Esta madrugada, HBO pone fin tras ocho temporadas a Juego de Tronos. Una serie que tiene loco a espectadores de todos los puntos del mundo, que hace que la gente haga apuestas sobre su desenlace que tiene a todos intrigados sobre cómo será el punto y final a la historia que un día creó George R.R. Martin en una novela.
Y puede que aún muchos no se hayan dado cuenta de que será el último gran evento global que todos veremos juntos, esperando cada semana un nuevo episodio, queriendo compartir con los amigos que tenemos al lado nuestras impresiones sobre muertes y victorias, y también con los que están lejos a través de las redes sociales o del móvil.
A diferencia del cine, que cada cual ve la película el día y en la sesión que puede, la televisión promovía hasta hace unos años la simultaneidad. Todos experimentábamos lo mismo a la vez, cogidos casi de las manos.
Una emoción como la que nos ofreció el final de 'Perdidos'
¿Quién no madrugó (o conoció alguien que lo hiciera) para ver aquel final de Perdidos que emitió Cuatro a las tantas de la madrugada, con subtítulos que a veces ni casaban, solo para saber qué les ocurriría a Jack y el resto de la tripulación del avión maldito de Oceanic? ¿Quién no pensó en que estaba viviendo un gran acontecimiento televisivo, formando parte de una experiencia compartida por cientos de países a la vez? Un poco como ocurre cuando ves Eurovisión, o los Óscars a través de la pequeña pantalla.
Con Juego de Tronos además de decirle adiós a Tyrion Lannister, Daenerys Targaryen o Jon Nieve, también despediremos una forma de ver series de manera global. Hasta hace unos años, la ficción se veía principalmente de manera ilegal, con descargas, pero la implancación de HBO a nivel mundial permitió que, semana a semana, todos lo viesen a la vez, llevando los capítulos al día por miedo a comerte algún destripe del argumento (y nunca mejor dicho).
Los maratones de series fomentan la individualidad
Sin embargo, la tendencia actual de consumo va por otros derroteros. Las series principalmente se consumen en streaming y en atracones, con las plataformas colgando una temporada entera un día concreto y que cada cual se administre los episodios como quieran.
Las conversaciones online sobre las series aún existe, pero es más porque el usuario quiere alguien quiere recomendar o no una serie, no porque quieran experimentar el mismo momento con todos los demás a la vez, sentirse parte de una comunidad, un habitante de Poniente, un pasajero del vuelo de Oceanic.
El streaming, el volcado de todos los episodios a la vez, hace que el consumo de series sea algo más individual, y en cierto modo se reduce el nivel de emoción de querer hablar con amigos o internautas sobre el desenlace de turno. De hecho, el tener toda la producción a golpe de clic hace que la emoción baje, no estamos seis días esperando mordiéndonos las uñas pensando qué pasará, esperando que llegue el día y hora indicados.
Juego de Tronos será probablemente la última gran serie en la que los fanáticos compartan a la vez, que genere conversaciones al día siguiente en la pausa para el café en el trabajo, que llene Twitter de opiniones, que haga que te mandes mensajes con los amigos para decir que qué pena o qué alegría de lo que ha sucedido. Y es que sentiremos nostalgia, porque esa ilusión de ver la televisión ya no será la de antaño.
Por supuesto, todavía hay series y producciones que permiten una experiencia así. Hace unos días hemos dicho adiós a The Big Bang Theory y ninguno quisimos spoilers sobre su último capítulo ya que se emitió un día después en nuestro país. Y también hay concursos como Rupaul’s Drag Race que se llevan al día. Y añadimos ceremonias de los Óscars, o la Super Bowl, o la serie The Walking Dead, que no sabemos hasta cuando durará. Pero ninguno de estos fenómenos catódicos será equiparable al que consiguió la serie que nació de la invención de George R.R. Martin.