Este jueves estaba cubriendo la rueda de prensa de El hormiguero y preguntando sobre la presencia de los políticos en televisión cuando saltó la noticia: Alfonso Rojo era despedido de Telemadrid. ¡Vaya casualidad, justo cuando hablaba de televisión y política! El periodista asegura que no ha sido despedido, que se trata de una no renovación. Al final, una cosa u otra nos lleva a lo mismo: ya no estará en Telemadrid.
Alfonso Rojo ha estado un año detrás de un púlpito pagado por los madrileños desde el que ha dado publicidad a su medio privado, desde donde ha favorecido a sus amistades y desde donde ha intentado por todos los medios frenar el ascenso de Podemos. Ha cabalgado por encima de la pluralidad y ha pisoteado todos los rasgos que debe tener una televisión pública.
Alfonso Rojo se ha aprovechado de su ventana. Le pusieron una mesa desde la que moderar un debate político y la convirtió en su tribuna. Un estrado desde donde ha insultado a aquellos que no le convenían y ha ejercido de Dios de la política española para decidir lo que está bien y lo que no es conveniente. Ha dado lecciones de ética y de moralidad. Y, sobre todo, ha desprestigiado la marca Telemadrid.
Por eso me quiero despedir. Adiós, Alfonso. Te vas de una Telemadrid derruida y destruída que costará volver a poner en pie. Una Telemadrid que hay que cimentar desde cero. La salida de Rojo sólo es un grano infectado que, si no se cura bien, volverá a salir. Telemadrid no necesita una salida de nombres visibles que le sirvan a Cifuentes para que le digan lo bien que lo está haciendo. Telemadrid necesita una reestructuración interna y la salida de los corruptos (que no sólo los hay en política) que se están aprovechando de su posición para sacar partido.
Telemadrid necesita volver a ser una televisión local que se interese por los madrileños. Una ventana a la comunidad, que refuerce la calle sin miramientos políticos. Necesita ser una cadena que mire a los madrileños a la cara para que vuelvan a confiar en ella.
¿Dónde vas, Alfonso Rojo? ¿Dónde vas, triste de ti? Espero que vueles muy alto para que tus acérrimos seguidores puedan seguir escuchándote. Pero la televisión pública no puede permitirse a una persona que no sabe diferenciar entre la opinión y la información. Adiós, Alfonso.