Esa conexión con el espectador es tan complicada de conseguir y Cuéntame lo hace tan bien que hay que aplaudir bien fuerte, por mucho que la serie lleve 17 años en antena. Se dice pronto.

Con la televisión somos como en todo: se nos van los ojos a las novedades. La serie de estreno es el jersey de nueva temporada, dejando en el armario ese que tanto nos gustó el año pasado. Y no valoramos el calor que nos dio aquel antiguo jersey que jamás tuvo bolas. Cuéntame es esa chaqueta que no se puede pasar de moda, y de la que no se puede dejar de hablar por mucho que estemos acostumbrados a que hacen las cosas tan bien.

Cuéntame no se ha quedado anclada en el pasado a la hora de contar las cosas

Y es que Cuéntame cómo pasó es, sin miedo a decirlo, la mejor serie que tenemos en el panorama español. Tal vez no es tan rompedora y revolucionaria en su planteamiento como otros títulos, y géneros, que ocupan la mayoría de los titulares. Pero la serie Cuéntame no se ha quedado anclada en el pasado a la hora de contar las cosas. De hecho, el capítulo de este jueves, el 346, ha sido un gran espectáculo audiovisual.

Sin entrar en lo que pasó o dejó de pasar, la narrativa utilizada en Cuéntame cómo pasó este jueves, jugando con el tiempo, ha sido espectacular. El episodio iba in crescendo según pasaban los minutos, manteniendo la tensión hasta el último momento y cerrando todo el lío emocional con una escena soberbia, digna de las tablas de un teatro, entre Imanol Arias y Ricardo Gómez.

La narrativa utilizada en Cuéntame cómo pasó este jueves, jugando con el tiempo, ha sido espectacular.

El equipo artístico de Cuéntame está redondo en este episodio. Hasta el que pronuncia una frase en el capítulo está soberbio. Pero de esta joya de 70 minutos me quedo con una escena, la protagonizada por Ana Duato y Elena Rivera. Dos mujeres de dos generaciones muy distintas que se han sentado en un sofá para rompernos el corazón con un objetivo común. 

Tengo que admitir que nunca he sido un gran fan de Cuéntame cómo pasó. Por inconsciencia, nunca entré en este círculo y pasados los años ya me daba pereza ponerme al día. Sin embargo, en estos últimos años he intentado asomarme a la serie en varias ocasiones. Cuéntame está tan metida en la vena de los españoles, forma de una forma tan rotunda parte de nuestra historia que un no-espectador de la serie sabe perfectamente en qué punto se encuentran sus tramas sin no haber visto ni un episodio. 

En medio de este caos de episodio, de su actual forma de contar las cosas, Cuéntame no reniega en ningún momento de su pasado. Por eso nos sigue dando pinceladas de cultura general en sus guiones. Con el Festival de Eurovisión de 1988 de fondo, la serie se hace un guiño a sí misma. Y es que el primer episodio de la ficción arrancó con la victoria de Massiel en Eurovision y Carlitos sentado delante de su primera televisión. Han pasado 20 años de aquello en la ficción y 17 años en la vida real. Y todos hemos cambiado. 

Cuéntame ya es historia. Historia del presente que hay que saber aprovechar. La echaremos de menos cuando no exista, se lo aseguro. Ellos querían contar la historia de nuestro país, sin darse cuenta de que ellos mismos se convertirían en la historia misma de nuestra televisión.