El gran fallo de 'Pekín Express': ¿dónde está el enemigo a batir?

El gran fallo de 'Pekín Express': ¿dónde está el enemigo a batir?

Televisión

El gran fallo de 'Pekín Express': ¿dónde está el enemigo a batir?

27 noviembre, 2019 21:03

Pekín Express ha desembarcado en Antena 3 y se merece que dé las gracias a sus responsables por haber mantenido la esencia del programa: Birmania ha sido (de momento) la auténtica protagonista, y así debería seguir.

Sin embargo, quiero dar un toque de atención sobre el casting que, pese a haber sido recibido con vítores, a mí me ha dejado un poco frío. No voy a mentir; tengo miedo de que el foco de atención cambie, centrándose en el carácter de los concursantes y no en su espíritu aventurero.

A mí me llamó poderosamente la atención que de las ocho parejas que empezaron el juego ninguna parezca especialmente temible. No hay un gran rival a batir, y eso, se echa de menos. En otras ediciones fueron once equipos los presentes en la línea de salida. Entre ellos había perfiles de todo tipo y es fácil hacer paralelismos entre ellos y los concursantes de esta temporada: chicas explosivas, amigos rurales, padres e hijos, matrimonios anclados en la rutina, jóvenes urbanitas…

No obstante, al recortar en tres el número de parejas participantes algún perfil sobraba, y, lamentablemente, en este ERE se ha dejado fuera a aquellos que hubiesen partido como los grandes favoritos. Como espectador fue gratificante ver cómo parejas de apariencia más débil superaban a los policías de Coslada (La ruta del Himalaya), a los azafatos de Ryanair (La ruta del dragón) o a los hermanos surfistas (Aventura en África).

Estas tres parejas partieron como grandes favoritos y, aunque no pudieron ganar Pekín Express, provocaron que la competitividad alcanzase un nuevo nivel. Es evidente que La ruta de los mil templos acabará teniendo una pareja ganadora, alguien se convertirá en el más fuerte de la edición y otros darán la sorpresa y llegarán más lejos de lo que todos pensábamos.

Pero eso va a ocurrir siempre, en cualquier competición, no tiene nada que ver con el nivel de los participantes. Un ejemplo de ello es que quizá yo pueda ganar una carrera contra niños de primaria, pero nunca podría competir a nivel olímpico, y ambos casos alguien quedaría segundo y otro acabaría siendo último.

Este concepto, que se resumiría en la frase “el valor de una victoria se mide por la grandeza del rival”, provoca que me cuestione el nivel del casting de Pekín Express, aunque es un mal endémico en los reality shows. Cuando todos los concursantes de La Voz eligen el mismo equipo (el de David Bisbal o Alejandro Sanz, en el caso español), entiendo que no están pensando en su beneficio propio.

Convertirse en el finalista de ese grupo es una misión casi imposible, ya que tienes que eliminar a grandes cantantes por el camino, a gente que logró girar a los cuatro coaches. No quiero desmerecer a nadie, ya que una victoria siempre es una victoria, pero reconozco que la lucha de David contra Goliat atrae mi atención de forma irremediable.

Como espectador valoraré más que alguien casi anónimo como Ares Teixidó, esté a punto de vencer en la nominación a la archiconocida Belén Esteban en un concurso con famosos, a que hubiese ganado una edición de Gran Hermano VIP en la que no participasen rostros realmente conocidos.

Tristemente, este concepto, el de luchar contra enemigos de altura, no se ha implementado en la quinta edición de Pekín Express. Aunque todos sabemos cómo funciona el concurso se ha apostado por gente que no vive la experiencia al 100%; gente que no quiere probar la comida tradicional birmana o que tiene miedo a subir al capó de un coche y prefiere viajar agachados que contemplar el paisaje; gente que nunca nos regalará una lucha de David contra Goliat, sino que se limitarán a un David contra David, y sin duda, no suena tan épico.