El sector audiovisual a nivel internacional está viviendo estas semanas cambios muy importantes de cara al futuro más próximo. Las distintas compañías están ‘afilando’ sus armas de cara a la guerra por el consumo audiovisual y, sin ir más lejos, esta misma semana Apple presentaba su propio servicio de vídeo bajo demanda para competir contra Netflix, HBO, Amazon o Disney.
Los espectadores celebran esta globalización del contenido audiovisual ya que no hay que esperar a que una cadena de pago o en abierto compre los derechos de una serie para poder verla. Atrás quedaron aquellos años en los que las ficciones tardaban meses o años en llegar a España. Ahora, muchas de estas series se estrenan de manera simultánea en todo el mundo.
Sólo Vivir sin permiso se ha convertido en un éxito esta temporada
Así, en sólo unos años, hemos pasado a tener el control absoluto del mando a distancia. Accedemos a cientos de series ya no sólo norteamericanas, sino francesas, alemanas, brasileñas o incluso coreanas, cómo, cuándo y dónde uno desea.
De hecho, tal es el volumen de contenido al que tenemos acceso que ya se ha llegado a hablar de que estamos viendo series por encima de nuestras posibilidades y que esta burbuja terminará explotando en algún momento.
Pero, termine sucediendo o no, una de las víctimas de este nuevo tipo de consumo es la ficción en abierto. De hecho, como ya hemos analizado en las últimas semanas, sólo Vivir sin permiso ha conseguido ser un éxito en lineal en esta temporada.
De ahí que, teniendo en cuenta que todas estas plataformas vienen de EEUU, Europa necesite protegerse de esta invasión si no quiere que su producción termine muriendo en medio de una batalla cultural y comercial entre el audiovisual estadounidense y el europeo. ¿Se imagina lo que supondría para la industria en materia de empleos?
El caso de Parque Jurásico
Y para ello hay que mirar atrás en el tiempo. Allá por 1992, en medio de las negociaciones para un nuevo tratado de libre comercio entre EEUU y Europa, el fenómeno Parque Jurásico llegaba como un huracán al Viejo Continente.
“El cine europeo está en peligro de muerte. La industria del cine estadounidense es una máquina de guerra”, espetó Gérard Depardieu. “No podemos permitir que los americanos nos traten como a los pieles rojas”, añadía el director Bertrand Tavernier.
La industria del cine estadounidense es una máquina de guerra
Esto llevó a que los cineastas europeos se rebelaran contra la posibilidad de que el cine se incluyera dentro del tratado. Directores como Pedro Almodóvar, Bernardo Bertolucci y Win Wenders firmaron una carta de apoyo a la postura francesa.
“Era como si Parque Jurásico fuera el ariete de la segunda invasión estadounidense de Francia, pero esta vez no para liberar el país, sino para ocuparlo. La tormenta política me pilló en medio”, recordaría años después Steven Spielberg.
“El lobby cultural francés en Bruselas siempre ha sido muy fuerte. La lucha por defender la excepción cultural durante las negociaciones de libre comercio con EEUU dura ya varias décadas. Se ha creado una dinámica de defensa de la cultura francesa. Por eso el lobby del cine tiene tanta energía. Estamos acostumbrados a luchar”, aclaraba a El Confidencial, Isabelle Giordano, directora ejecutiva de Unifrance, la rama exterior del cine francés.
Allí, el 11,5% del precio de la entrada de una película se destina a financiar tanto las películas francesas como el Centro Nacional de la Cinematografía. Es decir, que las superproducciones americanas financian tanto el cine francés como a su ministerio de Cultura.
Obligaciones audiovisuales
De momento, en lo que se refiere a esta nueva lucha, Tribunal de Justicia de la Unión Europea abría un precedente hace unos meses al imponer a Netflix a financiar el cine alemán.
En concreto, Alemania obliga desde 2014 a las plataformas de streaming a inventir un 2,5% de los ingresos que genera su servicio en el país en financiar películas y series locales. Sin embargo, el gigante del streaming alegaba que no tenía obligación de cumplir con esta ley ya que tiene su sede en Holanda.
El gigante del streaming evita estas leyes fijando su sede en Holanda
En España, UTECA exigió modificaciones legislativas que se ajusten a la nueva realidad audiovisual, ya que la televisión lineal tiene una regulación exhaustiva y las plataformas "on line" viven en una "jungla legal". "Regular y supervisar a todos nos equiparará en derechos y obligaciones, pero, ante todo, supone una mejor protección del espectador y el reconocimiento de la industria audiovisual europea como motor de cultura y empleo”, defendían.
La Ley General de la Comunicación Audiovisual obliga a los prestadores del servicio de comunicación audiovisual o a los operadores de telecomunicaciones que también difundan canales de televisión, a destinar el 5% de sus ingresos de explotación a financiar obras audiovisuales europeas: películas para el cine y la televisión, series, documentales y películas y series de animación. En el caso de que la empresa sea de titularidad pública, este porcentaje aumenta hasta el 6%.
Hasta el momento, Netflix ha demostrado su compromiso con el sector audiovisual español y ha establecido en Madrid su primera sede de producción en Europa, que será precisamente presentada a los medios esta semana.
La creación de esta central refleja un aumento de la inversión de Netflix en España, con más de 13.000 personas entre reparto, equipo y extras trabajando en 20 producciones originales de Netflix a lo largo del país en este año.