Durante el Gobierno de Mariano Rajoy, todo el mundo sabía que Vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, manejaba a su antojo a los medios de comunicación salvo algunas pequeñas ‘aldeas’ que consiguieron mantenerse independientes frente a la firmeza de la política.
Dentro de aquellos medios, por supuesto, se encontraba RTVE, un medio que nunca ha escapado de la politización salvo en la etapa de José Luis Rodríguez Zapatero, en la que se logró el histórico acuerdo de consenso para que su presidente lo eligieran tres cuartas partes del Parlamento.
De ahí que durante todos estos años fuera difícil leer artículos en los que se contara como Sáez de Santamaría usaba a algunos medios como títeres. Un silencio con el que rompe ahora el periodista Alberto Lardiés en su libro La democracia borbónica. De cómo las elites se reparten el poder y el botín (Editorial Akal).
En el capítulo 12, que se llama "RTVE, entre el botín y la propaganda", Lardiés cuenta la relevancia que tuvo la Vicepresidenta para colocar a su amigo Leopoldo González Echenique como presidente de la Corporación en 2012 o cómo su equipo decidía qué tertulianos podían salir o no en la televisión pública.
“Echenique, un inteligente abogado del estado y que había trabajado en banca y en la CNMV, desembarcó en la presidencia de RTVE gracias a su amistad con Sáenz de Santamaría, que lo colocó allí con la vitola de poseer suficientes capacidades de gestión para arreglar el agujero de las cuentas. Era un profesional que utilizaría sus altos conocimientos para dedicarse a sanear la corporación y que huiría de cualquier tipo de manipulación”, cuenta el libro.
Órdenes desde Moncloa
“Por supuesto, esas promesas eran vanas y el Ejecutivo del PP, en especial el entorno de la vicepresidenta, empezó a manipular a su antojo. Cambiaron a los responsables de los informativos, ficharon a otros profesionales afines a pesar de que había 6.200 personas en plantilla y aparecieron nuevos presentadores para los programas estrella”, añade.
Pero la cosa no se quedaría ahí, según cuenta Lardiés, “las órdenes sobre qué periodistas podían acudir o no a las tertulias de RTVE provenían directamente del Palacio de la Moncloa (...) Si cualquier informador que se preciase mantenía malas relaciones con estas personas o se pasaba de la raya en los ataques al Ejecutivo, de repente, por pura casualidad y no por causalidad, está claro, pasaba a estar vetado en las tertulias”.
El periodista también pone como ejemplo de esta censura el hecho de que “si había algún medio dirigido por cualquier periodista molesto que osase atacar al Gobierno, simplemente dejaba de existir en RTVE, de forma que sus exclusivas jamás aparecerían citadas en los telediarios”.
Pero, la utilización de RTVE no se quedaría ahí. Lardiés también cuenta cómo, cansado de “la presión del Ministerio de Hacienda y de las críticas de una parte del PP que esperaba una televisión pública aún más favorable a sus intereses partidistas”, Echenique decidió abandonar el barco.